Las escolopendras son un sabroso aperitivo para las cascabeles pigmeas

Las cascabeles tienen que sopesar el riesgo y la recompensa a la hora de enfrentarse a presas peligrosas.

Por Joshua Rapp Learn
Publicado 31 jul 2018, 10:14 CEST
Las escolopendras son un sabroso aperitivo para las cascabeles pigmeas

Hasta para una cascabel, una escolopendra cargada de patas y colmillos supone una presa formidable. Pero las cascabeles pigmeas son grandes estrategas a la hora de cazar a estos aperitivos de cien patas.

Las cascabeles pigmeas son una víbora de foseta venenosa que vive en el sureste de Estados Unidos. Como depredadoras, no son muy exigentes: devoran ranas, lagartos, ratones, algún que otro pájaro e incluso otras serpientes.

Pero Terrence Farrell, profesor de biología, y otros investigadores siguen encontrando restos de escolopendras en los estómagos de las cascabeles pigmeas salvajes que han capturado.

Los científicos querían saber cómo procedían las víboras a la hora de atacar a estos peligrosos animales. Por eso colocaron a 29 cascabeles pigmeas en receptáculos con escolopendras (Scolopendra viridis) de unos 7,6 centímetros de largo de media y grabaron las peleas. Como comparación, también colocaron a las cascabeles en receptáculos con escincos para comprobar cómo reaccionaban ante ellos.

Las cascabeles trataron de forma muy diferente a las dos presas, según informó el equipo en un estudio publicado recientemente en Journal of Herpetology.

Las serpientes atacaron activamente a las escolopendras, persiguiéndolas por los contenedores. Sin embargo, según Farrell, parecían tener bastante respeto por el riesgo que implica atacar a estas criaturas. Los reptiles solían acercarse a ellas con la cabeza en alto, quizá para mantener los ojos y otros órganos sensibles fuera del alcance de las escolopendras. Dos de las cascabeles atraparon a la escolopendra y la lanzaron al otro lado del receptáculo.

Tras el ataque inicial, las cascabeles se quedaban atrás y esperaban a que el veneno surtiera efecto, mucho más tiempo de lo que aguardaban con los escincos. Las observaciones de los científicos mostraron por qué esta era una buena idea: las escolopendras son más duras que los escincos, intentando devolver el ataque una vez las cascabeles las muerden.

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