Así son las elegantes estaciones de metro de Moscú
Estas opulentas paradas de metro se diseñaron para llevar los palacios a la gente.
Cada día en la capital rusa, los residentes van al trabajo puntualmente en un laberinto subterráneo lleno de tesoros. Enormes paredes de mármol exhiben mosaicos dorados, esculturas de líderes caídos y escenas pintadas de la historia rusa bajo arañas de cristal. A diferencia de las redes de metro más funcionales de muchas ciudades del mundo, el metro de Moscú atraviesa una etapa antigua –aunque no olvidada– de la historia, con el objetivo de llevar los palacios a las masas.
La red de metro de la ciudad se inauguró en 1935, como proyecto de propaganda soviético. Las multitudes se reunieron para desfilar por los túneles y las actuaciones corales del Teatro Bolshoi celebraron las primeras 13 estaciones, alabadas por ser un avance tecnológico sobre las sociedades capitalistas inferiores.
Pero la pompa en torno a la inauguración no mencionaba ningún defecto. Según el arquitecto y experto en desarrollo urbano de la Unión Soviética Philipp Meuser, «las dificultades para la construcción, los trabajadores forzosos, los accidentes y la financiación colosal –sin la cual esta arquitectura oculta nunca se habría logrado– casi se han convertido en un recuerdo distante».
En su lugar, la arquitectura opulenta predecía un futuro brillante para el país. El profesor Mike O'Mahony, que investiga el diseño de la Unión Soviética en el periodo de entreguerras, explica: «Durante la década de 1930, el metro se convirtió en una de las zonas clave para la producción y el consumo de la cultura visual oficial, y muchos de los arquitectos, escultores y artistas más respetados de la nación trabajaron en su diseño y decoración. El proyecto del metro de Moscú proporcionó al estado soviético un vehículo inicial a través del que la exhibición artística podía trasladarse del ámbito privado al público». Rodear a la población con el estilo artístico aprobado por el estado permitió al régimen extender su ideología por todas partes.
En la actualidad, el metro de Moscú tiene una extensión de 350 kilómetros repartidos en 212 estaciones, convirtiéndolo en el sexto más largo del mundo. La red, sin grafiti ni vandalismo, todavía llena de orgullo a los moscovitas. Los turistas pueden viajar con los lugareños y vagar por el laberinto subterráneo a modo de museo o disfrutar de tours arquitectónicos a través de los pasajes. Sin importar cuál sea la parada final, el metro lleva a todos hacia la revolución socialista.