Por fin sabemos por qué estos peces giraban en círculos hasta morir

Un nuevo avance apunta a la presencia de toxinas, pero el misterio de lo que provocó este extraño fenómeno sigue desconcertando a los expertos.

Por Bethany Augliere
Publicado 9 sept 2024, 16:04 CEST
Los meros gigantes (o mero Goliath) pueden vivir hasta 50 años

Los meros gigantes (o mero Goliath), que pueden vivir hasta 50 años, son una de las especies observadas girando en extraños círculos en los Cayos de Florida.

Fotografía de David Doubilet, Nat Geo Image Collection

Tras incansables meses de recopilación de datos y pruebas, la comunidad científica ha identificado la causa más probable de que, hace unos meses, decenas de peces de Florida se pusieran a girar hasta, literalmente, la muerte: una combinación de algas tóxicas.

En noviembre de 2023, los residentes de los Cayos de Florida (Estados Unidos) empezaron a observar peces y rayas (incluido el pez sierra de dientes pequeños, en peligro crítico de extinción) girando en círculos que, en muchos casos, sólo se detenían cuando morían. Más tarde, los científicos registraron el fenómeno en más de 80 especies, incluidos peces loro, tiburones toro y meros gigantes (también conocidos como meros goliat).

Esto dio lugar a una investigación conjunta entre organismos gubernamentales, organizaciones sin ánimo de lucro, universidades y otras entidades para descubrir al culpable antes de que fuera demasiado tarde y se perdiesen décadas de esfuerzos de conservación del pez sierra.

Según los expertos, se ha confirmado la muerte de al menos 54 de estas singulares rayas, que lucen sierras dentadas o rostrums, aunque es probable que muchas más hayan sucumbido a las toxinas. En Florida, sólo hay unas 650 hembras reproductoras de pez sierra.

Tras analizar cientos de muestras de agua y peces, los expertos concluyeron que los peces sintomáticos murieron por exposición combinada a múltiples toxinas, posiblemente procedentes de varias especies de dinoflagelados, un tipo de algas microscópicas.

Muestras de agua tomadas en los Cayos de Florida muestran niveles excepcionalmente altos de 'Gambierdiscus', un género de dinoflagelado del suelo marino.

Fotografía de Micrograph By FGCU

En condiciones normales, los dinoflagelados en cuestión viven en las praderas marinas y las algas más grandes del fondo marino, en lugar de flotar libremente en la columna de agua. Pero un factor aún desconocido (posiblemente una ola de calor, una tormenta o una combinación de acontecimientos) hizo que los dinoflagelados abandonaran a sus huéspedes y se desplazaran hacia arriba.

“Es muy raro, nunca lo habíamos visto”, dice Alison Robertson, científica marina que estudia las floraciones de algas nocivas en la Escuela Stokes de Ciencias Marinas y Medioambientales de la Universidad del Sur de Alabama (Estados Unidos) y en el Laboratorio Marino de Dauphin Island. Fuera lo que fuese, “esto es lo que tenemos que solucionar”.

Aunque el suceso de Florida ya ha concluido (las muestras de agua de julio revelaron niveles normales de algas en la columna de agua), sigue habiendo preguntas. ¿Sucederá de nuevo, qué lo causó y por qué algunas especies se vieron más afectadas que otras?

Los primeros análisis del agua descartaron la posibilidad de una marea roja (una proliferación de dinoflagelados tóxicos) y el oxígeno disuelto, la salinidad, el pH y la temperatura estaban dentro de los valores normales y no se sospechaba que fueran la causa.

El avance inicial se produjo cuando el trabajo de Michael Parsons, ecólogo marino que estudia las floraciones de algas en la Universidad de la Costa del Golfo de Florida, reveló que los niveles de las muestras de agua mostraban niveles superiores a los normales de un tipo de dinoflagelado del género Gambierdiscus que habita en el fondo marino.

Esta alga produce una neurotoxina llamada ciguatoxina. Las personas que comen marisco infectado con esta neurotoxina pueden sufrir ciguatera, una enfermedad que provoca vómitos, náuseas y síntomas neurológicos.

“Nuestra mayor pista fueron estas algas productoras de toxinas. Así que empezamos por ahí debido a sus implicaciones para la salud humana”, explica Robertson.

Robertson y su equipo no encontraron muchas toxinas en los músculos de los peces sintomáticos, pero sus hígados (el órgano responsable de filtrar las impurezas) estaban repletos de toxinas, desde la ciguatoxina hasta diversas toxinas producidas por dinoflagelados distintos del Gambierdiscus.

“Ese es el quid de la cuestión: no se trata sólo de la ciguatoxina. Basándonos en las pruebas que hemos ido acumulando aquí en nuestro laboratorio, creemos que los efectos sobre el comportamiento que hemos observado, sobre todo en los peces sierra, estaban asociados a la exposición combinada de varias toxinas de algas diferentes [que habitan en el fondo marino]”, señala.

“Algunas algas producen múltiples toxinas, por lo que no se trata de una relación de uno a uno”, añade Parsons.

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      El pez sierra de dientes pequeños caza en el fondo marino, lo que le hace especialmente sensible a las algas tóxicas que habitan en el fondo.

      Fotografía de Doug Perrine, NPL, Minden

      El pez sierra recibe un duro golpe

      Una vez desalojados por ese acontecimiento desconocido, los dinoflagelados no sólo se extendieron por toda la columna de agua, sino que se concentraron hacia el fondo del océano, dice Robertson.

      Ahí es exactamente donde los peces sierra de casi cinco metros de largo utilizan su sierra para cazar, capturando otros peces, cangrejos y más.

      Cuando Robertson y sus colegas examinaron algunos de los peces sierra muertos, descubrieron que los niveles de toxinas eran mayores tanto en el hígado como en las branquias.

      Esto significa que hubo altas concentraciones del agua cargada de toxinas que pasaron a través de las branquias de los peces sierra, causando los impactos neurológicos, y también que ingirieron presas cargadas de toxinas.

      Preocupados por el futuro de los peces, en la primavera de 2024, por primera vez en la historia de EE. UU., los científicos lanzaron un esfuerzo de emergencia para rescatar a los peces sierra en peligro crítico afectados por el fenómeno de giro.

      El 5 de abril, rescataron con éxito a un pez sierra en apuros y comenzaron los esfuerzos de rehabilitación en el Laboratorio Marino y Acuario Mote de Sarasota, aunque el animal no sobrevivió. A partir de entonces disminuyeron los informes sobre peces sierra enfermos. Sin embargo, en caso de que vuelva a producirse una situación similar, ya hay un equipo de respuesta y un protocolo listos para actuar.  

      Halímeda, un género de macroalgas verdes del fondo marino de los Cayos de Florida, alberga microalgas llamadas dinoflagelados.

      Fotografía de Michael Parsons

      ¿Un gran revés?

      El pez sierra de dientes pequeños está incluido en la lista de especies en peligro de extinción de Estados Unidos desde 2003. Su número está disminuyendo debido al desarrollo costero y a las capturas incidentales (peces no deseados y otras criaturas marinas atrapadas por las redes de pesca comercial durante la pesca de una especie diferente). Sólo quedan dos poblaciones en las Bahamas y Estados Unidos.

      Justo el año pasado, los científicos celebraron 20 años de esfuerzos de conservación del pez sierra, como la prohibición del uso de redes de enmalle en aguas estatales, dice Dean Grubbs, ecólogo de peces de la Universidad Estatal de Florida que estudia la especie.

      Los efectos duraderos de este suceso sobre el pez sierra no se conocerán hasta dentro de un par de años, afirma Grubbs. 

      “Mi instinto me dice que se trata de un gran revés. No sé si es un revés que nos hace retroceder hasta antes de su inclusión en la lista de especies en peligro de extinción en 2003".

      Un rayo de esperanza

      Según Robertson, la investigación descubrió otras cosas interesantes, como una toxina nueva en los Cayos de Florida. La toxina está asociada a una especie de alga europea, aunque el equipo no encontró rastro de ella en ninguna de las muestras. “Tenemos mucho trabajo por delante", afirma.

      Este suceso sin precedentes ha sido desafortunado, aunque para Robertson hay un resquicio de esperanza.

      “Es la primera vez que se realiza una investigación científica tan intensa sobre el caso y en la que se ha reunido a muchos científicos, compartiendo datos para aprender más sobre el ecosistema de los Cayos de Florida y su salud".

      Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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