Varias especies de peces amazónicos correrán peligro si el fuego destruye los hábitats fluviales
Los incendios que están arrasando la Amazonia brasileña suponen una amenaza para los peces que dependen de los bosques de inundación para sobrevivir.
Los graves incendios en la Amazonia de este año no solo han atraído la atención internacional, sino que han evidenciado los efectos de la deforestación rampante en la región, desde la lluvia que se evapora hasta el incremento de las emisiones de dióxido de carbono. Con todo, un efecto de la desaparición forestal de la Amazonia ha sido ignorado: la influencia que ejerce en el sistema fluvial y los peces que lo habitan.
Hay pocos lugares del mundo donde la vida acuática y arbórea esté tan unida como en la Amazonia. Aunque la selva alberga el río más grande del mundo (por volumen de agua) y 1700 afluentes, casi una sexta parte de la cuenca está compuesta por humedales cubiertos de bosque que se inundan durante largos periodos cada año y sustentan a los peces más importantes de la región desde el punto de vista comercial.
«Este pulso de inundación es el motor que rige todas las interacciones y funciones ecológicas a lo largo de la cuenca fluvial y crea bosques de inundación fundamentales para la supervivencia y la reproducción de cientos de especies de peces en el Amazonas», explica Jansen Zuanon, ictiólogo del Instituto Nacional de Investigación de la Amazonia (INPA, por sus siglas en portugués) en Manaos.
Aunque siguen siendo prístinos en gran parte de la Amazonia, en las últimas décadas los bosques de inundación han sufrido graves daños en algunas partes de la cuenca, sobre todo en las tierras bajas orientales de Brasil. Ahora, según los expertos, el peligro para su supervivencia —y la de los peces que dependen de ellos— podría intensificarse ante el incremento de la deforestación y los incendios. También advierten que la degradación de los bosques de inundación podría alterar los fundamentos del ecosistema acuático amazónico.
«Si no protegemos estas áreas, los ríos cambiarán y perderemos los peces», afirma Leandro Castello, ecólogo tropical en el Global Change Center de Virginia Tech, que ha estudiado la relación entre el bosque y los peces del Amazonas.
En busca de refugios
La cuenca amazónica, el 60 por ciento de la cual se sitúa en Brasil, es el lugar más biodiverso del planeta, tanto en tierra como en el agua. En el Amazonas viven más de 3000 especies de peces y quedan cientos, como mínimo, por descubrir. La biodiversidad se atribuye en gran medida a la inundación que se produce entre diciembre y abril, más o menos. Durante esa época, el nivel del agua aumenta hasta 15 metros y los ríos se desbordan, creando nuevas masas de agua en zonas forestales.
Pese a su importancia para el equilibrio de la selva, apenas existen estudios sobre las llanuras de inundación amazónicas, aunque ya se había establecido hace tiempo el vínculo entre el bosque y los peces. Cientos de especies de peces utilizan los bosques de inundación para alimentarse de frutos y semillas que flotan en la superficie del agua y de una plétora de plancton. Muchos peces también se desplazan a las zonas inundadas para protegerse de los depredadores y salen de su escondite una vez han crecido.
Algunos estudios han documentado la relación entre la deforestación y los peces en pequeños arroyos de la Amazonia, pero apenas existen evaluaciones de este vínculo en ríos grandes. En un estudio publicado en 2017, Castello y otros autores compararon 12 años de datos de pesquerías con imágenes por satélite de la cubierta forestal en un área extensa del bajo Amazonas y determinaron una correlación sólida entre la pérdida forestal y la menor cantidad de peces.
«Descubrimos que las áreas deforestadas se correspondían con las pesquerías locales que producían rendimientos mucho menores que las que tenían áreas forestales a su alrededor», afirma Castello.
Se hallaron vínculos importantes entre la cubierta forestal y la abundancia de peces que figuran entre los alimentos pesqueros más populares de la Amazonia, entre ellos el preciado tambaquí, que puede alcanzar hasta 32 kilos y posee unos dientes especializados con los que pueden aplastar y triturar frutas y frutos secos. También se descubrieron vínculos sólidos en especies carnívoras, como el dourado y el surubim, que se alimentan de bancos de peces que habitan el bosque de inundación.
A su vez, dichos bosques, adaptados para sobrevivir sumergidos durante meses, también se benefician de que los peces dispersen las semillas por el sistema.
«El resultado es un intercambio de recursos mutuamente beneficioso que alimenta la productividad de la llanura de inundación y la alta biodiversidad», explica Maria Macedo, ecóloga del Centro de Investigación de Woods Hole que también trabaja en la Amazonia. «Sin la interacción entre la tierra y el agua, los vínculos estrechos de estos ecosistemas empiezan a deshacerse».
Muy inflamables
La legislación forestal nacional de Brasil protege la vegetación ribereña, pero solo hasta 500 metros de la orilla del río durante la estación seca. Según los conservacionistas, esto es insuficiente porque las áreas inundadas pueden extenderse más de 20 kilómetros de la orilla del río durante la estación húmeda.
Cuesta determinar el alcance de la pérdida forestal en las llanuras de inundación amazónicas, pero es mayor en las partes más pobladas del este de Brasil. Un estudio publicado este año en la revista Ecological Indicators analizó la deforestación en varias zonas a lo largo de la principal llanura de inundación amazónica desde 1970. El estudio ponía de manifiesto que, aunque una parte remota del oeste de Brasil apenas había perdido su área de bosque de inundación, una zona más poblada en el este había sufrido una deforestación del 70 por ciento.
La deforestación de la Amazonia se ha convertido en un tema muy politizado en Brasil. Tras la publicación de datos preliminares del Instituto Nacional de Investigación Espacial de Brasil (INPE), que ponían de manifiesto que la deforestación total en la parte brasileña de la selva había aumentado un 88 por ciento en junio de este año frente al mismo mes hace un año, el director del INPE fue despedido por el presidente Jair Bolsonaro, que alegaba que los datos eran inexactos. Con todo, las estadísticas del INPE demuestran una tendencia preocupante de tasas de deforestación crecientes que habían empezado a disminuir en 2005 hasta que repuntaron hace unos años.
Aunque en el pasado la sequía ha sido un motor de los incendios forestales en la Amazonia, los expertos sostienen que la deforestación es la causa principal del insólito exceso de incendios —más de 90 000 hasta la fecha— que han ardido este año por la Amazonia brasileña, ya que los ganaderos y agricultores utilizan el fuego para despejar bosques ya talados para abrir espacio destinado a los pastos y la agricultura.
«Estos incendios suelen propagarse a bosques adyacentes», sobre todo si se han talado, «queman el sotobosque y comienzan el proceso de degradación forestal», afirma Laura Hess, de la Universidad de California en Santa Bárbara, que ha llevado a cabo estudios por teledetección en la Amazonia.
Aunque las llanuras de inundación son un blanco menos habitual para los ganaderos y los agricultores que los bosques de tierras altas, la vegetación leñosa de dichas zonas podría ser más vulnerable al fuego en la estación seca porque es más corta y abierta y crece en franjas más pequeñas. Los bosques de inundación con suelos arenosos, como los dispuestos a lo largo del río Negro, son particularmente vulnerables porque el suelo apenas contiene agua.
«La mayoría de los estudios y modelos de incendios de la región se centran en los bosques de tierras altas. Se ignoran los bosques de inundación. Existe un gran vacío en lo que sabemos sobre el impacto del fuego en los bosques de inundación», afirma Paulo Brando, ecólogo tropical de la Universidad de California, Irvine.
Y lo que es peor: en general, dichos bosques son incapaces de recuperarse tras quedar arrasados. «Un solo incendio en un bosque de inundación puede provocar casi un cien por cien de mortalidad forestal y lo normal es que esta vegetación no vuelva a crecer enseguida», afirma Brando.
Según Brando, es imposible determinar la superficie de bosque de inundación que se ha perdido este año, pero añade que el punto álgido de la estación seca aún no ha llegado a las partes septentrionales de la Amazonia.
A largo plazo, los científicos advierten que la frecuencia y la gravedad de las sequías podrían aumentar debido al cambio climático y la deforestación, lo que dificultaría impedir la conversión generalizada de los bosques de inundación en vegetación dominada por el fuego en la Amazonia.
Esta situación tendría efectos devastadores en la mayoría de las poblaciones de peces del sistema fluvial amazónico. «Los incendios y la deforestación de la Amazonia añaden otra amenaza a un sistema fluvial que ya está sometido a una grave presión por la construcción de presas nuevas, la minería y otras actividades», explica Zeb Hogan, ictiólogo de la Universidad de Nevada, Reno, y explorador de National Geographic.
En el río Machado
A finales del mes pasado, Hogan se unió a un equipo de investigadores brasileños en una travesía por el río Madeira, el mayor afluente del Amazonas. Partiendo desde Porto Velho, capital del estado brasileño occidental de Rondonia, navegaron hacia el río Machado, que se une al Madeira cerca de la ciudad de Humaitá y donde el gobierno brasileño acaba de anunciar la continuación de sus planes para construir una gran presa.
El Machado es un hábitat importante para la dourada, el pez grande y migratorio que se alimenta de peces en los bosques de inundación. Además, el río es el lugar donde se investigó por primera vez hace varias décadas el vínculo entre los peces y el bosque en el Amazonas.
En una orilla de arena del Machado, Hogan escuchó a la líder del equipo, Lisiane Hahn, investigadora de peces en Neotropical —una consultora medioambiental brasileña—, mientras describía la dinámica de inundación.
«Este lugar donde estamos ahora estará sumergido en la estación lluviosa», explicó Hahn, señalando el bosque en la distancia. «Todo eso estará inundado».
Y añadió: «supongo que puede afirmarse que el río es el bosque».
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.