La barrera de hielo de Ross, la más grande de la Antártida, no se está derritiendo
Los científicos colocaráno sensores en los pozos que han perforado para entender mejor los cambios a largo plazo en el hielo, que podrían tener repercusiones importantes en el nivel global del mar.
Los científicos han estudiado una de las partes del océano menos exploradas de la Tierra, una vasta región ubicada en la costa de la Antártida Occidental. Se encuentra entre una capa de hielo más grande que España y de más de 300 metros de ancho, lo que hace que estas aguas permanezcan oscuras permanentemente y dificultan el acceso para los humanos. Ahora, un equipo de investigadores ha perforado un agujero a través del hielo y ha tomado muestras del océano que hay debajo. Su labor podría arrojar luz sobre un episodio poco entendido aunque inquietante del pasado reciente de la Antártida.
Un equipo de científicos de Nueva Zelanda comenzó esta expedición de dos meses en noviembre. Un avión Twin Otter con esquís les llevó a 350 kilómetros de la base más cercana y aterrizó cerca del punto central de la barrera de hielo de Ross, el gigantesco pedazo de hielo y nieve tan plano y vacío como una pradera que se encuentra en la costa de la Antártida Occidental y flota en el océano. Mientras la luz del sol, que dura 24 horas, atravesaba la niebla, montaron un aparato con tuberías, mangueras y calderas del tamaño de un automóvil.
Esta máquina generó un potente chorro de agua caliente que usaron para perforar dos estrechos pozos, cada uno de escasos centímetros de diámetro y más de 335 metros de profundidad hasta la parte inferior del hielo. A continuación, bajaron cámaras y otro instrumental por los agujeros hasta el agua subyacente. Lo que esperaban conseguir con esto era hallar la respuesta a una pregunta de importancia mundial: ¿cómo de seguro es el hielo de la Antártida Occidental?
La capa de hielo de la Antártida Occidental tiene hasta 3.000 metros de grosor en algunas partes. Se encuentra en una extensión amplia y baja que desciende a cientos de metros bajo el nivel del mar, lo que la expone a las corrientes oceánicas profundas y templadas que ya están afectando a sus bordes exteriores. La estabiliza –al menos por ahora– una falange de barreras de hielo flotantes que cuelgan de sus bordes exteriores, de las cuales la de Ross es de lejos la más grande. Estas barreras flotantes funcionan como refuerzo: «retienen una gran cantidad de hielo», afirma Craig Stevens, oceanógrafo del Instituto Nacional de Investigación Acuática y Atmosférica de Nueva Zelanda que participó en la expedición.
Los niveles globales del mar aumentarían 3 metros si la Antártida Occidental perdiera esta barrera estabilizadora tan crucial y esparciera su hielo por el océano. Los científicos temen que algunas de estas barreras de hielo se estén debilitando. Stevens y sus colegas esperaban evaluar la salud de la barrera de hielo de Ross midiendo la temperatura del agua y las corrientes oceánicas bajo esta y determinando así la velocidad a la que se derrite el hielo de la parte inferior.
Hallazgos sorprendentes
Las sorpresas comenzaron el 1 de diciembre, poco después de una cámara por el primer pozo. Las partes inferiores de las barreras de hielo suelen ser fluidas debido al derretimiento gradual. Pero a medida que la cámara atravesaba el fondo del agujero, mostró la parte inferior del hielo adornada con una capa brillante de cristales de hielo—como una maraña de copos de nieve—, prueba de que en este lugar en particular, el agua del mar está congelándose en la base del hielo en vez de derretirla.
«Nos quedamos atónitos», afirma Christina Hulbe, glacióloga de la Universidad de Otago en Nueva Zelanda y codirectora de la expedición. Actualmente, la barrera de hielo de Ross se considera más estable que muchas de las barreras flotantes de la Antártida Occidental y esta observación podría ayudar a explicar este hecho: si unos pocos centímetros de agua de mar se congelan de forma periódica en la parte inferior del hielo, esto podría evitar que merme más rápidamente.
Los nuevos pozos perforados en la barrera de hielo de Ross también sirven de ventana a lo desconocido. Bajo la barrera «hay una gran cantidad de océano, tiene el volumen del mar del Norte», entre Inglaterra y Noruega, «y apenas hay mediciones», afirma Hulbe.
Los humanos solo habían perforado el profundo interior de la barrera de hielo de Ross dos veces para estudiar el océano subyacente. En 1977, los investigadores perforaron la barrera de hielo a 480 kilómetros de su límite costa afuera (a unos 130 kilómetros tierra adentro de los agujeros actuales) y en 2015 un equipo perforó el límite posterior de la barrera de hielo, a 800 kilómetros de su límite costa afuera. Dichos estudios solo aportaron breves destellos de la profundidad y la temperatura del agua que circula bajo la barrera de hielo, a lo largo de unas cuantas horas o días.
Perspectivas de futuro
Esta vez, el equipo de Nueva Zelanda instaló en uno de los agujeros instrumentos que registrarán las corrientes oceánicas y las temperaturas del agua bajo el hielo durante los próximos dos años aproximadamente, y enviarán dicha información a través de una conexión vía satélite. Es importante entender estas corrientes porque «si no entendemos la circulación, podríamos malinterpretar el derretimiento», afirma Stevens.
El nuevo proyecto también podría arrojar luz sobre algunas sospechas persistentes: que, aunque la barrera de hielo de Ross parezca estable hoy en día, en realidad ha sufrido colapsos graves en el pasado reciente.
Reed Scherer hizo este descubrimiento en 1998 mientras estudiaba el barro que había extraído bajo la capa de hielo de la Antártida Occidental a través de otro pozo, a 30 kilómetros tierra adentro del límite posterior de la barrera de hielo.
Scherer, ahora micropaleontólgoo en la Universidad del Norte de Illinois en DeKalb, descubrió que este lodo subglacial estaba lleno hasta los topes de diatomeas microscópicas, hermosos organismos vidriosos que recuerdan a jarrones elegantes. Eran los restos antiguos de organismos fotosintéticos que en su día habían vivido en el mar antes de morir y precipitarse hasta el fondo.
Algunas de esas diatomeas muertas solo tenían unos cientos de miles de años de antigüedad, lo que hizo que Scherer sacara una conclusión sorprendente: esta zona, ahora cubierta por 900 metros de hielo, había sido mar abierto recientemente, bañado por luz solar vital que podía sustentar el desarrollo de las diatomeas. Esto sugería que la barrera de hielo de Ross y gran parte del hielo que hay tras ella habían colapsado.
La barrera de hielo de Ross «probablemente ha aparecido y desaparecido muchas veces en los últimos millones de años», afirma Scherer. Es probable que colapsara durante un periodo cálido hace 400.000 años. Pero cree que también podría haber colapsado hace 120.000 años, la última ocasión en que las temperaturas fueron casi tan cálidas como en la actualidad.
El proyecto neozelandés arrojará luz sobre esta cuestión. Un día de diciembre, extrajeron del pozo un cilindro cubierto de lodo gris que relucía a la luz del sol estival, una muestra que sacaron del lecho marino a 730 metros bajo el lugar de perforación. Cuando los científicos analicen el lodo, este podría revelar más diatomeas. Y eso podría proporcionar otra oportunidad para investigar en qué momento del pasado estuvo esta zona sin hielo, afirma Scherer: «Me interesa mucho ver qué encuentran los kiwis».