Un informe sostiene que comer carne tiene consecuencias «nefastas» para el planeta

Para alimentar a una población mundial creciente y frenar el cambio climático, los expertos afirman que debemos cambiar radicalmente nuestros sistemas de alimentación.

Por Sarah Gibbens
Publicado 17 ene 2019, 11:43 CET
Etiopía
Usando herramientas manuales y animales de tiro, una familia cultiva trigo en las tierras altas de Etiopía, propensas a la hambruna.
Fotografía de Robin Hammond, Nat Geo Image Collection

Existe una industria entera erigida en torno a la dieta. Se supone que la mayor parte de sus productos pretenden ayudar a la gente a perder peso, ganar músculo o vivir más tiempo.

Pero conforme la población humana aumenta a nivel mundial, los científicos se esfuerzan por diseñar un plan dietético que pueda alimentar a 10.000 millones de personas para el 2050.

Un nuevo informe, publicado en la revista médica británica The Lancet, explica cómo hacerlo. Recomienda una dieta basada principalmente en productos vegetales, complementada ocasionalmente con carne, lácteos y azúcar. El informe es obra de un equipo internacional de 30 científicos que estudian nutrición o política alimentaria. Durante tres años, deliberaron con el objetivo de crear recomendaciones que los gobiernos pudieran adoptar para hacer frente al reto de alimentar a una población en aumento a nivel mundial.

«Hasta los pequeños aumentos en el consumo de carne roja o lácteos harían que lograr esta meta fuera difícil o imposible», declara un resumen del informe.

Los autores del informe llegaron a sus conclusiones sopesando diversos efectos secundarios de la producción de alimentos. Incluyeron la emisión de gases de efecto invernadero, la utilización de agua y de cultivos, el nitrógeno o fósforo de los fertilizantes y las posibles consecuencias para la biodiversidad de que una región se convirtiera en terreno agrícola. Si se gestionan todos estos factores, los autores del informe afirman que podrían reducirse los gases que inducen el cambio climático y podrían reservarse terrenos suficientes para alimentar a la población mundial en aumento.

Según las conclusiones del informe, el consumo de carne y azúcar en todo el mundo debería descender un 50 por ciento. Según Jessica Fanzo, autora del informe y profesora de política y ética alimentaria de la Universidad Josh Hopkins, los grupos y lugares donde se comería menos carne variarán. Por ejemplo, el consumo de carne en Estados Unidos debería reducirse y remplazarse con frutas y verduras. Pero otros países que ya sufren problemas nutricionales podrían incorporar carne en casi el tres por ciento de su dieta.

«Nos encontraremos en una situación desesperada» si no actuamos, afirma Fanzo.

Seguir una tendencia vegana

Las recomendaciones de reducir el consumo de carne no son una novedad. El pasado octubre, un estudio publicado en la revista Nature estableció pautas similares para reducir el consumo de carne y azúcar.

Según Fanzo, lo novedoso de este informe son los pasos que fija para poner en práctica ese cambio. Describe estrategias que oscilan desde la medida simple y menos activa de compartir información a la más agresiva: eliminar las opciones para los consumidores.

«Creo que a la gente le resulta difícil en el día a día, porque los incentivos y las estructuras políticas establecidas no lo facilitan», afirma Fanzo. El informe explica que cambiar el tipo de prácticas agrícolas que reciben subsidios es una táctica para reestructurar el sistema de producción de alimentos. Con esto se modificaría el precio relativo de los alimentos y, así, se darían incentivos a los consumidores.

Según Fanzo, si un plan como este puede funcionar en todo el mundo es otra cuestión. «Con el gobierno actual, no creo que nadie vaya a dar ningún paso», señala.

Greg Miller es el director científico del Consejo Nacional Lácteo de los Estados Unidos. Además de citar los beneficios que tiene la leche para la salud, como el calcio o la vitamina D, desaconseja modificar el paisaje alimentario de los Estados Unidos.

«La vida de un millón de personas depende de los lácteos», dice Miller sobre quienes trabajan en granjas o están contratados por la industria láctea.

«Podríamos lograrlo con los incentivos y las políticas adecuadas», afirma Miller, refiriéndose a hacer que la industria láctea sea más sostenible. «Se necesitan subsidios para obtener una mejor tecnología. [Los ganaderos a pequeña escala] carecen de ingresos adicionales para hacer cosas que podrían hacerse».

Una mejor selección ha creado vacas capaces de producir más leche, por ejemplo, y los mejores sistemas de seguimiento pueden supervisar la ingesta de alimentos y el nivel de actividad de un animal.

Los debates sobre las emisiones

No todos los expertos están convencidos de que las dietas a base de productos vegetales sean la panacea de la seguridad alimentaria. Frank Mitloehner, experto en animales de la Universidad de California, Davis, lleva mucho tiempo haciendo hincapié en su opinión de que la carne ha estado desproporcionadamente vinculada a las emisiones que provocan el cambio climático.

Un carnicero de Texas
Un carnicero de Texas divide un lomo de carne de ternera en cortes diferentes.
Fotografía de Brian Finke, Nat Geo Image Collection

«Lo que más me preocupa es que, aunque el ganado tiene impacto, el informe lo pinta como la fuente principal de todos los impactos. La fuente principal de emisiones de carbono es, de lejos, la utilización de combustibles fósiles», afirma Mitloehner.

Según la EPA, la quema de combustibles fósiles para la industria, la generación de electricidad y el transporte representa el grueso de emisiones de gases de efecto invernadero. La agricultura es solo el nueve por ciento de las emisiones y el ganado el cuatro por ciento de estas, aproximadamente.

Mitloehner tampoco está de acuerdo con el método empleado por el consejo para determinar la cantidad de gases de efecto invernadero que produce el ganado y sostiene que se otorga demasiado peso al metano en los cálculos. Comparado con el carbono, el metano permanece en la atmósfera un periodo relativamente breve. Los científicos debaten cuánto tiempo exactamente, pero algunos estudios han demostrado que el metano desempeña un papel importante en el calentamiento del océano.

Reducir el desperdicio de alimentos 

Aunque las pautas dietéticas del informe han sido objeto de críticas, su presión para reducir el desperdicio de alimentos ha sido mejor recibida. Solo en Estados Unidos, se desperdicia casi el 30 por ciento de la comida. A nivel de la Unión Europea, España es el séptimo país que más comida desperdicia, según datos del Ministerio de Agricultura.

El informe describe estrategias para reducir el desperdicio tanto para consumidores como para productores. Una mejor tecnología de almacenamiento y de detección de la contaminación podría ayudar a las empresas a reducir la cantidad de alimentos que tiran, pero educar a los consumidores también se considera una estrategia eficaz.

Cambiar los hábitos de consumo y reducir el desperdicio de alimentos es una perspectiva desalentadora para muchos. Pero Kathryn Kellogg, autora del libro 101 Ways to Go Zero Waste, dice que se las apaña con 250 dólares al mes.

«Existen muchas maneras creativas de usar nuestra comida para evitar el desperdicio y creo que la mayoría no las conoce», afirma. Cita como ejemplos de sus hábitos más eficaces saber cómo cocinar cada parte de una verdura y ser consciente constantemente de la comida que tiene en la nevera.

Sin embargo, Kellogg vive en California cerca de barrios con acceso a mercados de agricultores. Para otras comunidades que viven en los denominados desiertos alimentarios —regiones que no disponen de acceso inmediato a supermercados o mercados—, el acceso a frutas y verduras puede ser más difícil.

«Todas las acciones que recomendamos están disponibles ahora», afirma Fanzo. «No son tecnologías futuristas. Es solo que no se practican a gran escala».

Los comisionados del informe celebrarán eventos en más de 30 países del mundo a partir de hoy. Su plan consiste en apelar a organizaciones internacionales, como la ONU, para que sean posibles ejecutoras de sus nuevas pautas.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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