Estas mujeres desvelaron los misterios del fondo marino
En una expedición de récord en la década de 1930, un grupo compuesto por una científica, una artista y una investigadora contribuyó a definir las ciencias del mar.
Este artículo forma parte de una serie semanal por el Mes de la Historia de la Mujer en la que contaremos las historias de las mujeres pioneras en National Geographic. Puedes leer más reportajes en el número de marzo de 2020 de la revista.
En 1930, los exploradores submarinos William Beebe y Otis Barton descendieron a las profundidades del océano Atlántico cerca de las Bermudas en un orbe de acero diminuto llamado batisfera. Fue la primera incursión seria en la exploración tripulada del fondo del mar y pronto sería una noticia internacional.
El universo de vida que observaron, según escribió Beebe en un reportaje de 1931 de National Geographic, era «casi tan desconocido como el de Marte o Venus». Añadió que la oceanografía moderna sabía tanto sobre el fondo del mar como si un estudiante de animales africanos estudiara roedores, pero aún no supiera que hay elefantes y leones vagando en estado silvestre.
Sobre el agua, un equipo de científicas garantizó que este nuevo artilugio funcionara sin problemas. Desde la cubierta del barco, la ayudante de laboratorio Jocelyn Crane Griffin ayudó a identificar la fauna marina. Al teléfono estaba Gloria Hollister Anable, técnica principal del Departamento de Investigación Tropical en la actual Wildlife Conservation Society, que apoyó la misión. Esta conexión telefónica, por un cable que iba desde la nave al barco, era la única línea entre Beebe y el mundo exterior, y nunca debía quedarse en silencio. (En una foto, la vemos sentada sobre una caja de madera con los cascos puestos y el pie de foto reza: «Cuando se interrumpió la comunicación, no tenía forma de saber si se había debido a las interferencias o a un accidente mortal».)
Anable y Beebe bromearon durante todo el trayecto y ella transcribió las observaciones de Beebe, que veía cómo nadaba la fauna de las profundidades marinas. La tarde del 19 de junio de 1930, transcribió el informe de Beebe desde una profundidad de 244 metros. «Lucecitas parpadeantes en la distancia todo el tiempo, de color verde claro. Anguilas, una oscura y una clara. Se acerca un gran Argyropelecus; de frente parece un gusano». Anable también le envió información sobre la profundidad, el tiempo y las condiciones meteorológicas.
Tras cada inmersión, enviaban los esbozos y las descripciones transcritas de Beebe al laboratorio de las Bermudas, donde Else Bostelmann los transformaba en ilustraciones. Aunque no vio nada desde dentro de la batisfera, a menudo se ponía un casco de buceo, se ataba los pinceles a una paleta de pinturas al óleo y llevaba su lienzo bajo el agua para pintar y encontrar inspiración. Más adelante describió la imagen como un «cuento de hadas» y contó que los sujetos que se encontraba cerca de la superficie (isabelitas azules, peces ardilla rojos y muchos más) la «perseguían o jugueteaban sobre el papel, solos o en bancos». Sus fantásticos dibujos de la fauna marina (peces con colmillos gigantes, crustáceos psicodélicos, un pez de piel negra nunca visto) hicieron que la expedición cobrara vida en National Geographic.
Anable escribió que los habitantes de las Bermudas llamaban al laboratorio «la Casa Mágica». En ella, el equipo diseccionó y registró los especímenes capturados en el fondo marino. Había muchos que los científicos no habían observado jamás. «Ante nosotros, en la mesa del laboratorio, es una serie de formas transparentes y fantasmagóricas de lo que, poco tiempo antes, eran seres negros y extraños de las profundidades», escribió en la newsletter del New York Zoological Society Bulletin en 1930. Experimentando con tintes, rayos X y soluciones químicas, Anable esperaba entender cómo funcionaban estas criaturas y cómo se habían adaptado para sobrevivir a profundidades tan inhóspitas.
Beebe fue objeto de burlas por contratar a mujeres, pero apoyó a su equipo. «Lo ridiculizaron mucho», contó al Smithsonian la historiadora y antropóloga ambiental Katherine McLeod tras ayudar a comisariar una exposición sobre la expedición en el museo en 2017. «Decían que la inclusión de mujeres en estos espacios era una desprofesionalización del campo». ¿Cuál fue su respuesta? Que había contratado a este equipo por sus «ideas sólidas y su investigación científica».
Anable y Griffin también se turnaron en la batisfera. Cuando descendió a 368 metros en una de esas inmersiones, Anable batió el récord de profundidad máxima alcanzada por una mujer.
Cuando finalizó la misión, Bostelmann siguió ilustrando para National Geographic y Anable dirigió una expedición científica en la actual Guyana. Durante la Segunda Guerra Mundial, la Cruz Roja le concedió una medalla por sus 8000 horas de trabajo voluntario.
En 1950, Beebe compró una casa antigua en la selva de Trinidad y fundó una estación de investigación de mariposas (u hotel, como lo llamaban). Griffin se unió al equipo para documentar y estudiar las «vidas privadas» de las mariposas, según escribió en un artículo de 1957 para National Geographic. «No solo tuvimos que amueblar la casa y proporcionar una comida excelente a nuestros insectos, sino también proveer compañía y espacios de cría adecuados». Griffin empezó a dirigir estaciones de campo en el Caribe y llevó a cabo un estudio internacional sobre cangrejos violinistas. Cuando Beebe falleció en 1962, ella lo remplazó como directora del Departamento de Investigación Tropical.
En la actualidad, hay una réplica de la batisfera en el vestíbulo de la sede de National Geographic en Washington, D.C. Más de 90 años después de la construcción del original, el artilugio sigue inspirando a los exploradores.
En una entrevista de 1991, preguntaron a la pionera submarina Sylvia Earle qué le inspiró a adentrarse en la oceanografía. Ella citó los relatos de Beebe. «Los acuarios del mundo, pese a su diversidad, carecen del tipo de criaturas que Beebe describió durante su exploración en la década de 1930», explicó. «Y a mí me parecieron verdaderamente inspiradoras».
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.