Ante la COVID-19, preocupa la llegada del invierno al hemisferio sur

¿Es el coronavirus estacional? Aún no se sabe, pero supone una grave preocupación para Brasil, que registra el peor balance de coronavirus del hemisferio sur.

Por Jill Langlois
Publicado 20 abr 2020, 13:08 CEST
Cementerio de Vila Formosa

Entierro de un fallecido con coronavirus en el cementerio de Vila Formosa, en São Paulo, Brasil, el martes, 7 de abril de 2020.

Fotografía de Victor Moriyama, T​he New York Times, via Redux

Este año, las campañas de vacunación contra la gripe han adquirido más urgencia. Mientras el estado brasileño se adentra en sus meses más fríos, sus habitantes se preparan para la llegada de la temporada de gripe de otoño e invierno. Administrando la vacuna de la gripe a tanta gente como sea posible, los profesionales médicos esperan poder identificar más rápidamente la COVID-19 en pacientes con síntomas comunes de ambos virus.

Esa distinción podría ser crucial. Entre los países del hemisferio sur, Brasil presenta la mayor cantidad de casos confirmados y fallecidos con el nuevo coronavirus, y São Paulo es la ciudad con más casos del país desde el 16 de abril. Ahora, conforme las temperaturas empiezan a descender en toda la región, circulan muchas incógnitas sobre la posibilidad de que el coronavirus pueda ser estacional y que el invierno agrave la situación.

Con los gérmenes es difícil determinar la estacionalidad, en parte porque no hay señales genéticas de esta característica. Además, esta cepa de coronavirus, conocida oficialmente como SARS-CoV-2, es tan nueva que aún no hay datos suficientes para determinar nada concluyente.

«Es probable que sea un virus estacional, como otros virus respiratorios, pero en este primer momento de impulso aún cuesta saber cómo se comportará», afirma Ana Paula Sayuri Sato, epidemióloga de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de São Paulo.

Por ahora, los científicos pueden deducir algunas pistas preliminares de enfermedades respiratorias conocidas (entre ellas otros miembros de la familia del coronavirus) que provocan resfriados comunes cada invierno.

La estacionalidad

Aunque no existe ninguna respuesta definitiva sobre por qué algunos virus tienen un patrón de circulación estacional y otros no, hay varios factores que ayudan a que los virus se propaguen específicamente en los meses de invierno.

Muchos virus respiratorios, como el resfriado común y la gripe, son más estables en temperaturas más frías. Eso permite que permanezcan más tiempo en el aire y que duren más en superficies.

“En invierno, la gente también pasa más tiempo dentro de casa que durante los meses más cálidos, lo que provoca un descenso de los niveles de la vitamina D que puede aumentar la susceptibilidad a las enfermedades.”

La gente también es más susceptible a estos virus cuando bajan las temperaturas. El tiempo frío y seco hace que cambie el revestimiento del tracto respiratorio, estrecha las vías aéreas superiores y evapora la capa de humedad que reviste las vías aéreas inferiores de los pulmones. Esto facilita que muchos virus respiratorios se unan a ese revestimiento y penetren en el cuerpo.

En invierno, la gente también pasa más tiempo dentro de casa que durante los meses más cálidos, lo que provoca un descenso de los niveles de la vitamina D que puede aumentar la susceptibilidad a las enfermedades. La vitamina D estimula la función de los macrófagos y los linfocitos T, miembros del sistema inmunitario que combaten los patógenos que intentan entrar en el cuerpo.

La vitamina D también contribuye a reducir la inflamación que, «cuando es excesiva, es responsable de gran parte de la enfermedad vírica y contribuye a la muerte con COVID», explica Kathryn Hanley, bióloga de la Universidad de Nuevo Muerte que estudia los virus dependientes del clima, como el zika y el dengue. Asimismo, la falta de vitamina D puede afectar a la capacidad pulmonar y aumentar el riesgo de enfermedades respiratorias, como el asma, la tuberculosis y la enfermedad pulmonar obstructiva crónica.

La importancia de la estacionalidad

Aunque este año aumenten significativamente los casos de COVID-19 conforme el invierno llega al hemisferio sur, eso no demostrará que la estacionalidad es la culpable.

Como algunos virus estacionales conocidos han estado presentes durante mucho tiempo, mucha gente ha desarrollado inmunidades que los investigadores pueden estudiar para observar cómo cambia el comportamiento de dichas enfermedades con el paso del tiempo. Sin embargo, actualmente todo el mundo es susceptible a este coronavirus. La enfermedad está asolando las poblaciones «naíf», es decir, las que no han entrado en contacto antes con el virus. Durante esta fase, rastrear los patrones de estacionalidad en la transmisión resulta casi imposible.

«Necesitaremos de tres a cuatro años para entender cómo se comportará este virus», afirma Marilda Siqueira, virus y directora del Laboratorio del Sarampión y Virus Respiratorios del Instituto Oswaldo Cruz de Río de Janeiro.

Determinar la estacionalidad es importante porque podría estar implicada en la inmunidad que se desarrollará contra el virus en última instancia y en el funcionamiento de una futura vacuna.

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    “Tenemos que prepararnos porque el pico aún está por llegar.”

    por ANA PAULA SAYURI SATO, UNIVERSIDAD DE SÃO PAULO

    Nuestros cuerpos no crean anticuerpos a largo plazo para los virus de la gripe y el resfriado común del mismo modo que para el sarampión. Si el coronavirus acaba siendo similar a la gripe en lo referente a la respuesta de nuestros cuerpos, la inmunidad que adquiramos tras contagiarnos podría disminuir durante el año. Eso quiere decir que contagiarse un año no impediría que alguien vuelva a contraer el coronavirus el año siguiente. En ese caso, se necesitaría una vacuna estacional contra el coronavirus, si es que puede fabricarse una.

    Algo que sí sabemos a ciencia cierta es que el nuevo coronavirus ya está siendo más peligroso que sus parientes. El SARS original surgió en 2003 y desapareció relativamente rápido; no se han notificado casos nuevos desde 2004. Con todo, Siqueira señala que el SARS no tenía la transmisibilidad que aparentemente tiene el nuevo coronavirus.

    Según la Organización Mundial de la Salud, es probable que cada persona con COVID-19 la contagie a otras dos. Un informe publicado el 7 de abril por matemáticos de enfermedades del Laboratorio Nacional de Los Álamos afirma que la cifra podría ser el triple de alta.

    Hanley indica que esa propagación rápida contribuye a explicar por qué la tasa de mortalidad del nuevo coronavirus se ha disparado respecto a sus predecesores y por qué la COVID-19 está en camino de ser más letal que los virus respiratorios estacionales conocidos. Por ahora, los países del hemisferio sur solo pueden prepararse para una situación que sin duda empeorará.

    «Tenemos que prepararnos porque el pico aún está por llegar», afirma Sayuri Sato.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

    June Almeida

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