La catedral de Notre Dame: 800 años de historia arden en París
Rodeada por las aguas del río Sena y emplazada en la pequeña isla de la Cité, las imágenes de la emblemática catedral de Notre Dame en llamas mantuvieron ayer al mundo entero encogido ante el derrumbe de su aguja medieval.
La emblemática catedral gótica de Notre Dame es desde hace cientos de años uno de los monumentos más famosos de la capital francesa y un icono histórico a nivel mundial. Rodeada por las aguas del río Sena y emplazada en la pequeña isla de la Cité, la catedral de Nuestra Señora mantuvo ayer al mundo entero encogido durante horas ante las imágenes de sus muros ardiendo hasta provocar el derrumbe de su aguja medieval.
En sus 800 años de vida, esta catedral ha sobrevivido estoicamente a una convulsa historia que había amenazado en numerosas ocasiones su supervivencia y, tras ser reducida a ruinas, un proyecto de restauración la elevó de nuevo hasta el cielo en el siglo XIX.
Casi dos siglos de construcción
Su construcción comenzó en 1163 y tardó casi dos siglos, 182 años, aunque fue modificada en numerosas ocasiones a lo largo de su historia. Dedicada a María, madre de Jesucristo, esta catedral alberga la reliquia de la corona de espinas.
Situada a las orillas del río, Notre Dame controlaba las mercancías que cruzaban el río, regalando a París su privilegiada situación como potencia europea. El suelo sobre el que se erige arrastraba ya un amplio historial de culto religioso desde la época en la que los celtas celebraban allí sus ceremonias. Posteriormente, los romanos construyeron un templo al dios Júpiter y, en el año 528, se instauró también allí la primera iglesia cristiana de París, la basílica de Saint-Etienne.
Fue en 1160 cuando el obispo Marice de Sully consideró que la iglesia de San Esteben no era digna de los nuevos valores, enamorado de la luz y las formas del nuevo estilo gótico. Por ello, durante el reinado de Luis VII, el proyecto se puso en marcha y fue bendecido económicamente por todas las clases sociales, lo que posibilitó que su construcción no tropezase con problemas de orden financiera, algo común en aquella época.
La primera piedra de la catedral fue colocada en 1163 en una ceremonia a la que acudió el papa Alejandro III, aunque existen dudas sobre quién de ellos colocó esa primera roca. A pesar de que el obispo consagró su vida a la construcción de esta catedral, falleció más de cien años antes de que finalizara siquiera la construcción de su estructura principal.
No fue hasta el siglo XIII cuando comenzó la construcción de la fechada y de las dos torres que la coronan, de 69 metros de alto cada una. En este momento, comienzan a levantarse de manera simultánea otras catedrales a su alrededor: la catedral de Reims, la catedral de Chartres y la catedral de Amiens.
El escenario de la cotidianidad parisina
En 1431, el primer monarca coronado en la catedral de Notre Dame no fue francés, sino que se trató de Enrique VI de Inglaterra. Hasta entonces, la monarquía francesa nunca valoró especialmente la catedral de Notre Dame; comenzaban sus reinados en la de Reims y eran enterrados en la antigua basílica de San Dionisio.
Sin embargo, Notre Dame se había convertido en el telón de fondo sobre el que decenas de generaciones de parisinos habían dibujado sus vidas, un icono urbano que durante los años medievales albergó la famosa fiesta de los locos, cuyo legado ha llegado hasta nuestros días. En ella se celebraba una ceremonia en la que se nombraba como falso papa a un miembro humilde de la sociedad.
Ya en el siglo XVII, debido a que el diseño inicial limitó el tamaño de las ventanas para soportar el peso del techo, el rey Luis XIV decidió modificar las vidrieras y sepulcros para adaptarlas al nuevo estilo que guiaba el gusto arquitectónico: el Barroco.
Esta restauración no estuvo exenta de polémica. Se derribó el coro alto y las vidrieras de los siglos XII y XIII fueron reemplazadas por otros vidrios transparentes. Tan solo los rosetones conservan parcialmente su vidrio natural. También la puerta central a la catedral fue modificada para permitir el paso de los grandes carruajes.
Además, durante casi 100 años desde 1630, los orfebres parisinos encargaron un cuadro al año a artistas como Laurent de La Hyre hasta alcanzar un total de 77 pinturas.
Saqueos y devastación en la Revolución francesa
La transformación de esta maravilla arquitectónica continuó adaptándose a los cambios de la historia también en 1789, durante la Revolución francesa, que culminó con muchas zonas destruidas y muchos de sus tesoros robados.
El edificio, ya considerado un símbolo de poder, fue destruido y saqueado en numerosas ocasiones. Las 28 estatuas de la Galería de los Reyes, en la entrada principal, fueron decapitadas debido a que el pueblo las asociaba al linaje real de Francia, aunque realmente se trataba de antiguos reyes de Judea e Israel.
Los relicarios, las esculturas de la entrada y las estatuas de bronce también fueron destruidos durante la revolución, así como el plomo del tejado terminó sirviendo de munición para las armas. Tan solo se salvó la enorme campana Emmanuel, situada en la torre sur.
La sombra del esplendor
Descristianizada durante la revolución, la catedral volvió a su papel anterior cuando volvió la calma, aunque sin rastro de su esplendor anterior. Medio en ruinas, con los cristales rotos, nidos de aves en las bóvedas y sus esculturas y tesoros saqueados y profanados.
Con la llegada de Napoléon comenzó su reparación. En 1801 se firmó un acuerdo con la Santa Sede para recuperar el control de la catedral y restaurarla. Para 1804 ya se encontraba suficientemente recuperada, por lo que Napoleón quiso coronarse emperador allí.
En este punto, la catedral deja de verse casi como un lugar donde almacenar alimentos a apreciarse desde un prisma histórico y arquitectónico. Por ello, de la mano de arquitectos como Eugène Viollet-le-Duc o Jean-Baptiste-Antoine Lassus, la restauración de la catedral comenzó en 1844.
El jorobado de Notre Dame
A mediados del siglo XIX, el antiguo esplendor de la catedral ya bullía entre sus resquicios, algo que fue también consecuencia del novelista Victor Hugo, que tuvo un papel principal a la hora de despertar el interés por el pasado medieval y el arte histórico.
La historia del mundialmente conocido Quasimodo, el jorobado de Notre Dame, y de Esmeralda, despertó el encanto por este histórico escenario en el imaginario parisino de la época. El pueblo y las autoridades se volcaron en recuperar esta magnífica obra de arte.
El romanticismo del que surgió este movimiento culminó en la restauración total de la obra, que recuperó entre otros elementos la Galería de los Reyes y la fachada oeste. La famosa aguja desplomada en el incendio de ayer fue también obra de esta restauración de mediados del siglo XIX. Un instante cuyas imágenes han sido retransmitidas en el mundo entero ante espectadores sobrecogidos, conscientes de que, a pesar de la intención de restaurarla, un pedacito de sus 800 años de historia parisina, europea y mundial murió ayer entre las llamas.
National Geographic cronifica los esfuerzos heroicos para salvar uno de los monumentos más visitados de Europa en el nuevo especial, “Notre Dame: La increíble carrera contra el infierno”, que cuenta con imágenes exclusivas y entrevistas con bomberos de primera línea. Un especial de una hora que desglosa minuto a minuto el incendio del 15 de abril y que revela cómo los miembros de la Brigada de Bomberos de París arriesgaron sus vidas para preservar este Patrimonio de la Humanidad, de 856 años de antigüedad. Estreno el domingo 15 de septiembre, a las 22:00 horas.