El coronavirus trastoca los planes de restauración de Notre Dame
La pandemia ha interrumpido la reconstrucción de la amada catedral, pero no es la primera vez que Europa se enfrenta a una situación similar.
La catedral de Notre Dame de París arde el 15 de abril de 2019.
En la catedral de Notre Dame de París, era un Viernes Santo como ningún otro en tiempos modernos. El sol primaveral atravesaba la nave sin tejado mientras los fieles llevaban cascos para protegerse de los escombros y monos desechables para protegerse de la contaminación por plomo. Sin embargo, el culto a la preciada corona de espinas, la preciada reliquia traída a Notre Dame desde Tierra Santa por Luis IX en el siglo XIII, siguió adelante tal y como había hecho durante cientos de años.
Era la segunda misa oficiada en los frágiles restos de la catedral desde que el fuego destruyó su icónica aguja y gran parte del tejado casi un año antes. Pero esta vez, a diferencia de la misa del pasado junio a la que asistieron decenas de personas cuando se cumplieron dos meses de la conflagración de Notre Dame, solo había unos cuantos fieles que mantenían el distanciamiento social. Además de los cascos de protección, varios de los asistentes llevaban mascarillas quirúrgicas para impedir la transmisión del virus que, hasta la fecha, ha infectado a más de 100 000 ciudadanos franceses y matado a al menos 12 000.
Un trabajador retira escombros bajo el andamiaje dañado del tejado de la catedral. Las mascarillas protegen a los obreros del polvo tóxico que se generó cuando se derritieron las tejas de plomo durante el incendio.
Fue el primer Viernes Santo que se celebraba en el corazón espiritual de París, dañado por el fuego, pero también el primer Viernes Santo de la pandemia de coronavirus. Las palabras de Michel Aupetit, el arzobispo de París, parecían estar cargadas de significado mientras se elevaban hacia el cielo primaveral desde el altar provisional del interior de Notre Dame:
«Hoy estamos en esta catedral medio derrumbada para decir que aquí aún queda vida».
Los escombros del incendio de Notre Dame deben retirarse a mano.
Un futuro incierto
El destino de la catedral de Notre Dame de París peligra aún más en las semanas desde que se declaró el confinamiento en Francia para responder a la amenaza de la COVID-19. En 2019, ya se había estimado que la estructura tenía una probabilidad de un 50 por ciento de sufrir más derrumbes parciales o totales. Y ya se había retrasado un ciclo de reconstrucción rápida —que, según previó inicialmente el presidente Emmanuel Macron, se completaría a tiempo para las Olimpiadas de París 2024— debido al trabajo minucioso necesario para retirar los restos tóxicos de su tejado de tejas de plomo. Después estaba la cuestión del andamiaje del siglo XXI, una masa metálica deformada por el calor encaramada peligrosamente sobre la estructura dañada y que iba a empezar retirarse a finales del mes pasado.
Los obreros se mueven cuidadosamente por la catedral dañada y a menudo cuelgan de cuerdas para evitar añadir más peso a las vigas frágiles.
Ante la pandemia, todas las obras de Notre Dame se han paralizado desde el 16 de marzo. La catedral dañada, acordonada de la comunidad que ayudó a mantenerla durante siglos, se ha quedado sin su equipo de disminución de plomo y sin los audaces obreros encargados de retirar los andamios a quienes llaman afectuosamente «ardillas». Mientras los guardias de seguridad patrullan el perímetro, los ingenieros observan con cautela los sistemas de supervisión remota con láser que pueden detectar cualquier movimiento estructural que prediga el colapso de esta obra maestra gótica. Los ladrones ya se han aprovechado del confinamiento para intentar hacerse con bloques de la estructura sagrada.
«Me preocupa mucho la seguridad de todo [en Notre Dame]», afirma Lindsay Cook, que enseña historia arquitectónica y arte medieval en el Vassar College. «Lo único que hemos oído en los últimos meses es que la situación sigue siendo muy frágil. Y dejarla así sin más me parece buscarse problemas con el paso del tiempo».
En este negativo en papel encerado aparece la fachada de la catedral de Notre Dame en 1863.
El interior de la catedral en una foto sin fecha.
La reconstrucción en tiempos difíciles
¿Cómo sabremos cuándo se completará la reconstrucción de la catedral de Notre Dame y cómo será el resultado final? Es imposible saberlo en un mundo en el que las normas del día a día parecen cambiar y deshacerse en cuestión de semanas. Pero el destino de otra catedral icónica parcialmente destruida por el fuego durante la Segunda Guerra Mundial podría ser ilustrativo.
Como Notre Dame de París, la catedral de Colonia, Alemania, es una catedral gótica gigantesca que ha sido el corazón espiritual de una gran ciudad y un apreciado símbolo nacional. Su construcción a orillas del río Rin comenzó en 1248, solo 85 años después de que se colocara la primera piedra de Notre Dame en el suelo de la Île de la Cité parisina. La construcción de la casa principal de culto católico de Colonia, inspirada en otra gran catedral gótica francesa, avanzó a trompicones hasta que se abandonaron las obras durante el siglo XVI. Al igual que Notre Dame, la catedral de Colonia recibió un aprecio renovado y se reconstruyó durante el movimiento neogótico del siglo XIX, cuando se convirtió en un símbolo imponente de las ambiciones germanas pasadas y presentes. Durante unos pocos años de la década de 1880, la catedral de Colonia fue el edificio más alto del planeta y (con 157 metros) sigue siendo la iglesia con agujas gemelas más alta del mundo.
Pero mientras que Notre Dame de París se salvó de los estragos de la II Guerra Mundial pese a los bombardeos de las fuerzas aliadas y alemanas en la capital francesa, la catedral de Colonia fue objeto de los bombardeos estadounidenses y británicos en 14 ocasiones entre 1942 y 1943. Cuando la guerra terminó, el 90 por ciento del centro de la ciudad de Colonia estaba en ruinas y la catedral, ahora sin tejado y llena de agujeros de bala, era el único edificio que se elevaba de un centro arrasado.
Las partes del techo abovedado de Notre Dame que sobrevivieron al incendio siguen siendo peligrosamente frágiles y la catedral aún corre peligro de volver a derrumbarse.
El destino de las catedrales europeas dañadas tras la guerra varió según la geografía, la política y el grado de destrucción. Las ruinas de la catedral británica de Coventry, por ejemplo, no llegaron a restaurarse y se incorporaron a un templo modernista a modo de recordatorio de los estragos de la guerra. En la mitad oriental de Europa que acabó tras el telón de acero, muchas iglesias góticas deterioradas, como la Sophienkirche de Dresden, se consideraron símbolos de la preguerra y el pasado presocialista y simplemente se demolieron.
En una Alemania occidental derrotada y ocupada tras la guerra, la reconstrucción varió de una ciudad a otra. Los ciudadanos de Colonia, respaldados por una diócesis rica y con la financiación de la comunidad católica, decidieron convertir la reconstrucción de su catedral en una prioridad. Para 1948, antes de la creación del gobierno nacional alemán y la llegada del Plan Marshall, el ábside principal de la catedral de Colonia, donde se encuentra el altar mayor, se había reconstruido para celebrar el 700º aniversario del edificio. Para 1956, solo 11 años después del final de la II Guerra Mundial, ya se celebraban misas bajo la nave reconstruida de la catedral.
En esta ilustración del siglo XVIII aparece la catedral en ruinas de Colonia antes de su restauración en el siglo XIX.
En esta foto del 16 de abril de 1945, dos soldados estadounidenses contemplan la catedral de Colonia desde debajo de un arco del puente Hohenzollern en ruinas.
A diferencia de las precipitadas obras de estabilización de la catedral de Colonia realizadas durante la primera década de posguerra, la reconstrucción de Notre Dame se basará en una serie de convenios de patrimonio cultural adoptados por la comunidad internacional en los años y las décadas posteriores a la II Guerra Mundial. Estos convenios prescriben meticulosamente los métodos y materiales que deberían usarse en restauraciones modernas, lo que hace que el plan de reconstrucción de cinco años de Macron —o incluso uno de 10 años— sea extremadamente improbable. Incluso el actual arquitecto jefe de la catedral de Colonia opinó en los días posteriores al incendio de Notre Dame que era probable que la reconstrucción de la venerada catedral francesa llevara décadas.
Otra pregunta importante es cómo decidirán Francia y la Unión Europea destinar los recursos tras la crisis de coronavirus que, según se prevé, desembocará en la recesión económica más pronunciada desde la II Guerra Mundial. ¿Se materializarán los casi 900 millones de euros prometidos en los días posteriores al incendio? Y ante los llamamientos a fortalecer la red de protección social, ¿quedarán en segundo plano las iniciativas de reconstrucción de la catedral?
Una misa celebrada en las ruinas de la catedral de Coventry en 1944, después de que la estructura fuera destruida por los bombardeos alemanes.
La celebración de la primera misa en la nueva catedral de Coventry en 1962. Las ruinas de la catedral de Coventry de preguerra se dejaron tal y como estaban y se incorporaron a un edificio de posguerra.
Según Sheila Bonde, profesora de historia del arte, arquitectura y arqueología medieval en la Universidad de Brown, esta es la misma pregunta que se hicieron muchos países europeos cuando tuvieron que enfrentarse a los templos destruidos tras la I y la II Guerra Mundial. «¿Reconstruyes el corazón de una ciudad reconstruyendo su centro simbólico o se necesitan fondos para servicios sociales? Creo que tendrán que tomarse decisiones muy duras para equilibrar estas necesidades», se pregunta Bonde.
Finalmente, ¿qué papel adoptará una catedral de Notre Dame renovada en una Europa post-COVID-19? Astrid Swenson, profesora de historia en la Universidad de Bath Spa que ha escrito sobre la historia de la catedral de Colonia, indica cómo la catedral, símbolo del nacionalismo alemán durante la época nazi, se renovó tras la II Guerra Mundial como símbolo del renacimiento paneuropeo que tuvo lugar tras la guerra que desgarró el continente.
Solo el tiempo dirá si una Notre Dame de París renovada servirá como fuerza unificadora para una Unión Europea que resurgirá de la crisis del coronavirus o como símbolo del orgullo francés y el excepcionalismo que encabeza una ola de nacionalismo que ya había empezado a fracturar la UE mucho antes de que el coronavirus traspasara sus fronteras.
«No sé si el momento de la reconstrucción [de Notre Dame] importa ni si estas grandes formas de restaurar la arquitectura en el pasado podrían reconstruirse y usarse para dar pie a nuevos símbolos. Podría ocurrir después de la pandemia o podrían centrarse más en la justicia social. No sé si podrá reproducirse la misma mecánica que hemos visto en el pasado», reflexiona Swenson.
Tras una pausa, prosigue: «A los historiadores se les da fatal especular, ¿verdad?».
Una versión modernista de las vidrieras creada por el artista Gerhard Richter se instaló en el crucero sur de la catedral reconstruida de Colonia en 2007.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.