El alpinismo moderno nació del ansia de alcanzar este mítico y peligroso pico europeo

Los escaladores alcanzaron la cima del Cervino en 1865, pero entonces sobrevino la tragedia.

La primera ascensión al emblemático monte Cervino popularizó el alpinismo como deporte, aunque cuatro de los siete escaladores murieron en el descenso.

Fotografía de Menno Boermans, Cavan Images
Por Mark Jenkins
Publicado 23 feb 2024, 13:31 CET

La cima del Cervino atraviesa el cielo como una lanza medieval. De pie en su cima, con las puntas de mis crampones mordiendo un borde de hielo azul, me siento como si me hubiera tragado el cielo. El vacío en picado da paso a unas vistas casi infinitas de Suiza al norte y de Italia al sur.

La escalada para llegar a la cima de este icono es tan delicada y difícil (más de 1500 metros de agujas derruidas, paredes colgantes y salientes resbaladizos y descendentes sembrados de escombros) que cuesta imaginar que la montaña se escaló por primera vez hace más de 150 años.

Mucho antes de que el mundo se volcara con el Everest, los amantes de la montaña estaban obsesionados con el Cervino. Con sólo 4477 metros, es un enano comparado con los superpicos del Himalaya (apenas la mitad que el Everest). Ni siquiera se acerca al título de montaña más alta de Europa, que ostenta el monte Elbrus, en el Cáucaso ruso, con 5642 metros.

Ni siquiera es el más alto de los Alpes: el Mont Blanc es casi trescientos metros más alto y fue escalado ya en 1786, debido a su suave pendiente, que no requiere refinadas habilidades técnicas de escalada.

Ubicación del Monte Cervino.

Por el contrario, el Cervino se eleva como una pirámide implacablemente empinada con cuatro crestas y cuatro paredes. Para escalarlo hay que trepar de verdad, agarrando minúsculas ondulaciones de roca con las puntas de los dedos, colocando los pies en los salientes más finos y tirando del cuerpo hacia arriba.

La roca es un gneis desmenuzado que, combinado con el fuerte ángulo de inclinación, obliga a mantener constantemente un equilibrio perfecto, preparado para que una mano o un punto de apoyo cedan en cualquier momento. Es una montaña que exige competencia, valor y resistencia mental.

Debido a estos factores, los historiadores del alpinismo consideran la primera ascensión al Cervino el comienzo del alpinismo moderno. Y al igual que el Everest, la historia de su primera ascensión es una trama repleta de ego y ambición, pasión y traición, valentía y muerte.

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    Edward Whymper, el inglés que escaló por primera vez el Cervino en 1865, fotografiado en los Alpes para un reportaje de 1913 en la revista National Geographic.

    Fotografía de G.P. Abraham, Nat Geo Image Collection

    A mediados del siglo XIX, dos hombres capaces y muy ambiciosos estaban desesperados por ser los primeros en llegar a la cima del Cervino: Jean-Antoine Carrel y Edward Whymper.

    Carrel había crecido en Valtournenche, un pueblo francófono situado en la base de la vertiente italiana del Cervino. Al igual que su padre, Carrel era cazador profesional de rebecos y había pasado su juventud explorando todos los valles y crestas del escarpado terreno de la región, incluidos los flancos del Cervino. En 1860, tras servir en el ejército de su región durante la Segunda Guerra de Independencia de Italia contra Austria, Carrel regresó a su casa y a "su montaña" lleno de ardor patriótico y decidido a escalar el pico. Ese verano hizo su primer intento serio, alcanzando una altura de 3658 metros en lo que hoy se conoce como la Cresta Italiana.

    Mientras tanto, Whymper, inglés, también había seguido los pasos profesionales de su padre y se había convertido en artista y grabador de madera. En el verano de 1860, cuando tenía 20 años, Whymper recibió el encargo de un editor londinense de hacer bocetos de los grandes picos de los Alpes en Suiza, Italia y Francia. Fue durante este viaje cuando comenzó a aprender alpinismo. Realizó varias primeras ascensiones y quedó hechizado por el Matterhorn, el nombre inglés del Cervino. A partir de ese verano, él también estuvo decidido a ser el primero en escalar ese impresionante pico.

    Al verano siguiente, en 1861, Whymper intentó contratar a Carrel como guía para escalar el Cervino. "Jean-Antoine... era el mejor escalador que he visto nunca", escribió Whymper más tarde; "era el único hombre que se negaba tenazmente a aceptar la derrota y que seguía creyendo, a pesar de todos los desalientos, que la gran montaña no era inaccesible".

    Pero a Carrel no le interesaba compartir la fama segura que se otorgaría a la primera persona que hiciera cumbre en el famoso pico. Como escribe Gaston Rebuffat en su libro Los hombres y el Cervino, "Carrel veía el Cervino como una posesión que le pertenecía por derecho y los intentos de otros por conquistarlo como una usurpación de su propio territorio."

    "Estos celos monstruosos", escribe Rebuffat, llevaron al inglés "a querer que la conquista le estuviera reservada sólo a él".

    [Nota del editor: estas traducciones se han hecho a partir de la versión inglesa del texto de Rebuffat.]

    Whymper encontró otro guía y emprendió la ascensión de la Cresta Italiana, sólo para descubrir que Carrel le seguía. Ninguno de los dos alcanzó la cumbre ese año, pero su carrera hacia la cima había comenzado en serio.

    Durante los años siguientes, Whymper realizó ocho intentos infructuosos de escalar el Cervino y en varias ocasiones intentó contratar a Carrel como guía.

    Finalmente, en la segunda semana de julio de 1865, Whymper se encontró con Carrel en el camino y le pidió una vez más que fuera su guía. Carrel se negó. Sin que Whymper lo supiera, Carrel estaba preparando discretamente su propio intento de ascenso al Cervino con un equipo italiano. Cuando Whymper se enteró de que Carrel intentaba adelantarle, escribió que se sentía "embaucado y engañado".

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      El Cervino se eleva sólo 4500 metros, aproximadamente la mitad que el Everest, pero la ruta hasta su cima presenta retos de escalada más técnicos que las rutas comerciales del Everest.

      Fotografía de Christian Kober, Alamy

      Decidido a no perder la cima a manos de su rival, Whymper se las arregló para reunir un equipo difícil de manejar de siete hombres con experiencia diversa: Peter Taugwalder, guía de montaña de Zermatt, y su hijo Peter Jr., un consumado guía de montaña francés llamado Michel Croz, un capellán inglés, Charles Hudson, que tenía mucha experiencia en montaña, y dos novatos, Lord Francis Douglas, de 18 años, y Douglas Hadow, un londinense de 19 años.

      En lugar de intentar la cresta italiana, eligieron una ruta desde el pueblo de Zermatt, en el lado suizo, siguiendo la cresta Hörnli. Acamparon a 2438 metros en Schwarzsee el 13 de julio y empezaron a escalar antes del amanecer del día siguiente. A las 9:55 de la mañana estaban a casi 4500 metros, pero para entonces una capa de nieve había llenado las grietas y se había formado una fina capa de hielo sobre la roca.

      Croz, como el más capaz y seguro en condiciones alpinas peligrosas, tomó la delantera. Tras cuatro horas más de escalada cuidadosa y técnica, el equipo se acercaba a la cumbre y volvía a un terreno relativamente fácil. Abrumados por la emoción, Croz y Whymper se soltaron de las cuerdas, dejando atrás a los demás. "Croz y yo nos alejamos a toda velocidad y emprendimos una carrera a la par, que terminó en empate", escribió Whymper. "A las 13:40 el mundo estaba a nuestros pies, y el Cervino había sido conquistado. ¡Hurra!"

      Pero el Cervino tiene dos cumbres: la más alta, la suiza, al este, mide 4690 metros, y la italiana, al oeste, es sólo cuatro metros más baja, 4686 metros. Para asegurarse de que eran los primeros en llegar a la cima, los dos hombres cruzaron a la cumbre italiana. Cuando se asomaron por la arista, 182 metros más abajo, vieron a Carrel y su equipo y gritaron a sus rivales. Carrel estaba tan angustiado que inmediatamente dio media vuelta y comenzó a descender (volvería tres días más tarde para realizar la primera ascensión de la Cresta Italiana).

      En ese momento, de pie en la cumbre del pico más difícil jamás escalado, Whymper escribió más tarde sobre Carrel: "Era el hombre, de todos los que intentaron la ascensión del Cervino, que más merecía ser el primero en la cumbre".

      Un tosco refugio construido en un saliente a 3800 metros de altitud ofreció a los escaladores un respiro de los elementos en su ascenso y descenso.

      Fotografía de G.P. Abraham, Nat Geo Image Collection

      Una caída trágica

      El equipo de Whymper permaneció en la cumbre durante una hora, y Whymper aprovechó el tiempo para dibujar el panorama de los picos circundantes.

      A continuación, el equipo se encordó y el guía Michel Croz dirigió el descenso. En un momento dado, el escalador menos experimentado, Douglas Hadow, que iba en segunda posición, resbaló y derribó a Croz. De repente, ambos hombres se precipitaron por los aires. Hudson y luego Lord Francis Douglas fueron arrancados instantáneamente de la montaña. Ahora caían cuatro hombres. Whymper y los dos Taugwalders se aferraron a la montaña con todas sus fuerzas, con la esperanza de alcanzar a sus compañeros, pero la cuerda se rompió. Los cuatro hombres cayeron al vacío.

      Los tres supervivientes quedaron tan traumatizados que no pudieron moverse durante más de media hora. Los Taugwalders lloraban de desesperación, el más joven sollozaba: "¡Estamos perdidos! Estamos perdidos".

      Finalmente empezaron a descender, con cuidado y llenos de miedo. De algún modo, consiguieron mantenerse en movimiento hasta que oscureció y finalmente acamparon en una delgada cornisa.

      Al día siguiente, al volver a Zermatt, los hombres contaron su trágica historia, pero la conmoción fue demasiado grande para la pequeña comunidad montañesa. Empezaron los rumores y Taugwalder padre y Whymper fueron acusados de haber cortado la cuerda. Las autoridades suizas iniciaron una investigación que duró tres días. Cada uno de ellos fue interrogado en profundidad. Al final, Whymper y Taugwalder fueron exonerados, pero la polémica continuó.

      El Times británico denunció la ascensión y deploró "la absoluta inutilidad" del deporte del alpinismo. La reina Victoria se planteó prohibir el alpinismo. Los periódicos europeos publicaron editoriales de denuncia escritos por escritores que nunca habían pisado una montaña, y mucho menos el Cervino.

      Para algunas personas, sin embargo, las muertes espectaculares de naturaleza supuestamente heroica parecen tener un extraño magnetismo (pensemos en el Everest), especialmente para quienes nunca han sido testigos del horror de tales sucesos. A raíz de Whymper, gente de toda Europa quiso de repente escalar el Cervino. En 1871, una aventurera inglesa llamada Lucy Walker se convirtió en la primera mujer en coronar la montaña. En 1881, Teddy Roosevelt, futuro presidente de Estados Unidos, lo escaló con 23 años. En 1911 se ascendió la última cresta que quedaba por conquistar, el Furggen, y 20 años más tarde se escalaron las caras norte y sur.

      Y los alpinistas siguen acudiendo en masa al Cervino, encontrando constantemente nuevos retos. En mayo de 2017, el alpinista suizo Dani Arnold batió el récord de velocidad de seis años en la peligrosa cara norte, subiendo en una hora y 46 minutos, rebajando en 10 minutos el récord anterior.

      Denis Burdet, guía profesional de la empresa suiza de material Mammut, y yo preferimos un ritmo mucho más pausado al volver sobre los legendarios pasos de Whymper. Durante nuestro ascenso y descenso de seis horas por la cresta del Hörnli, no pude evitar reflexionar sobre lo monumental que había sido escalar esta ruta hace 150 años.

      Tanto la cresta Italiana como la Hörnli presentan retos de escalada en roca y hielo mucho más difíciles que las rutas utilizadas por los guías comerciales para llevar a sus clientes a Denali, Rainier y Everest (aunque las altitudes mucho más elevadas y el aire menos denso de esas cumbres crean otros peligros y retos). Y Whymper y Carrel lograron la hazaña utilizando cuerdas de cáñamo y calzando botas de cuero y tweeds.

      Mientras escalábamos, Burdet explicó que durante nueve años había sido microingeniero diseñador de relojes suizos, ganándose bien la vida, cuando lo dejó todo para escalar montañas.

      "Estaba en el lado equivocado de la ventana", dijo Burdet; "el alpinismo es mi primera pasión, y decidí que tenía que hacer de mi pasión mi trabajo".

      Desde entonces, ha guiado en cientos de cumbres y describe su trabajo sobre todo como la gestión de un espectro de riesgos, especialmente con clientes débiles o incompetentes, siempre calculando, siempre planeando lo peor. Sin embargo, sigue creyendo en la suerte. "Hay que tener suerte. Si eres un alpinista sin suerte, debes dejarlo".

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        Vista de Dent D'Herens y el Mont Blanc cerca de la cima del Cervino.

        Fotografía de Photographby G.P. Abraham, Nat Geo Image Collection

        Sin embargo, la mala suerte ha perseguido al Cervino desde que Croz, Hadow, Douglas y Hudson cayeron en picado. Hoy, exactamente 150 años después de sus muertes y también desde la primera ascensión, decenas de miles de personas han escalado el Cervino y más de 500 han muerto en el intento, más que en el Everest, el Denali y el Rainier juntos.

        Tras mi ascensión con Burdet, caminé por el cementerio de Zermatt, que hace las veces de cementerio del Cervino. Hay lápidas con piolets y cuerdas talladas en la roca, lápidas con crampones reales atornillados a la piedra, incluso una lápida en la que un Cristo crucificado está adornado como un escalador, con el piolet y la cuerda colgando de su cuerpo.

        Aquí yacen las tumbas de alpinistas atrevidos pero sin preparación junto a guías experimentados que también perecieron en la montaña. El Cervino, como todas las montañas, es indiscriminado.

        Jean-Antoine Carrel pereció en una ventisca en el Cervino en 1890, pero su ausencia es notable. Su última morada es Valtournenche, en la vertiente italiana de la montaña.

        El nacimiento de la cultura de montaña

        La primera ascensión al Cervino cambió el alpinismo, pero también la cultura de la montaña. El libro de Whymper sobre su primera ascensión, Scrambles Amongst the Alps, publicado en 1871, se convirtió en un bestseller mundial, y los turistas empezaron a acudir en masa a Suiza en verano. La gran mayoría no eran alpinistas, simplemente querían subir a los valles para ver estos picos extraordinarios y a menudo contrataban a pastores y cazadores locales para que les guiaran. Con la llegada del esquí alpino a principios del siglo XX, los turistas empezaron a viajar a Suiza en invierno, dando al país una industria turística durante todo el año.

        Como resultado, el alpinismo, al menos en parte, ayudó a transformar las regiones montañosas de Suiza de remansos rurales empobrecidos a destinos turísticos de primer orden. Posteriormente, esta receta del éxito se trasplantó al oeste de Estados Unidos, dando origen a Sun Valley, Vail, Jackson Hole, así como a otras numerosas ciudades de montaña de todo el mundo, desde Nepal a Perú, desde Pakistán a la Patagonia.

        Para conmemorar el sesquicentenario de la audaz ascensión de Whymper al Matterhorn, Zermatt organizará una serie de actos, como una obra de teatro en la que se recreará la ascensión y la tragedia posterior, una serie de ponentes sobre la cultura de la montaña y el alpinismo, y numerosas fiestas que durarán hasta bien entrada la noche, y con razón. La primera ascensión al Cervino no sólo cambió el alpinismo, sino también las propias montañas.

        Mark Jenkins es escritor residente en la Universidad de Wyoming y colaborador habitual de National Geographic.

        Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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