La sequía en el lago más grande de Camboya se lleva por delante peces y bosques

La sequía y las presas han llevado al Tonlé Sap a una situación peligrosa que amenaza sus bosques pantanosos y los criaderos de peces, la fuente de proteínas de la mayor parte del país.

Por Stefan Lovgren
Publicado 19 ago 2020, 12:02 CEST
Fotografía de un pescador en el Tonlé Sap

Un pescador pasa frente a una aldea flotante en el Tonlé Sap. Muchos de los residentes del lago sufren las consecuencias de la sequía y la disminución de los niveles de agua, y están abandonando la pesca en favor de la agricultura en el bosque pantanoso cada vez más seco que rodea el lago.

Fotografía de Linh Pham, Nat Geo Image Collection

Hun Sotharith recuerda cuándo se mudó al Tonlé Sap de Camboya para trabajar como pescador. Fue a principios de los años noventa, cuando el bosque pantanoso de agua dulce del lago donde pescaba era tan denso que Sotharith, exsoldado, podía tardar día y medio en regresar a su aldea flotante.

Por aquel entonces, durante la estación lluviosa de seis meses, el vasto humedal se convertía en un lugar donde se alimentaba, reproducía y escondía un amplio abanico de peces, entre ellos el siluro gigante, especie en peligro crítico de extinción. «Todo era bosque y abundaban los peces», cuenta Sotharith.

En la actualidad, solo quedan restos de aquel mundo acuático forestado en Koh Chivang, el distrito de cinco aldeas del extremo noroeste del lago, donde Sotharith ejerce de subjefe. En la temporada seca de 2016, un incendio quemó el 80 por ciento del bosque inundado del distrito y destruyó un hábitat fundamental para los peces, obligando a muchos de los 13 000 residentes, que viven en casas flotantes, a abandonar la pesca. Ahora cultivan chile y otros productos.

Ocurre algo similar en el Tonlé Sap, el lago más grande del Sudeste Asiático y el centro de la pesquería continental más productivo del mundo. En muchos lugares, donde antes crecía bosque autóctono en el lecho lacustre ahora hay tierras agrícolas monótonas, secas y sin árboles —que las crecidas, que en los últimos años han llegado tarde, aún no han inundado— que se extienden hasta donde alcanza la vista. Los incendios, que suelen ser provocados para despejar la tierra para la agricultura, han mermado aún más el bosque inundado.

Muchos conservacionistas advierten que el Tonlé Sap, Reserva de Biosfera de la Unesco, se enfrenta a una amenaza existencial. La deforestación y la degradación ambiental pueden infligir daños económicos devastadores a casi un millón de camboyanos que viven en torno al lago y los muchos millones más que dependen de él para obtener pescado, la principal fuente de proteínas del país.

Granja piscícola gubernamental

Una granja piscícola gubernamental cría carpas siamesas (Catlocarpio siamensis). Los criaderos de peces del bosque inundado en torno al Tonlé Sap corren peligro, ya que la sequía y la deforestación están destruyendo su hábitat.

Fotografía de Linh Pham, Nat Geo Images Collection
Fotografía de un policía militar

Un agente de la policía militar busca leñadores furtivos en el santuario.

Fotografía de Sean Gallagher

Otras zonas, como Prey Lang —una reserva natural del centro de Camboya y uno de los últimos bosques de hoja perenne de zonas bajas—, han sufrido una alta tasa de deforestación, normalmente por la tala ilegal respaldada por la corrupción del gobierno. Proporcionalmente, la mayor pérdida ha ocurrido en el bosque de llanura aluvial del Tonlé Sap, según un estudio publicado hace poco en la revista Water que desvela que se ha perdido un 31 por ciento del bosque inundado desde 1993.

Otros estudios han demostrado que los bosques inundados tienen más potencial de absorber carbono que los bosques secos, es decir, que podrían mitigar los impactos del cambio climático al retirar y almacenar grandes cantidades de dióxido de carbono de la atmósfera.

«Resulta preocupante porque quedan muy pocos bosques inundados» en Camboya respecto a otros tipos de bosques y «el bosque inundado desempeña un papel muy importante en la salud del sistema acuático», afirma la autora principal del estudio de Water, Sapana Lohani, científica ambiental afiliada con el proyecto de investigación de USAID llamado «Wonders of the Mekong».

Zeb Hogan, ictiólogo de la Universidad de Nevada en Reno y explorador de National Geographic que lleva décadas trabajando en la región y dirige el proyecto de USAID, dice: «Estamos presenciando la destrucción de un ecosistema singular, con la consiguiente pérdida de vida silvestre, pesquerías y sustento de muchas personas».

Riquezas ecológicas

Antes de mediados del siglo XX, Camboya era preciada por su interior exuberante. Aunque no tiene tanta superficie terrestre como sus vecinos Tailandia y Vietnam, el país sí tenía más bosques intactos. Pero conforme el país salía de su guerra civil y la economía empezaba a crecer a principios del siglo XXI, también lo hicieron las tasas de deforestación. Un plan gubernamental que entregó más del 10 por ciento del territorio del país a empresas de propiedad extranjera —la mayoría plantaciones de caucho— provocó la destrucción ambiental generalizada.

Incluso tras la suspensión del programa en 2012, la deforestación siguió aumentando en Camboya. Según Global Forest Watch, una iniciativa de supervisión digital del Instituto de Recursos Mundiales, Camboya perdió un cuarto de su cubierta forestal total —más de dos millones de hectáreas de bosque— entre 2001 y 2019, la mayor tasa en un país asiático y muy superior a la de Brasil, por ejemplo.

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    Bosques de Preah Vihear

    Los bosques talados de la provincia de Preah Vihear, en el norte de Camboya, cerca de la frontera con Laos. El país del Sudeste Asiático posee uno de los mayores índices de deforestación del mundo; se estima que solo conserva un 3 por ciento de bosque primario.

    Fotografía de Sean Gallagher
    Plantación de caucho

    Una plantación de caucho en el refugio de vida silvestre de Beng Per, en el norte de Camboya. El gobierno ha vendido la mayor parte del terreno del refugio.

    Fotografía de Sean Gallagher

    La riqueza ecológica del Tonlé Sap se sustenta gracias a un pulso anual de agua que entra en el lago durante la estación lluviosa —de junio a noviembre— desde el Mekong y otros ríos. Cuando los bosques circundantes se inundan, el Tonlé Sap puede quintuplicar el tamaño que tiene en la estación seca. La pesquería es tan productiva que cada año se capturan más peces allí que en todos los ríos y lagos de Norteamérica juntos.

    Con todo, ya nada es normal en la zona del Tonlé Sap. Años de sobrepesca han reducido drásticamente las capturas, aunque es imposible saber hasta qué punto, ya que el gobierno camboyano se muestra reticente a publicar cifras fiables.

    Y ahora parece que todo el sistema está secándose. Desde el año pasado, los niveles de agua de toda la cuenca fluvial del bajo Mekong se han desplomado a mínimos históricos. Esto se debe a la sequía y al agua retenida en las presas hidroeléctricas construidas por empresas chinas río arriba. Este año ya debería haber llegado el pulso de inundación, pero no lo ha hecho. El nivel de agua del Tonlé Sap es inferior al del año pasado en la misma época, según la única estación que supervisa la Comisión del río Mekong (situada donde el río Tonlé Sap desemboca en el lago).

    Las condiciones secas han dejado el bosque expuesto a la tala y a los incendios provocados, tanto de forma accidental como intencionada. En 2016, los incendios quemaron hasta un tercio de las 303 500 hectáreas de bosque inundado de la región del Tonlé Sap. Este año, los incendios empezaron en febrero. Aunque no se extendieron tanto como en 2016, quemaron grandes superficies de bosque intacto y siguieron ardiendo en algunos lugares incluso tras la llegada de las primeras lluvias hace dos meses.

    El riesgo de perderlo todo

    Los peces no son los únicos amenazados por la pérdida de bosque inundado, sino también tortugas, otros reptiles y una amplia gama de especies en peligro crítico de extinción, como la nutria de Sumatra, una de las especies de nutria menos conocidas del mundo. Muchos de estos animales han sido expulsados de sus hábitats por el fuego, como los langures de Indochina, una especie amenazada de mono a los que han visto atrapados en los árboles chamuscados.

    Prek Toal es un refugio de aves reconocido a nivel internacional en el rincón noroccidental del Tonlé Sap. Alberga la mayor colonia de aves acuáticas del Sudeste Asiático, con aproximadamente 10 000 parejas reproductoras, y protege a muchas especies de garcetas, ibis y cormoranes, una pequeña población de raros marabúes argala y la única colonia de pelícanos orientales del Sudeste Asiático.

    Los incendios de 2016 quemaron casi 8000 hectáreas en Prek Toal, un tercio de la reserva. Sin embargo, no mataron a muchas aves, que pudieron trasladarse a un hábitat seguro. Este año, el fuego parece haber dejado el refugio indemne, pero a los conservacionistas les preocupa que los futuros incendios arrasen más superficie.

    «Nos arriesgamos a perderlo todo», afirma Simon Mahood, ecólogo de la Wildlife Conservation Society que contribuyó a fundar la reserva en los años noventa. «Prek Toal es probablemente una de las mayores historias de éxito en conservación en el Sudeste Asiático».

    Tensiones

    La pandemia de COVID-19 ha eliminado los ingresos generados por el turismo a Prek Toal y a los famosos templos de Angkor, que se encuentra al norte del lago. También han vuelto muchos migrantes desde Tailandia y los observadores temen que este fenómeno someta a más presión los terrenos en torno al Tonlé Sap, ya que más gente recurrirá a la agricultura.

    Parece que ya hay tensiones latentes entre las comunidades que viven en el agua y los habitantes de tierras más altas. Se ha informado de que hay «forasteros» que vienen a las zonas de bosque inundado y causan incendios —a veces tirando colillas de cigarrillos encendidas— para despejar la tierra para la agricultura o ahuyentar a animales salvajes y cazarlos.

    «No es fácil dialogar con los residentes de las tierras altas», afirma Sotharith. «Vienen con espadas y cuchillos y pueden atacarnos con violencia».

    Incendio

    Cerca del refugio de vida silvestre Phnom Tnout - Phnom Pok, en el norte de Camboya, los agricultores, leñadores y residentes que quieren capturar animales o desmontar el terreno para la agricultura prenden fuego al bosque. Camboya tiene uno de los mayores índices de deforestación del mundo, a lo que contribuye la sequía.

    Fotografía de Sean Gallagher

    En Koh Chivang, adyacente a Prek Toal, Sotharith estima que un 70 por ciento de los residentes —la mayoría de los cuales sobrevivían mediante la pesca— han recurrido a cultivar en parcelas pequeñas junto a sus casas sobre pilotes. El chile, que recientemente ha alcanzado precios muy altos, es uno de los productos preferidos.

    «Nuestra gente no planta lejos de casa y les hemos instado a no talar el bosque», afirma Sotharith. «Hemos aprendido la lección».

    Con todo, los conservacionistas esperan que no se pierda el bosque inundado. «Como ecosistema tropical, el Tonlé Sap es muy productivo y todo crece rápido, así que cabe la posibilidad de que se recupere si no está sometido a presiones», explica Nick Souter, ecólogo de Conservation International. La organización ayuda a las comunidades del Tonlé Sap a replantar sus secciones del bosque inundado y fundar cuerpos de bomberos locales para gestionar los incendios.

    Pero para algunos, como Nai Sina, un pescador de 24 años de la aldea de Kampong Prohoc, podría ser demasiado tarde. Sina, que lleva pescando ocho años, dice que quiere mudarse al extranjero para trabajar. Cuenta que, si el nivel de agua sube como de costumbre, volverá para pescar. Pero todo depende del bosque.

    «Cuando tenemos bosque, tenemos peces, tenemos otros animales salvajes y nuestros recursos naturales son abundantes», explica. «Cuando deforestas, tienes que pensar en el futuro».

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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