Con el ascenso de los talibanes, la incertidumbre se cierne sobre los tesoros históricos de Afganistán
Algunos expertos en patrimonio cultural conservan la esperanza, pero otros están cada vez más nerviosos sobre la retirada de los soldados estadounidenses y europeos de este maltrecho país.
Esta cabeza de Buda, un símbolo del patrimonio budista de Afganistán, se mantiene en el Palacio Presidencial de Kabul para protegerlo.
En septiembre, cuando las últimas fuerzas de la OTAN se retiren de Afganistán, muchos temen que el país sufra otra guerra civil brutal que termine con el colapso del gobierno respaldado por Estados Unidos y el triunfo de los talibanes. Esta posibilidad parece especialmente siniestra para aquellos encargados de proteger el patrimonio cultural del país, que es inusualmente diverso.
Al fin y al cabo, el último año en que los talibanes estuvieron en el poder, 2001, volaron las estatuas más grandes del mundo, los Budas de Bamiyán, masacraron el Museo Nacional de Kabul y participaron en saqueos lucrativos de yacimientos antiguos. La orgía de destrucción sin precedentes, dirigida especialmente a los restos preislámicos, los convirtió en parias internacionales.
Las fuerzas talibanes saquearon el Museo Nacional de Afganistán a principios de 2001, destruyendo imágenes como la cabeza de este Buda sostenida por un comisario del museo.
Sin embargo, recientemente los talibanes —que se autodenominan el Emirato Islámico de Afganistán— prometieron respetar la historia de Afganistán. En un comunicado sorprendente, ordenaron a sus seguidores que «protejan, vigilen y preserven» las reliquias, detengan las excavaciones ilegales y salvaguarden «los yacimientos históricos».
Añadieron que prohibirían la venta de objetos en el mercado de obras de arte. «Nadie debería intentar perturbar estos sitios ni pensar en utilizarlos para su beneficio», decía el comunicado. El anuncio de los talibanes no fue una sorpresa para Cheryl Benard, que dirige la Alianza para la Restauración del Patrimonio Cultural (ARCH, por sus siglas en inglés) con sede en Washington D.C. Declaró que, el pasado otoño, el grupo presionó a ambos bandos para que abordaran este tema.
Noor Agha Noori, que dirige el Instituto de Arqueología de Afganistán, se muestra escéptico ante la posibilidad de que los talibanes hayan pasado página. «La verdad es que estamos muy preocupados por el futuro del patrimonio cultural si los talibanes llegan al poder», afirma, señalando que existen pruebas de que los islamistas todavía saquean los yacimientos para generar ingresos.
Esta estupa, o santuario budista, construida en el siglo IV, en la provincia de Parwan, en el este de Afganistán, era un repositorio para reliquias sagradas. Se han realizado obras para estabilizar y restaurar esta estructura antigua.
Un camino atraviesa unas murallas antiguas que rodeaban Balj, un oasis en Asia Central conocido como «la madre de todas las ciudades». Los arqueólogos han desarrollado un plan para salvar las murallas.
Mohammad Fahim Rahimi, director del Museo Nacional de Kabul, también es cauteloso. «Por desgracia, el comunicado no es claro, sobre todo en lo que respecta al patrimonio preislámico. Sabemos lo que ocurrió con la colección durante la guerra civil y en 2001». Los conservadores de los museos tardaron años en recomponer las numerosas esculturas de piedra y madera que los saqueadores destrozaron intencionadamente.
Otros se sienten más optimistas respecto a que el diálogo entre los talibanes y el gobierno afgano tenga en cuenta la necesidad de proteger el pasado de la nación para que forme parte de un posible tratado de paz. En diciembre, las autoridades del gobierno acordaron debatir sobre «garantizar la seguridad de los yacimientos históricos e islámicos» durante las negociaciones y el comunicado de febrero indica que hay voluntad por parte de los talibanes para colaborar en este tema candente.
«Es un paso grande y positivo», dijo Nasratullah Hewadwall, que representa a ARCH en Kabul. Señaló que el año pasado el grupo islamista repudió la destrucción de los Budas de Bamiyán en 2001. Otros han culpado a Al Qaeda de esta acción y a su forma extrema de islam que se opone a que el arte reproduzca formas humanas o animales.
Fotografías sacadas en la década de 1920 documentan cabezas de Buda y moldes de arcilla descubiertos hace un siglo por arqueólogos franceses. Aunque ahora tiene mayoría musulmana, en su día Afganistán fue un centro importante de enseñanzas, arte y actividad misionera budista.
Ahora, dice, los líderes talibanes parecen comprender tanto la importancia económica de los antiguos yacimientos como posibles centros turísticos, así como los escollos de relaciones públicas que supone la destrucción sin sentido.
Queda mucho que perder. Como encrucijada geográfica de Asia Central, Afganistán ha atraído a mercaderes, peregrinos y ejércitos desde que Alejandro Magno llegó y se casó con una princesa afgana.
Aquí, el budismo se extendió a China, mientras que el zoroastrismo, el cristianismo, el judaísmo y el hinduismo florecieron antes y después de la llegada del Islam en el siglo VII d.C. Como principal arteria de la Ruta de la Seda, conectando India con Irán y China, Afganistán está plagado de restos de antiguas ciudades, monasterios y caravasares donde se alojaban los viajeros, como Marco Polo cuando se dirigió a la reluciente corte de Kublai Khan.
El espectro del caos
Puede que los expertos en patrimonio cultural estén divididos respecto a la sinceridad de los talibanes, pero están de acuerdo en que el caos, y no el dominio islamista, supone el mayor peligro.
Un Buda esculpido en arcilla, ahora en el Palacio Presidencial, revela influencias de la India y Grecia.
La cantería compleja adorna las ruinas de la mezquita de Noh Gunbad del siglo VIII, la estructura islámica más antigua de Afganistán. Se ha construido un techo para proteger las ruinas vulnerables.
«Nuestros miedos no son tanto por la posible amenaza que plantean los talibanes, sino por la posibilidad de una ruptura de la ley y el orden», dijo Jolyon Leslie, conservacionista que actualmente trabaja para apuntalar una antigua estupa budista a las afueras de Kabul. Ha trabajado para involucrar a las comunidades locales que gozan de la mejor posición para proteger dichos monumentos.
Hewadwall sostiene que ya prevalece el caos, sobre todo en regiones rurales. La falta de seguridad y las alianzas cambiantes han permitido que los saqueadores —ya sean de aldeas pobres, bandas errantes, talibanes o diversas milicias— roben artefactos que después son contrabandeados a mercados de obras de arte como Dubái. Los yacimientos budistas, a menudo llenos de estatuas muy valiosas, se han visto especialmente afectados.
A pesar de los miedos de un régimen dominado por los talibanes, el mes pasado Estados Unidos devolvió a Afganistán 33 artefactos cuyo valor se estimaba en 1,8 millones de dólares. Los objetos habían sido robados en la última década y formaban parte de una amplia colección propiedad de un marchante de arte de Nueva York.
«Estas obras recuperadas son piezas irremplazables de la cultura diversa y la rica historia de Afganistán», declaró Roya Rahmani, embajadora afgana, en la ceremonia de repatriación en Nueva York. «Es un gran honor ayudar a facilitar su regreso a casa».
La cúpula decorada de la tumba de Shahzada Abdullah en Herat, una ciudad cerca de la frontera con Irán, ha sido estabilizada y conservada en los últimos años.
Herat fue una de las mayores ciudades de Asia Central en el siglo XVI, con santuarios elegantes como este dedicado a Shahzada Abdullah.
¿Sobrevivirán a los próximos años? Fredrik Hiebert, arqueólogo de National Geographic que ayudó a identificar los artefactos, dijo que confía en que las autoridades afganas, que a menudo se han arriesgado ser detenidos e incluso asesinados para proteger yacimientos y museos durante el último régimen talibán, son las más capaces de mantener a salvo el pasado de la nación. «Serán buenos guardianes», indicó. «Confío totalmente en ellos».
Un nuevo ataque provoca miedos
Tres días después de la ceremonia en Nueva York, las fuerzas talibanes emboscaron y mataron a los soldados del gobierno que protegían Mes Aynak, un antiguo complejo budista a las afueras de la capital. El sitio incluye un almacén que originalmente contenía unos 8000 artefactos budistas, señala Noori. Debido a la falta de seguridad, las autoridades ya habían trasladado unos 3000 objetos a la seguridad del Museo Nacional.
Pero Noori añade que unas cuantas excavaciones arqueológicas prosiguen en todo el país, como la excavación afgano-francesa en la ciudadela de Kabul. En marzo, el Ministerio de Información y Cultura anunció que, con el apoyo de Turquía, había empezado a reconstruir el lugar donde nació Rumi, el poeta del siglo XIII, en la ciudad septentrional de Balj.
La Ciudadela, que destaca sobre el mercado de la ciudad vieja de Herat, hizo las veces de fuerte, palacio, tesorería, arsenal y cárcel durante siglos. Hoy, tras las labores de restauración respaldadas por la Embajada de Estados Unidos y otras organizaciones, alberga un museo.
«Cuando llegue la paz duradera a nuestro país, estaremos ansiosos por compartir este patrimonio con el mundo», dijo Murtaza Azizi, alto funcionario del ministerio. «Esperamos que crezca nuestro sector turístico —y con él, la economía—, no solo en Balj, sino en todo Afganistán».
Si el patrimonio cultural amenazado del país podrá salir intacto de la crisis actual no es solo una cuestión de proteger objetos y edificios antiguos, dijo Omar Sharifi, director del Instituto Americano de Estudios sobre Afganistán en la Universidad de Boston. «Se trata de la preservación de nuestra gente».
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.