El equipo que busca a Amelia Earhart comparte teorías personales sobre su desaparición
Los miembros de la expedición que trata de encontrar los restos de la célebre aviadora se preguntan qué hizo hace 82 años y por qué lo hizo.
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Summer Farrell contempló la isla de Nikumaroro desde la cubierta posterior del E/V Nautilus. Farrell, piloto y operadora del vehículo por control remoto (ROV), se preguntaba dónde podría haber aterrizado Amelia Earhart su Lockheed Electra 10e.
El Nautilus había llegado a la isla el día anterior en el marco de una expedición financiada por National Geographic. Farrell, integrante de la tripulación del Nautilus, había asistido a un curso intensivo sobre la teoría que exploraba la expedición: si Earhart había aterrizado en Nikumaroro en 1937 al no poder encontrar la siguiente parada en su vuelo alrededor del mundo.
Ahora, Farrell examinaba las pruebas. El sol se ponía sobre el atolón coralino deshabitado, una franja de vegetación densa y verde delimitada por una playa estrecha con un arrecife que se extendía ante ella. Donde la playa se desvanecía y el arrecife se ampliaba, era posible observar la laguna turquesa del centro de la isla.
Farrell estudió el arrecife y la laguna. El arrecife, aunque relativamente plano, estaba lleno de agujeros y era duro como la piedra, aunque la profundidad de la laguna turbia habría sido perceptible desde el aire. Earhart «tenía un tren de aterrizaje retráctil, así que aterrizar en el agua habría sido más seguro» con un fuselaje plano, afirmó Farrell. «Pero la idea era aterrizar y volver a despegar, quizá el arrecife habría sido mejor, sobre todo si tenía que hacer un aterrizaje forzoso».
El naufragio del S.S. Norwhich City, un carguero que encalló en 1929, divide el arrecife entre la punta septentrional de la isla y la boca de la laguna. «Solo necesitas entre 450 y 600 metros» para aterrizar, dijo Farrell, señalando el arrecife. «Es un terreno considerable».
Especular sobre la desaparición de Amelia Earhart es casi irresistible, sobre todo para los participantes de una expedición que trata de descubrir qué le ocurrió. Los propios miembros de la tripulación se han preguntado —mientras llevaban a cabo duras labores como escudriñar las imágenes del ROV en busca de partes de aviones o peinar el nudoso coral blanco en busca de nudosos huesos blancos— qué hizo Earhart hace 82 años y por qué lo hizo.
En el extremo sudoriental de la isla de Nikumaroro, John Clauss y Andrew McKenna sopesaron la cuestión del lugar de aterrizaje de Earhart hundidos hasta los tobillos en fragmentos de coral al pie del árbol junto al que los perros forenses habían señalado dos años antes que había muerto alguien. Ambos son pilotos (McKenna es dueño de una escuela de vuelo) y miembros veteranos del Grupo Internacional para la Recuperación de Aeronaves Históricas (TIGHAR, por sus siglas en inglés), que respalda la hipótesis de que Earhart aterrizó en Nikumaroro y falleció allí como náufraga.
Durante años, el TIGHAR ha recopilado pruebas que sugieren que Earhart aterrizó en el arrecife al norte del pecio del Norwich City. Un oficial británico que exploraba la isla para un asentamiento colonial unos meses después de la desaparición de la aviadora sacó una foto en la que aparece una imagen borrosa que, según algunos analistas, es un tren de aterrizaje. Y la gente que vivió durante su infancia en el asentamiento de Nikumaroro informó posteriormente del hallazgo de partes de un avión.
Pero Clauss y McKenna tienen otros motivos para creer que Earhart no aterrizó en la laguna. McKenna explica que, en esa etapa de la historia de la aviación, los pilotos acostumbraban a aterrizar en lugares irregulares. «No había aeropuertos en ninguna parte», explica. «Por eso tenía unas ruedas enormes». Y un avión de un tamaño similar podría haber conseguido aterrizar en el arrecife justo nueve meses antes. «Ella lo habría sabido».
«No creo que sea justo cuestionar qué le pasó», añade Clauss. «Muy pocas personas recuerdan cómo era la aviación antes de la Segunda Guerra Mundial. Todo lo que tenemos ahora —normas, convenios— fue producto de la Segunda Guerra Mundial. El vuelo [de antes] era como el Salvaje Oeste». En ese contexto, aterrizar en un arrecife rocoso con marea baja habría sido algo razonable.
Sentado a la sombra de un cocotero en el lado de sotavento de la isla, Tom King, miembro veterano del personal de tierra y exarqueólogo del TIGHAR, cita una razón de un probable aterrizaje en el arrecife que no tiene nada que ver con la aviación. «Earhart no quería que este fuera su fin», afirma King. «Su intención era despegar y finalizar su vuelo alrededor del mundo». Pero si la teoría del TIGHAR es cierta, aterrizar sobre el coral duro dañó el avión, posiblemente inhabilitó su tren de aterrizaje y fue incapaz de despegar de nuevo.
En el Nautilus, Robert Ballard, el hombre que descubrió el Titanic, busca los restos del Electra en las aguas de Nikumaroro. Pero eso no le impide especular en sus horas libres sobre otras partes donde podría haber aterrizado. ¿Podría haber tocado tierra en el lado de barlovento de la isla o quizá en otra isla? Basándose en la cantidad de combustible que le quedaba, se pregunta «¿qué otras islas eran alcanzables y estaban deshabitadas y no se han rastreado?». Ha hecho los cálculos y la respuesta es muy pocas.
La búsqueda de Amelia Earhart es un enigma infinito y un reto del que Ballard disfruta. También disfrutan otros miembros de la expedición que se han preguntado cuánto tiempo podría haber sobrevivido Earhart en la isla, qué comía, si los cangrejos de los cocoteros se la comieron a ella, si su avión podría haber flotado intacto sobre el arrecife, si los rescatadores se esforzaron al máximo por encontrarla y, lo más doloroso, cómo habría cambiado el mundo esta ferviente feminista y pacifista de haber vivido. Quizá nunca sepamos las respuestas a algunas de estas incógnitas, pero la especulación continuará siempre y cuando el misterio siga sin resolverse.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.