Los agujeros azules del Caribe contienen los «fantasmas» de los huracanes pasados

Los testigos extraídos de estos sumideros submarinos revelan un registro de 1500 años de los intensos huracanes que pasaron por las Bahamas rumbo a la costa este de Estados Unidos.

Por Robin George Andrews
Publicado 27 feb 2020, 12:56 CET
Bahamas
Los agujeros azules como este de las Bahamas almacenan sedimentos antiguos que pueden revelar información sobre las tormentas intensas del pasado.
Fotografía de Jad Davenport, Nat Geo Image Collection

La isla Andros Sur, parte del archipiélago de las Bahamas, es un trocito arenoso de paraíso cuyas orillas ocultan tesoros ecológicos enterrados: agujeros azules. Ocultos en las profundidades de estos sumideros submarinos etéreos yacen antiguos sándwiches de sedimento cuyas capas revelan el paso de huracanes antiguos e intensos.

La isla sirve de parada en boxes a los huracanes que se dirigen al golfo de México y a la costa este de Norteamérica. De acceder a estas bibliotecas líticas, los científicos podrían retroceder en el tiempo y comparar los huracanes atlánticos de hoy con los espectros de las tormentas pasadas.

Gracias a la ingeniería, un equipo de investigadores ha conseguid extraer varias torres de sedimentos de los agujeros azules. Según informaron en noviembre de 2019 en la revista Paleoceanography and Paleoclimatology, un testigo continuo de 18 metros de largo narra los encuentros que ha tenido la isla con ciclones tropicales remontándose a la friolera de hace 1500 años.

Aunque hay altibajos de actividad, en general los sedimentos demuestran que la isla Andros Sur ha sido una vía para huracanes durante gran parte del último milenio y medio. Asimismo, la isla ha recibido las visitas de decenas de ciclones tropicales en los últimos 150 años, pero solo han pasado dos huracanes intensos en ese periodo.

Huracanes 101
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Según Lizzie Wallace, autora principal del estudio y estudiante de doctorado en el Instituto Tecnológico de Massachusetts y del Programa de Oceanografía del Instituto Oceanográfico Woods Hole, es improbable que siga así. La historia desenterrada indica que los periodos recientes de tranquilidad son atípicos, lo que significa que la isla simplemente ha tenido suerte en los últimos años.

Conforme el cambio climático antropogénico sigue calentando el planeta, los huracanes serán más húmedos, intensos y capaces de inundar las costas. Junto a las revelaciones de los testigos, parece probable que la isla y la región en general corran más peligro de huracanes en el futuro de lo que pueden mostrar los instrumentos modernos por sí solos.

En busca de testigos

Los climatólogos, que buscan datos nuevos continuamente, están recurriendo a una miríada de fuentes insólitas. Entre ellas figuran los registros meteorológicos de los marineros del siglo XIX, el cambio de sabor de las uvas para vino francés e incluso las heces de los murciélagos rumanos.

Ese mismo pensamiento creativo ha empezado a aplicarse a los huracanes del pasado. La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica estadounidense (NOAA, por sus siglas en inglés) solo posee registros de los huracanes atlánticos desde 1851, así que los investigadores esperan encontrar rastros de tormentas más antiguas en los sedimentos.

Los vientos huracanados arrasan los lugares por donde pasan. Jeffrey Donnelly, tutor de Wallace, advirtió que los sedimentos lodosos dentro de las marismas, lagos y estanques de Massachusetts parecían documentar dicho caos. También lo hacen los agujeros azules, unos sumideros excavados en roca erosionable y llenos de agua que pueden capturar granos de arena más grandes y fragmentos de conchas empujadas en su dirección.

Los investigadores ya han rescatado varios de estos archivos naturales de huracanes en diversos emplazamientos atlánticos, del oeste de Florida a las costas del mar Caribe. Pero la isla Andros Sur, ubicada a lo largo de una trayectoria conocida de huracanes contemporáneos y salpicada de agujeros azules inexplorados, resultaba particularmente tentadora para Wallace y su equipo.

Esos agujeros inundados son profundos, están cerca de playas y arrecifes y están protegidos del mar, lo que les permite acumular siglos de sedimentos con alteraciones e interrupciones mínimas. También son bajos en oxígeno, lo que disuade a los animales salvajes, que podrían redistribuir las capas.

El equipo, que visitó la isla a finales de 2014, intentó excavar testigos continuos en varios agujeros azules. Fue más fácil decirlo que hacerlo: pese a su profundidad, estos sumideros se encuentran en aguas poco profundas, lo que quiere decir que la mayoría de los barcos capaces de perforar no pueden acceder a ellos. El equipo de Wallace tuvo que construir sus propias plataformas de perforación a partir de tubos de aluminio, planchas de madera y lanchas hinchables, que a continuación remolcaron sobre sus objetivos.

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    Isla Andros
    Una tormenta se convierte en una tromba marina en la isla Andros.
    Fotografía de Wes C. Skiles, Nat Geo Image Collection

    No siempre funcionó, pero al final lograron extraer testigos de tres agujeros azules, entre ellos el sumidero de 95 metros responsable de ese testigo de 18 metros. Las capas que registraban los huracanes contenían fragmentos de árboles de manglares, que dataron por radiocarbono para obtener las fechas de cada huracán.

    El siglo del tranquilidad

    Los testigos demuestran que la isla se ha visto afectada por más huracanes en los últimos 1500 años de lo que sugería el registro de observaciones moderno. Otros estudios que han analizado ubicaciones distintas han llegado a conclusiones similares.

    Tom Knutson, líder de la División de Dinámica del Clima y el Tiempo de la NOAA que no participó en el estudio, dice que estas cosas no dejan de sorprenderle y añade que esta curiosidad demuestra el valor de las expediciones a los agujeros azules.

    También había muchos altibajos en la frecuencia de los huracanes, algo observado en testigos extraídos en otras partes del Atlántico. Las comparaciones con otros testigos ponen de manifiesto que el cinturón de bajas presiones que rodea el ecuador (la zona de convergencia intertropical o ITCZ, por sus siglas en inglés) desempeña un papel importante.

    La zona se desplaza hacia el hemisferio donde hace más calor en cada momento. Debido a una tendencia de enfriamiento a largo plazo en el hemisferio norte, la zona se ha movido lentamente hacia el sur durante los últimos 8000 años. Pero los cambios abruptos a más corto plazo, cuyas causas pueden ser diversas, se han superpuesto ese desplazamiento.

    Cuando la zona se mueve hacia el sur, provoca temperaturas más bajas en la superficie marina y vientos disruptores en la fábrica de huracanes del océano Atlántico que obstaculizan su producción. Los nuevos datos del equipo indican que, durante los periodos de inactividad en la isla Andros Sur, el cinturón se encuentra en una posición más meridional.

    Sin embargo, el siglo XIII destacó por su tranquilidad. De 1204 a 1273 no hubo ningún huracán considerable. Wallace explica que, después de 1273, aparecieron hasta ocho ciclones que arrasaron la isla.

    El equipo especula que este periodo de casi un siglo sin huracanes podría atribuirse a una ráfaga de actividad volcánica explosiva no identificada. Dicha actividad puede generar cúmulos aéreos de ácido sulfúrico, que pueden bloquear parcialmente la luz del sol durante unos años y dificultar brevemente que el mar se caliente y cree ciclones tropicales.

    Según Matthew Watson, vulcanólogo de la Universidad de Bristol que no participó en el estudio, suficientes aerosoles de sulfato también pueden provocar la migración de la ITCZ. Por ejemplo, si se produjera un gran fenómeno volcánico en el hemisferio norte, desplazaría la ITCZ al sur, hacia un terreno problemático para la formación de huracanes.

    Los testigos de hielo del siglo XIII extraídos en Groenlandia y la Antártida demuestran un aumento prometedor del nivel de estos aerosoles, pero hay un periodo distinto de abundancia de aerosoles que coincide con una época de actividad huracanada alta en la isla. Si no puede determinarse cuál es el volcán responsable (una tarea muy difícil), es demasiado pronto para determinar qué provocó ese silencio en el siglo XIII.

    Una caza de fantasmas interminable

    Se trata de un «conjunto de datos fantástico» y un testigo de un agujero azul con 1500 años de datos «prácticamente carece de precedentes», afirma Alexander Farnsworth, paleoclimatólogo de la Universidad de Bristol que no participó en el estudio. Sin embargo, sí deja bastante incompleta la historia de los huracanes atlánticos.

    El testigo no captura todos los huracanes. Las observaciones modernas de los huracanes locales y los depósitos que dejaron o esperaban dejar a su paso han revelado que solo los huracanes de categoría 3 (con vientos entre 178 y 209 kilómetros por hora) crean capas identificables. No se documenta ningún huracán más débil, ni los que llegan directamente a la arena.

    Ese registro solo aporta un recuento de huracanes y la velocidad mínima de los vientos; no puede revelar ninguna característica más detallada sobre los ciclones. Además, es solo un testigo entre una pequeña cantidad total. Según Farnsworth, se necesitarán más testigos tanto del norte como del sur del Atlántico para comprobar qué unidades de información y patrones son repetibles o no, algo con lo que Wallace está de acuerdo.

    Watson afirma que lo importante ahora mismo es que este conjunto de datos extraordinario pueda abrirse al resto de la comunidad científica. Algunos podrían encontrar al culpable volcánico del siglo XIII, mientras que otros podrían identificar qué más factores podrían estar desplazando la ITCZ.

    Todo en su debido tiempo. Descubrir los fantasmas sumergidos de los huracanes lleva su tiempo y los científicos solo acaban de empezar.

    Este artículo se publicó originalmente en nationalgeographic.com.

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