La clave para mejorar el 'mindfulness' podría estar en tu parque más cercano
Más que meros espacios de belleza estética, los parques públicos como el Jardín Japonés de la Amistad de San Diego también promueven la atención y el cuidado del medio ambiente.
Hoy en día, visitar un jardín público es algo más que pasear entre bonitas flores. En los últimos años, estos espacios han adoptado un enfoque más consciente que busca profundizar en la conexión de los visitantes con la naturaleza y promover prácticas sostenibles.
"Los jardines públicos son un lugar de inspiración para lo que está floreciendo, de modo que luego puedes ir a casa y comprar estas flores localmente", dice Debra Prinzing, una de las fundadoras del movimiento estadounidense slow flower (flores lentas) y creadora de SlowFlowers.com. Este directorio en línea pone en contacto a los consumidores con floristas y diseñadores que utilizan flores locales.
He aquí algunos de los mejores jardines públicos para experimentar esta tendencia slow flower.
¿Qué es el movimiento slow flower?
Puede que algunos aficionados a las flores no sean conscientes de los enormes volúmenes de importación de flores. En Estados Unidos, por ejemplo, el 90% de las flores cortadas que se importan proceden de Sudamérica, donde se recogen temprano y se sumergen en un producto químico para su transporte y distribución a floristerías y tiendas de todo el país.
En España sucede algo similar. Ejemplo de ello son las exorbitantes cifras de flores importadas en Cataluña durante Sant Jordi: menos del 10% de los casi seis millones de rosas que se vendieron en Cataluña en la edición de 2023 eran autóctonas.
El movimiento slow flower fomenta una conexión más estrecha entre los consumidores y el paisaje floral, inspirando un renovado aprecio por la belleza y la diversidad de las flores cultivadas localmente.
Una mariposa monarca busca néctar en un campo de flores autóctonas de estrella fugaz, cerca de Foley, Minnesota.
"Se trata de sostenibilidad y de asegurarse de que las flores que compramos son buenas para el ser humano y para el planeta", dice Prinzing. "Muchos jardines botánicos están incorporando más plantas autóctonas, y la industria floral utiliza más plantas perennes autóctonas de la zona". Al principio de su aventura de slow flower, Prinzing creaba ramos semanales con flores de origen local o de su jardín de Seattle.
A través de iniciativas como los programas de agricultura apoyada por la comunidad y las colaboraciones entre agricultores y floristas, estos jardines sirven como escaparates vivientes de los ecosistemas locales, inspirando a los visitantes a cultivar su propia conexión con la naturaleza y adoptar prácticas sostenibles en su vida cotidiana.
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Dónde vivirlo
En la última década, los jardines públicos de Estados Unidos han empezado a ofrecer programas interactivos y oportunidades educativas para ayudar a los visitantes a profundizar en su conocimiento de la flora autóctona.
Los viajeros pueden experimentar una de estas iniciativas en el Jardín Japonés de Portland (Oregón), que introduce a los participantes en la antigua práctica japonesa del baño en el bosque o shinrin-yoku.
Diseñado en la década de 1960 por Takuma Tono, de la Universidad Agrícola de Tokio, el Jardín Japonés de Portland presenta ocho tipos de jardines japoneses, entre ellos una terraza de arena y piedra.
Cecily Hunt, guía de mindfulness en el jardín, explica que esta práctica consiste en reducir la velocidad y sumergirse en la experiencia sensorial. "Es darse permiso para... escuchar, ver, sentir y oler con atención el rico tapiz del jardín", explica.
Los jardines japoneses, con su uso deliberado de sombras y tonos verdes, están diseñados específicamente para facilitar esta conexión con la naturaleza. Se anima a los visitantes a crear sus propias experiencias de atención plena, con bancos estratégicamente colocados que invitan a escuchar los sonidos de la naturaleza y a sentirse enraizados conectando con la tierra bajo los pies. Hunt subraya la importancia del silencio y la presencia, e insta a los visitantes a abstenerse de distracciones como charlas y fotografías para sumergirse plenamente en el tranquilo ambiente.
Del mismo modo, el Jardín Botánico de Atlanta ofrece un enfoque consciente de la comida a través de su jardín comestible. Michael Del Valle, responsable de horticultura al aire libre, afirma que el jardín sirve de demostración viviente, donde los visitantes pueden presenciar el crecimiento de verduras y frutas, aprender a incorporarlas a su cocina y cultivar su propio huerto en casa.
A lo largo del verano, en la cocina al aire libre se celebran demostraciones de cocina, clases y cenas creadas por chefs. "La gente se sorprende de lo que ve crecer aquí, como el arroz, al descubrir plantas comestibles que pueden cultivar en su propio jardín", dice Del Valle.
En Vail (Colorado), el proyecto Colorado Alpine EcoFlora de los Jardines Alpinos Betty Ford involucra a los visitantes como si fueran científicos de la comunidad, invitándoles a ayudar a documentar las frágiles plantas alpinas afectadas por el cambio climático mediante fotografías tomadas con sus teléfonos y subidas a iNaturalist.
Los visitantes contemplan las vistas desde el Sky Garden, el jardín público más alto de Londres, situado en la planta 43 del Fenchurch Building, en el distrito financiero.
El Bosque Whiting de los Jardines Dow, en Midland (Michigan), cuenta con el paseo por la copa de los árboles más largo de Estados Unidos, de 426 metros de largo, que ofrece a los visitantes una impresionante perspectiva desde las copas de los árboles que fomenta un nuevo aprecio por el medio ambiente.
La Rosaleda de Tyler, Texas, invita a los visitantes a detenerse y oler cualquiera de los 38 000 rosales plantados en 600 parterres. En Pittsburgh (Pensilvania), el bosque interior de mariposas del Conservatorio Phipps ofrece encuentros cercanos con estos polinizadores vitales, complementados con clases virtuales sobre plantas autóctonas, salud del suelo y cuidado de los árboles.
El jardín hundido de los Jardines Butchart de la isla de Vancouver, en la Columbia Británica (Canadá), ofrece una experiencia sensorial envolvente. Este jardín, que en su día fue una cantera abandonada, cuenta ahora con 151 parterres en un caleidoscopio de colores.
Beverly Hurley es editora y directora de la revista Garden Destinations.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.