Revelan los primeros fósiles de embriones de tiranosaurio

Las reconstrucciones tridimensionales de una mandíbula y una garra del Cretácico demuestran que, al nacer, estos dinosaurios eran del tamaño de un perro pequeño.

Por Riley Black
Publicado 20 oct 2020, 10:57 CEST
Ilustración de una cría de Tyrannosaurus rex

Una ilustración muestra el posible aspecto de las crías de Tyrannosaurus rex. Los embriones fosilizados que se han descrito no pertenecían a un T. rex, sino a una especie más antigua de tiranosaurio que aún no se ha identificado y que estaba emparentado con el T. rex.

Fotografía de Julius Csotonyi

Los primeros fósiles documentados de crías de tiranosaurio revelan que unos de los depredadores más grandes que han pisado la Tierra tenían el tamaño aproximado de un chihuahua y una cola muy larga al nacer.

Los fósiles —una garra de un pie y una mandíbula inferior— pertenecen a tiranosaurios que aún están en la etapa embrionaria, es decir, que habrían estado dentro de sus huevos. Se descubrieron en yacimientos fósiles diferentes en el oeste de Norteamérica y ambos datan de hace 71 a 75 millones de años, cuando los tiranosaurios acababan de convertirse en depredadores apicales en sus entornos.

La garra diminuta se descubrió en un yacimiento de la formación del cañón de la Herradura en 2018, dentro de las tierras de las Naciones Originarias de Canadá en Alberta. La mandíbula también se halló en terreno indígena, en la formación Two Medicine, en Montana, en 1983. Los describió la semana pasada el paleontólogo de la Universidad de Edimburgo Gregory Funston en la reunión anual virtual de la Sociedad de Paleontología de Vertebrados.

La importancia de los huesos no resultó evidente nada más descubrirlos. Mientras era estudiante de posgrado en Alberta, Funston estaba investigando la identidad de la garra del pie cuando su tutor, Philip Currie, le mostró el trocito de la mandíbula encajada en piedra, demasiado delicada para retirarla de la roca. «No estaba convencido en absoluto de que se tratara de un tiranosaurio», cuenta Funston. Pero cuando una ecografía tridimensional y una reconstrucción demostraron la mandíbula con todo lujo de detalle, Funston cambió de opinión.

Reconstrucción de la mandíbula del embrión de tiranosaurio

Una reconstrucción tridimensional de la mandíbula del embrión de tiranosaurio, en la parte inferior de la imagen, comparada con los huesos de la mandíbula de otros tiranosaurios conocidos. La imagen que está más abajo es la mandíbula a 10x la escala de las otras imágenes a modo de comparación y la pequeña silueta demuestra lo grande que es el espécimen comparado con las otras mandíbulas.

Fotografía de © Gregory Funston, 2020

El paleontólogo de la Universidad del Estado de Oklahoma Evan Johnson-Ransom, que no participó en la investigación, está de acuerdo en que los huesos son «prueba diagnóstica y discernibles» de otros dinosaurios. En particular, la mandíbula se parece mucho a las de los tiranosaurios conocidos.

«Entonces supimos que teníamos la oportunidad de aprender mucho sobre las crías de tiranosaurio, que hasta entonces habían sido un misterio», afirma Funston. La mayoría de los tiranosaurios del registro fósil son animales adultos o juveniles. Los paleontólogos han creado reconstrucciones especulativas de las crías de tiranosaurio, pero nadie conocía su aspecto real. La garra y la mandíbula por fin han permitido a los expertos comparar el registro fósil con sus expectativas.

Un bebé tirano

Los nuevos fósiles revelan que las crías de tiranosaurio eran diminutas comparadas con los adultos; solo tenían una décima parte de la longitud de los tiranosaurios plenamente desarrollados. En cambio, una cría de elefante africano mide casi un cuarto de la altura de los adultos. La mandíbula pertenecía a un tiranosaurio que medía casi 76 centímetros de largo y la garra pertenecía a un animal de poco más de 90 centímetros de largo.

Aunque una cría de casi un metro de largo nos puede parecer bastante grande, los dinosaurios habrían eclosionado con un tamaño ínfimo junto a adultos que alcanzaban nueve metros de largo y pesaban casi tres toneladas. La mandíbula tiene unos dientes diminutos que coinciden con lo que los expertos denominan «dientes deciduos», los primeros dientes que enseguida son remplazados por un conjunto funcional de incisivos a medida que los animales crecen.

Con dientecitos afilados como cuchillas y mandíbulas pequeñas, es probable que las crías de tiranosaurio se alimentaran de insectos y lagartos. Las opciones de presas cambiaban a medida que los dinosaurios se desarrollaban. Los especímenes de T. rex, por ejemplo, sugieren que estos carnívoros se alimentaban de dinosaurios pequeños para cuando cumplían 11 años; para los 22, ya podían aplastar los huesos de grandes herbívoros e incluso de otros tiranosaurios.

«Los tiranosáuridos embrionarios nos dan una idea del tamaño de una cría y del tamaño de los huevos de los tiranosáuridos», afirma Johnson-Ransom. Nadie ha identificado todavía huevos ni crías de tiranosaurio, pero el tamaño de los nuevos embriones coincide con los huevos grandes y alargados que los paleontólogos ya habían descubierto antes. Por el tamaño de los embriones, los investigadores creen que los tiranosaurios estaban hechos un ovillo dentro de huevos que medían unos 43 centímetros de largo.

En busca de fósiles pequeños

Los nuevos fósiles aportan varias pistas para buscar más embriones y crías de tiranosaurio. Hasta ahora, a los investigadores les desconcertaba no haber descubierto tiranosaurios jóvenes. No se sabía si las madres T. rex anidaban en lugares diferentes o si algo más escondía los restos de sus crías, aunque los paleontólogos sí habían descubierto huevos y crías de otras especies como hadrosáuridos (o dinosaurios «pico de pato»).

Ahora parece que los tiranosaurios estaban ocultos a plena vista. Tanto la garra como la mandíbula se descubrieron en yacimientos donde se han hallado huevos y huesos de otras especies.

«Teniendo en cuenta que hemos encontrado ambos huesos embrionarios en lugares donde hemos hallado huesos embrionarios de otros tipos de dinosaurios, nos aporta una buena pista de que los tiranosaurios anidaban en las mismas zonas» que otras especies, afirma Funston.

A menudo, en una excavación los paleontólogos recogen más especímenes de los que tienen tiempo de estudiar en detalle en ese momento, así que podría haber otros fósiles de crías de tiranosaurios ocultos en colecciones de museos. «Con suerte, estos nuevos huesos ayudarán a refinar la búsqueda» de otros fósiles, señala Funston, que también quiere investigar yacimientos conocidos en busca de más material con su equipo.

«Apenas hemos arañado la superficie de estos yacimientos y cada año encontramos más cosas», dice.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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