Estos peces amenazados por la pesca mantienen los bosques con vida

Los científicos han descubierto que muchos bosques sudamericanos dependen de peces grandes que transportan sus semillas.

Por Adam Popescu
Publicado 4 jul 2018, 15:40 CEST
Estos peces amenazados por la pesca mantienen los bosques con vida

Si los bosques de Sudamérica son los pulmones del mundo, sus ríos y humedales deben ser sus venas y arterias. Este es el continente más diverso en flora y en parte se debe a los peces que nadan por sus vías fluviales.

Los peces de agua dulce consumen unas 600 especies de plantas neotropicales. Los peces frugívoros más grandes de la región brasileña del Pantanal son desproporcionadamente responsables de la dispersión de semillas y el crecimiento del hábitat. Durante los veranos, los árboles junto a los humedales suelen inundarse, dejando caer frutos que los peces se tragan y que expulsan como excrementos. Los peces más grandes tienen los estómagos más grandes y el mayor potencial para dispersar las semillas. Hasta el 95 por ciento de las plantas leñosas de los bosques tropicales se extienden de esta forma.

Un reciente estudio en Biotropica demuestra que cuando estos grandes peces frugívoros son eliminados de un ecosistema, los pecadores capturan peces más pequeños, lo que puede tener consecuencias drásticas en la dispersión y germinación de las semillas. Básicamente, los grandes peces excretan semillas enteras, mientras que los más pequeños excretan semillas destruidas por la masticación. El 63 por ciento de las semillas contadas en estómagos de sardinas, por ejemplo, quedaron molidas por la masticación

«Hace 70 millones de años ya había bosques en el Amazonas y el Pantanal», afirma la coautora del estudio Sandra Bibiana Correa, profesora adjunta en el Departamento de Vida Silvestre, Pesca y Acuicultura de la Universidad Estatal de Mississippi. «Eso significa que, durante 70 millones de años, esos peces han interactuado con la fruta y ayudado a las plantas a diversificarse».

Los estudios previos de Correa en el Pantanal y el Amazonas determinaron que la sobrepesca —hasta en un 90 por ciento en algunas especies de peces frugívoros — dificulta el crecimiento y la regeneración vegetal.

Papeles fundamentales

Las especies frugívoras dispersan hasta el 95 por ciento de las plantas tropicales y los grandes peces consumen una amplia diversidad de semillas, lo que aumenta la germinación. Cuando la fruta es pulposa o está sumergida en agua, lo más probable es que la semilla no se dañe cuando se consume. Los peces con bocas más grandes también ayudan. «Una vez rompen la semilla, la probabilidad de germinación desciende».

«Imagínate que te comes un tomate. Es poco probable que mastiques las semillas. El tamaño de la semilla determina si la descompondrán. Los peces grandes son capaces de tragarse semillas enteras, pero incluso los peces pequeños suelen tragarse semillas intactas».

Al menos 150 especies de peces frugívoros habitan los humedales sudamericanos. Incluso una subespecie de piraña colombiana consume fruta, según Correa. La aparición de los frutos coincide con la inundación anual, cuando los peces pasan hasta el 87 por ciento del tiempo en los terrenos inundables. Cuando las aguas retroceden, dichas semillas fertilizadas germinan fácilmente. Los largos tractos digestivos retienen semillas durante largos periodos de tiempo, permitiendo su dispersión en distancias amplias.

Amenazas a los bosques

La inundación dura de cuatro a siete meses al año y las aguas se elevan hasta 9 metros. Históricamente, los peces han dispersado hasta el 90 por ciento del bosque inundado, una codependencia que preocupa a Correa. Con las presas, los ranchos de ganado y la explotación, «ahora solo dispersan del 30 al 40 por ciento del terreno inundable».

Correa y sus colegas presionan para que se instauren regulaciones de pesca en especies grandes y pequeñas. Esto implica establecer un conjunto de pruebas que demuestre esta interacción. El 99 por ciento del Pantanal es propiedad de ranchos, de forma que el ganado vacuno criado en libertad devora la hierba natural. Correa cree que hasta los peces pequeños pueden viajar a zonas poco profundas y colonizar nuevos territorios. Pero si los locales se comen a estos seres de manera impune «no sabemos el tamaño de la población ni la estructura de los peces pequeños».

Las regulaciones son difíciles de imponer en el Amazonas, una región que bordea ocho naciones, y en el Pantanal, ya que ambos lugares experimentan los efectos de la sobrepesca. Cuando los peces ya no alcanzan un gran tamaño, los bosques tampoco crecen. Y cuando los ganaderos se expanden y las presas ponen fin a las inundaciones cíclicas, los peces se quedan encerrados y loas árboles empiezan a morir sin forma natural de regenerarse.

«Decenas de especies de plantas están sincronizadas con la inundación», afirma Correa. «Necesitamos legislación para proteger un terreno de gran tamaño. No será fácil».

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