Descubren que el extraño ayeaye tiene un seudopulgar
Este primate de Madagascar posee un seudopulgar que podría utilizar para agarrarse a los árboles, lo que demuestra lo mucho que nos queda por aprender sobre anatomía.
Adam Hartstone-Rose estudia los músculos de los antebrazos, que son muy complejos y se ignoran fácilmente. Por ejemplo, los delicados movimientos de nuestras manos —como poder tocar un concierto para piano de Mozart— solo son posibles gracias a estos tendones.
Pero Hartstone-Rose no solo estudia los antebrazos humanos: se especializa en los de muchos primates y compara las diferencias anatómicas entre especies. Cuando su laboratorio de la Universidad del Estado de Carolina del Norte se topó con un espécimen de ayeaye muerto, se emocionó: «Tienen manos extrañas y dedos raros», cuenta. Se trata de las rarezas perfectas para la investigación.
Si no lo conoces, el ayeaye (Daubentonia madagascariensis) es una de las creaciones más absurdas de la naturaleza. Estos lémures del tamaño de un gato doméstico, autóctonos de Madagascar, poseen un tercer y un cuarto dedo largos y delgados que emplean para dar golpecitos en los árboles y encontrar gusanos. Sus cerebros —los más grandes entre los lémures en relación con la masa corporal— les permiten encontrar los túneles de las larvas. A continuación, mordisquean la corteza con incisivos similares a los de un roedor y extraen el alimento con dedos largos como palillos.
Cuando examinaron el espécimen de ayeaye, Hartstone-Rose y sus colegas empezaron a trazar la ruta de un músculo llamado abductor largo del pulgar hasta el antebrazo. En humanos, este músculo extiende el pulgar lateralmente desde la palma de la mano, un movimiento denominado abducción. «Es el músculo que permite hacer autoestop», explica.
En la mayoría de los primates, comienza en el antebrazo y se fija a la base del pulgar. Sin embargo, en el ayeaye hay una parte que se divide y conecta con un hueso llamado sesamoideo radial, que normalmente es bastante pequeño en otros primates, pero que está elongado en esta especie en peligro de extinción.
El hueso también está cubierto por una extensión de cartílago, según informó el equipo en un estudio publicado el 21 de octubre en la revista American Journal of Physical Anthropology. Las investigaciones posteriores revelaron que hay otros dos músculos conectados al sesamoideo radial que permiten que el hueso haga un movimiento de agarre. Hartstone-Rose y sus colegas lo han llamado «seudopulgar» y sugieren que funciona como un sexto dedo para ayudar a los animales arbóreos a agarrarse a las ramas.
«Es genial encontrar este tipo de anatomía en un primate por primera vez, sobre todo en un primate tan raro como el ayeaye», afirma Hartstone-Rose. Los estudios de la anatomía de los brazos y las manos y de las diferencias entre los linajes podrían llevar a una mejor comprensión de la evolución de estas estructuras en especies diferentes, humanos incluidos.
Evolución convergente
El equipo tiene la hipótesis de que, conforme evolucionaba, el ayeaye perdió parte de su capacidad de agarre debido a la especialización extrema de sus otros dedos. El cuarto dedo del ayeaye representa más de dos tercios de la longitud de la mano; si los humanos tuvieran un dedo igual, mediría casi 30 centímetros. Su tercer dedo, que utiliza principalmente para dar golpecitos, es muy delgado y posee un amplio rango de movimiento, ya que cuenta con una articulación esférica única.
El primer dedo del ayeaye, o pulgar, no es completamente oponible como en otros primates, sino que está alineado con el resto de los dedos. Por consiguiente, la especie podría haber desarrollado este seudopulgar para mantenerse en el aire y quizá para recoger diferentes objetos o alimentos.
Es posible que se diera una situación similar a la del panda gigante, que presenta un sexto dedo o seudopulgar. Los dedos del antepasado de estos osos, al igual que otros úrsidos, se disponían en una sola línea, lo que les permite caminar sobre el suelo; los dedos oponibles son un obstáculo para esa capacidad.
Pero los osos pandas evolucionaron para alimentarse de bambú, aunque necesitan comer más de 12 horas al día para digerirlo. «Ningún carnívoro que se precie debería digerir tanta fibra», bromea Hartstone-Rose. Más concretamente, trepar a los bambúes es difícil si un pulgar oponible.
Aquí es donde entra en juego el seudopulgar del panda, que también está compuesto por un sesamoideo radial alargado y una extensión cartilaginosa y lo controlan los mismos músculos que en el ayeaye.
Parece tratarse de un ejemplo de evolución convergente, un proceso según el cual especies muy distantes presentan estructuras corporales similares.
«El oso panda y el ayeaye poseen básicamente la misma anatomía en el seudopulgar», afirma Hartstone-Rose.
Más adelante, el equipo quiere estudiar cómo utilizan sus pulgares especiales los ayeayes y los pandas.
Dorothy Fragaszy, primatóloga y exploradora de National Geographic que no participó en la investigación, afirma que le interesa saber cómo usa el ayeaye esta pequeña protuberancia. Ella supone que con él se agarra mejor a las ramas de los árboles y alimentos.
Lo que más le fascina es que el seudopulgar tenga su propia almohadilla carnosa, que puede verse en fotografías. «Está claro que le permiten presionar o frotar la proyección ósea [del seudopulgar] contra cosas que sostienen en la palma de la mano», afirma Fragaszy, que también es profesora emérita de la Universidad de Georgia.
Anne-Claire Fabre, bióloga evolutiva del Museo de Historia Natural de Londres que tampoco participó en la investigación, afirma que ha observado ayeayes que «mantenían alimentos en la palma de la mano mientras comían» y este seudopulgar podría explicar cómo lo hacen.
Dedos ignorados
Respecto a cómo se ha podido pasar por alto el pulgar adicional del ayeaye, Hartstone-Rose solo puede especular.
«Lo único que se me ocurre es que la mano del ayeaye es tan interesante, sobre todo los dedos, que son muy raros, que la gente nunca había advertido que había algo extraño en otra parte de la mano», afirma.
Los animales también son raros y están descendiendo, otro motivo posible de la falta de estudio. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza los clasifica como especie en peligro de extinción y disminuyen debido a la caza, la tala y la fragmentación del hábitat en Madagascar.
El hallazgo es un buen ejemplo de lo mucho que nos queda por descubrir en este campo, como ocurre en el ámbito de la biología en general.
Hartstone-Rose dice que siempre le preguntan: «¿No sabemos ya casi todo sobre anatomía?».
La respuesta, evidentemente, es que no. Si no, pregúntale al ayeaye.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.