¿Qué hay detrás del enorme crecimiento de las meglaiglesas?
Miembros de la congregación de la Iglesia Hillsong se reúnen en un acto en Nueva York. Fundada en Australia, esta megaiglesia se ha convertido en una de las mayores del mundo, con casi 1100 sedes en 27 países.
Es domingo por la mañana en la Iglesia Cristiana Central en Henderson, Nevada (EE. UU.), y las paredes negras de su auditorio iluminado palpitan con la música de una banda de rock de siete integrantes, junto con los cantos, bailes y aplausos de unos 4850 feligreses (más del doble de los que llenarían el teatro más grande de Broadway).
En los dos enormes monitores de pantalla plana que flanquean el escenario puede verse cómo una procesión constante de feligreses va entrando en lo que parece ser un jacuzzi gigante, donde son sumergidos y bautizados meticulosamente por dos miembros de la iglesia.
Es un mar de humanidad en busca de santidad, pero la montaña de cuerpos sobre butacas acolchadas (nada de bancos de madera) es solo la punta de este iceberg evangélico: la asistencia semanal de Central supera habitualmente las 21 000 personas no solo en el local de Henderson, sino también en su red de sucursales satélite en Nevada, y a nivel nacional e incluso en el extranjero. Aunque en Henderson se reúne un número considerable de feligreses, en realidad la cifra no es nada comparada con las congregaciones de megaiglesias cristianas más grandes del mundo, que pueden sumar hasta 480 000 personas.
El Instituto Hartford para la Investigación Religiosa define megaiglesia como cualquier congregación cristiana protestante con más de 2000 miembros; las iglesias con 10 000 o más, como Central, se conocen como gigaiglesias.
No es un fenómeno particularmente nuevo: globalmente, la primera megaiglesia reconocida fue la del Tabernáculo Bautista Metropolitano de Londres (Reino Unido), fundada en 1861 por el temprano predicador evangélico y escritor Charles Spurgeon. En EE. UU., la controvertida predicadora de la década de 1920 Aimee Semple McPherson atraía regularmente a más de 5000 fieles en el Templo Ángelus de Los Ángeles.
Lo que es relativamente nuevo es el sorprendente crecimiento reciente de congregaciones que hacen que esas enormes comunidades parezcan pequeñas iglesias de pueblo. Según el Instituto Hartford de Investigación Religiosa, cerca del 70 por ciento de las megaiglesias estadounidenses ahora cuentan con múltiples ubicaciones satélite, frente al 23 por ciento de las iglesias en el año 2000. Y casi la mitad de estas iglesias cuentan con cuatro o más locaciones.
En España, aunque las creencias católicas siguen siendo con diferencia las más seguidas, el número de seguidores de otro tipo de creencias cristianas no para de crecer en las últimas décadas y algunos informes apuntan a que hay cerca de un millón de evangélicos en el país. Aunque el aumento notable del número de centros de culto todavía no ha derivado en megaiglesias destacadas.
Ese crecimiento no ha sucedido por casualidad: la mayoría de las megaiglesias están recurriendo a la investigación geográfica y demográfica para determinar dónde expandirse a continuación.
La geografía de las megaiglesias
A la hora de erigir un santuario del tamaño de un hangar de aviones, los responsables de estas iglesias gigantescas no dejan precisamente al arbitrio la elección de la nueva ubicación: actúan como cualquier otro negocio inmobiliario más.
Para la Iglesia Central, la fase de crecimiento comenzó a mediados de los años 90, cuando su congregación se mudó 16 kilómetros al sur de Las Vegas a Henderson. Esta ciudad suburbana, lentamente desarrollada, atrajo a los líderes de la iglesia porque les ofrecía la oportunidad de construir en un terreno de 32 hectáreas, al tiempo que permanecían cerca de la congregación histórica de Central. Pero en la década siguiente, a medida que el suburbio se expandía y la iglesia comenzaba a atraer a un círculo más amplio, la logística de simplemente llegar a la iglesia (debido tanto a la distancia como al tráfico) se convirtió en un desafío.
Construir campus adicionales parecía una solución. Pero, ¿dónde?
"Miramos el horario de las personas", dice Bob Wood, pastor asociado de Central. "Si tú le pides a la gente que conduzca 45 minutos para poder llegar a un lugar de culto, es probable que ese sea el único compromiso que hagan por la iglesia. En cambio, si solo tienen que conducir 15 o 20 minutos, es posible que comiencen a servir en la iglesia, o al menos que se unan a un grupo".
Tal y como se tienen bien aprendido desde hace mucho tiempo las pequeñas iglesias de barrio, dice, "cuando el viaje se acorta, el nivel de participación aumenta".
Llegó un punto en el que, para los líderes de la Iglesia Central, la solución se volvió evidente, según Wood: "Comenzamos a buscar ubicaciones que estuviesen en un radio de 15 o 20 minutos de nuestras otras ubicaciones. Ese es nuestro objetivo".
Gracias en gran parte a su habilidad inmobiliaria, Central es ahora la 13ª iglesia más grande de Estados Unidos, con instalaciones satélite en Summerlin y Sunrise Mountain, Nevada; además de Kingman, Arizona; Orange Beach, Alabama; y Newcastle, Australia, y Morelia, México, una ciudad colonial al oeste de la Ciudad de México.
Aunque más que por su hábil ubicación, las dos ramas internacionales de la iglesia surgieron en gran medida gracias a sendos miembros de Central que regresaron a sus países de origen: "Teníamos un tipo aquí en Central que regresó a México y tomó el control de la iglesia de su padre, que tenía alrededor de 15 a 20 personas. Había absorbido nuestro ADN y quería infundirlo allí abajo", dice Wood de la Iglesia Central. Ahora, la Iglesia Central de Morelia, con unos 400 miembros, es un satélite oficial de la congregación de Henderson.
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Servicios de Navidad en la Iglesia del Evangelio Completo de Yoido, en Seúl (Corea del Sur).
Así es como la demografía determina la geografía de una iglesia
El seguimiento de los datos demográficos de una zona, especialmente las tendencias de población, se ha convertido en una estrategia universal a la hora de elegir la ubicación de una iglesia, ya sea principal o satélite. Jack Graham, pastor de la Iglesia Bautista Prestonwood de Texas, se dio cuenta de ello a principios de la década de 1990, cuando a su congregación se le quedó pequeño el edificio del norte de Dallas.
“Teníamos un edificio en el norte de Dallas con capacidad para 3500 personas, pero también teníamos problemas de aparcamiento y corríamos el riesgo de construir demasiado en nuestro barrio”, explica Graham. “Nuestra única alternativa era mudarnos. Así que consultamos a los profesionales de nuestra iglesia, que determinaron que muchos de nuestros nuevos miembros venían de Plano, donde se estaba produciendo un auténtico boom demográfico”.
Hoy, con 17 000 miembros, Prestonwood es la 21ª mayor congregación de Estados Unidos.
Su estrategia demográfica no es muy distinta de las empleadas por grandes empresas cuando planean reubicarse o establecer nuevos puntos de apoyo.
“Empresas como Google o IBM intentan proyectar: '¿Dónde deberíamos estar en función de dónde está el talento?”, dice Elliott Scarangello, que estudia el lugar de trabajo y el análisis de la mano de obra para la consultora Cushman & Wakefield. Aunque la empresa no tiene actualmente ninguna megaiglesia entre sus clientes (la mayoría de ellas son tan grandes que suelen tener algunos fieles con conocimientos demográficos), Scarangello sostiene que, de tenerlas, se harían las mismas preguntas que con cualquier otra gran empresa.
“Las megaiglesias se preguntarán: '¿Dónde está la gente que busca una iglesia grande pero no tiene una cerca?”, dice.
Un estudio detallado de la población es el primer lugar donde hay que buscar.
“Hay que saber con qué frecuencia asisten a la iglesia las personas de una zona determinada”, dice. “¿Van a la iglesia principalmente porque son religiosas o sólo porque están cerca de una iglesia? Es posible saber cuánta gente escucha radio religiosa, pero no va a la iglesia, y eso podría ser una señal de que existe una desconexión entre ellos y las iglesias cercanas.
“Y, por supuesto, hay segmentos demográficos que van más a la iglesia. Las comunidades hispanas, por ejemplo, son mucho más propensas a ir a la iglesia con regularidad que la comunidad blanca millenial. Las personas con hijos también son más propensas a asistir a la iglesia”.
Y para las grandes iglesias que planean abrir campus adicionales cerca, añade, el cálculo más crítico es, en efecto, el tiempo de conducción.
“Pero hay un equilibrio”, dice. “Sí, quieres llegar a una distancia en la que haya un mayor número de personas encapsuladas en tu zona óptima. Pero tampoco quieres que esas zonas estén demasiado juntas, porque si no te vas a comer a los demás”.
Bajo la dirección de Graham, Prestonwood compró 56 hectáreas en Plano, a unos 20 minutos al norte del antiguo edificio de la iglesia, y construyó un complejo que incluye un centro de culto con capacidad para 7000 personas. En poco tiempo, Prestonwood pasó de ser una iglesia suburbana, que atraía sobre todo a los habitantes de las ciudades cercanas, a convertirse en una iglesia regional.
Graham ha seguido dirigiendo su mirada aún más al norte: en 2012, adelantándose a la continua expansión del área metropolitana de Dallas (y aprovechando que el valor de la propiedad sigue siendo relativamente bajo), Prestonwood inauguró un nuevo campus de 50 hectáreas en una localidad llamada Prosper, a unos 25 minutos al norte de Plano. Y ya ha comprado otro terreno en Gunter, a otros 40 kilómetros al norte de Prosper. El pueblo es, por ahora, un modesto cruce de caminos, como lo fue Plano en los años 1990.
“Es probable que desarrollemos Gunther en un futuro no muy lejano”, dice Graham, que señala que toda la expansión de la iglesia se ha producido junto a la autopista North Dallas Tollway, que llega hasta la frontera con Oklahoma.
Y cierra: “Es una especie de calzada romana propia. Solo estamos esperando el momento y la provisión de Dios”.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.