2018 fue el año más cálido para los océanos del planeta

El océano absorbe hasta el 93 por ciento del calor del cambio climático. Pero el impacto de ese calor es enorme y duradero.

Por Alejandra Borunda
Publicado 17 ene 2019, 13:37 CET
El océano Ártico
El océano Ártico en Barrow, Alaska, en junio de 2015, después del invierno más cálido registrado en Alaska.
Fotografía de Katie Orlinsky, Nat Geo Image Collection

Una investigación publicada el 16 de enero en Advances in Atmospheric Sciences sostiene que los océanos de la Tierra son más cálidos ahora que en ningún otro momento desde que los humanos empezamos a registrar sus temperaturas. Los océanos han absorbido más del 90 por ciento del calor atrapado por los gases de efecto invernadero emitidos por humanos, ralentizando el calentamiento de la atmósfera, pero provocando muchos más cambios desagradables en el clima del planeta.

Incluso un ligero calentamiento en el océano puede tener efectos drásticos. Otra investigación reciente demuestra que unos océanos más cálidos forman olas más fuertes. Las aguas más cálidas alimentan tormentas más intensas y aumentan los daños que infligen los huracanes y las tormentas tropicales. El calor añadido es perjudicial para los hábitats coralinos y estresa los caladeros. En torno a la Antártida, otro estudio sugiere que el hielo se derrite seis veces más rápido que en la década de 1980, un aumento que en parte se debe a las aguas más cálidas que rodean los límites del continente.

«Los océanos son el mejor termómetro que tenemos del planeta», afirma Zeke Hausfather, científico de energía y clima en la Universidad de California, Berkeley, que empleó los datos de calentamiento del océano publicados el día 16 en un análisis publicado la semana pasada en Science. «En el registro oceánico se observa el calentamiento global alto y claro».

El calentamiento de los océanos ha disparado el blanqueo de los corales

Encontramos el calor que faltaba

Ya en el siglo XIX, los científicos sospechaban que añadir dióxido de carbono a la atmósfera provocaría un aumento de las temperaturas del aire en todo el planeta. Para la década de 1960, cuando empezaron a mantener un registro minucioso de las temperaturas del aire y de los niveles de dióxido de carbono en todo el mundo, sus predicciones se habían corroborado.

Sin embargo, la atmósfera no parecía calentarse tanto como indicaban los cálculos. ¿A dónde había ido todo ese calor de más?

Algunos oceanógrafos sospechaban que los océanos estaban absorbiendo el calor que «faltaba», pero medir dicho calor resultaba mucho más complejo que medir las temperaturas del aire. Aunque los buques de investigación que atravesaban el océano sumergían de vez en cuando una sonda en el agua para probar la temperatura, esos datos eran señales diminutas en el vasto mar.

Los científicos reunieron los datos que pudieron encontrar, como observaciones de buques comerciales, registros históricos y datos navales. Y cuando lo recopilaron todo, los científicos se dieron cuenta de que los océanos estaban actuando como un enorme colchón del sistema climático, como una almohada gigante que amortiguaba el duro aterrizaje del cambio climático.

En la última década, las mediciones del contenido de calor del océano han mejorado drásticamente con una nueva herramienta: se han repartido por el océano unos 3.000 sensores autónomos denominados sondas Argo. Registran con regularidad las temperaturas en los primeros 2.000 metros de la columna de agua y han mejorado mucho la calidad de los datos con los que trabajan los científicos para calcular estas estimaciones.

Gracias a estas mediciones, ahora está claro que los océanos absorben más del 90 por ciento del calor que han atrapado nuestras emisiones de carbono en la atmósfera. La estimación más reciente, publicada la semana pasada, sitúa esa cifra en un 93 por ciento. Si todo el calor del océano absorbido de 1955 en adelante se añadiera de repente a la atmósfera, las temperaturas del aire se dispararían más de 30 grados.

En otras palabras, los océanos actúan como un gigantesco amortiguador térmico y nos protegen de sentir directamente todo el calor del cambio climático. Pero el calor no va a desaparecer.

El calentamiento se acelera

En 2018, el tramo principal de océano, desde la superficie hasta los 2.000 metros de profundidad, estuvo más cálido que nunca, algo más de una décima de grado Celsius más cálido que la media a largo plazo. Hasta ese pequeño bache fue suficiente para aumentar los niveles del mar casi 0,3 centímetros, simplemente porque el agua más cálida ocupa más espacio.

Pero 2018 culmina casi tres décadas de calentamiento constante y fluido cuyos resultados acumulativos pueden sentirse con más intensidad.

«El calentamiento parece pequeño en el día a día, pero se acumula con el tiempo», afirma Kevin Trenberth, científico del clima del Centro Nacional de Investigación Atmosférica en Colorado y autor del informe. La energía adicional acumulada en la atmósfera se filtra poco a poco en el océano y «por eso seguimos rompiendo récords año tras año», afirma.

Y lo que resulta más alarmante: según los autores del análisis publicado en Science la semana pasada, en estas últimas décadas, los océanos se han calentado casi un 40 por ciento más rápido que a mediados del siglo pasado.

Laure Zanna, científica del clima en la Universidad de Oxford que llevó a cabo un reciente inventario de la creciente absorción del calor adicional de los océanos, desde la Revolución Industrial, la cantidad de energía adicional atrapada en el océano como consecuencia de nuestras emisiones de gases de efecto invernadero es casi mil veces superior a la cantidad de energía empleada por los humanos cada año en todo el mundo.

Lo que ocurre ahora dura siglos

No existe un límite de la cantidad del calor de la atmósfera que los océanos pueden absorber: son enormes y profundos. Pero el océano tiene mucha memoria y el calor que absorba ahora permanecerá en el sistema durante siglos o incluso milenios. El fantasma de una fase fría de hace unos cuantos miles de años en el Atlántico Norte flota todavía por los océanos del mundo, según demostró un estudio publicado en Science a principios de enero.

Susan Wijffels, oceanógrafa en el Instituto Oceanográfico Woods Hole en Cape Code, las decisiones que tomemos ahora nos afectarán en el futuro. «El océano posee una capacidad enorme para absorber calor en una escala temporal tan larga. Pero también está bloqueando un compromiso en el sistema», afirma. Aunque parásemos de emitir gases de efecto invernadero mañana, el océano seguirá calentándose durante siglos y tardará aún más en deshacerse del calor adicional.

Es probable que sus efectos, según los autores de la nueva evaluación del calor, alteren la física marina y la fauna y flora marinas. Unos océanos más cálidos contienen menos oxígeno, lo que podría perjudicar a la biota, desde el plancton a las ballenas. Una temperatura básica más cálida aumenta las probabilidades de que se produzcan olas de calor marinas, como la que arrasó las aguas del noreste de China el verano pasado y arruinó la cosecha de pepino de mar en las aguas poco profundas. Zanna y sus colegas también han observado indicios de cambios en las principales corrientes que transportan calor y nutrientes por el océano.

Según Wijffels, se tardará siglos en observar la magnitud total de estos cambios.

«Cada molécula de CO2 que no pongamos en la atmósfera ahora nos salva de la posibilidad del calentamiento en el futuro», explica. «Esto pone de manifiesto que debemos reducir las emisiones ahora, todo lo que podamos».

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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