Las bombas atómicas de la Guerra Fría revelan que los tiburones ballena pueden vivir hasta un siglo
Un nuevo estudio ha determinado que el pez más grande del mar es más vulnerable a la extinción de lo pensado.
Un tiburón ballena nada en la península de Yucatán. Estos gigantes marinos pueden pesar hasta 22 toneladas.
El tiburón ballena, con sus patrones de manchas y rayas blancas y 18 metros de largo, es el pez más grande y uno de los más espectaculares del mar. Aunque es muy popular en el ecoturismo y es autóctono de los mares templados de todo el mundo, se sabe muy poco sobre estos gigantes, como cuánto tiempo viven.
Investigaciones recientes sobre otras especies de tiburones han revelado longevidades asombrosas: el tiburón de Groenlandia, por ejemplo, puede vivir casi 300 años, más que cualquier otro vertebrado del planeta.
Estos descubrimientos se deben en gran medida a métodos avanzados para determinar la edad de un tiburón, como el rastreo de carbono-14 (un tipo de isótopo radiactivo que se deriva de las detonaciones de bombas de la época de la Guerra Fría) en esqueletos de tiburones. Medir la cantidad de este elemento puede determinar la edad de un tiburón de forma más precisa que cualquier otra técnica anterior, como contar los anillos de crecimiento de las vértebras de los tiburones ballena. Esto se debe a que el tiempo que representa cada anillo ha sido objeto de controversia.
Ahora, un equipo de investigadores ha usado la datación por radiocarbono e identificado los restos de un tiburón ballena que vivió 50 años, la edad máxima determinada de esta especie, según indica el líder del estudio, Mark Meekan, ictiólogo del Instituto Australiano de Ciencias del Mar.
Añade que «parece posible que estos tiburones de gran tamaño puedan vivir hasta los 100 años».
Meekan afirma que su estudio, publicado el 6 de abril en la revista Frontiers in Marine Science, es crucial para la conservación de esta especie en peligro de extinción.
Esto se debe a que la longevidad del tiburón ballena hace que la especie sea más vulnerable a amenazas como la pesca legal e ilegal, el aumento de las temperaturas marinas y las colisiones con los barcos.
Análisis de bombas atómicas
Entre 1955 y 1963, los ensayos con bombas atómicas en Estados Unidos y otros países duplicaron la cantidad de carbono-14 naturalmente presente en la atmósfera terrestre.
Ese exceso lo absorbió el océano y todos los seres de la red trófica, entre ellos los esqueletos cartilaginosos de los tiburones ballena.
Comparando la cantidad de carbono-14 de los mares durante años determinados con la cantidad del isótopo capturado en las bandas sucesivas de crecimiento vertebral, los investigadores consiguieron determinar la edad de un tiburón.
«Básicamente, lo que demostramos es que tenemos un sello temporal dentro de las vértebras. Contamos las bandas a partir de ahí y parece que son anuales», explica Meekan.
Meekan y sus colegas tomaron muestras vertebrales de dos esqueletos de tiburón, uno capturado legalmente en un caladero taiwanés en 2005 que tenía 35 bandas de crecimiento y otro de un animal varado en la costa de Pakistán en 2012. Este último tenía 50 bandas de crecimiento.
Según él, como el tiburón de 50 años de Pakistán solo medía 10 metros de largo y los animales pueden alcanzar el doble de ese tamaño, no cabe duda de que los tiburones ballena más grandes son mayores que los del estudio.
«Datos reales de animales reales»
«Este estudio es importantísimo porque despeja algunas de esas incógnitas sobre la edad y los patrones de crecimiento de los tiburones ballena», afirma Taylor Chapple, investigador especializado en tiburones en la Universidad del Estado de Oregón.
Los conservacionistas necesitan saber la tasa de crecimiento de una especie porque una que se desarrolle más lentamente es más susceptible a la extinción que otra que se reproduzca rápidamente. Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, la población mundial de tiburones ballena ha descendido más de un 50 por ciento en los últimos 75 años.
Contar con «datos reales de animales reales añade información fundamental a la gestión global de los tiburones ballena», afirma. Por ejemplo, podría influir a la hora de minimizar las capturas incidentales de tiburones ballena por parte de barcos que pescan otros animales.
Además de ser una parte vital de los ecosistemas marinos, los tiburones ballena también sustentan la industria del ecoturismo, que en muchos lugares ofrece oportunidades para ver o practicar esnórquel a una distancia segura de los animales. Sin embargo, en algunas localizaciones, como Oslob, en las Filipinas, la observación de tiburones es polémica por la práctica de alimentarlos o acercarse a los animales.
«El ecoturismo evita que mucha gente caiga en la pobreza en muchos países en vías de desarrollo, sobre todo en el Sudeste Asiático. Tenemos la responsabilidad de garantizar un futuro a los tiburones, pero también a esas comunidades», afirma Meekan.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.