Esta comunidad amazónica trata de distanciarse del turismo ilegal con animales salvajes

Puerto Alegría, en Perú, era infame por organizar encuentros ilegales con animales salvajes. Ahora, los residentes remplazan los osos hormigueros por el patrimonio cultural, pero tienen dificultades para atraer a los turistas.

Por Natasha Daly
fotografías de Kirsten Luce
Publicado 4 sept 2019, 14:42 CEST
Puerto Alegría
Un niño y un gato se detienen en un camino hacia Puerto Alegría, una pequeña comunidad peruana junto al río Amazonas. La localidad era un destino para interactuar con animales exóticos hasta que la policía intervino en diciembre de 2018. Ahora, muchos miembros de la comunidad están decididos a labrar un nuevo futuro.
Fotografía de Kirsten Luce, National Geographic

Hasta el pasado diciembre, antes de que todo cambiara, Jorge Chávez tenía animales salvajes en casa.

«Teníamos guacamayos, teníamos loros, teníamos un perezoso, teníamos boas», cuenta.

Esa primera persona del plural describe a Chávez y a su familia, pero también a su pueblo. Puerto Alegría, una comunidad peruana diminuta ubicada a orillas del río Amazonas, había sido durante años un destino para el turismo con animales salvajes. Los lugareños proporcionaban los animales, cazados furtivamente en la selva, y los turistas les pagaban con propinas.

Entonces, en diciembre de 2018, la policía confiscó los animales y los trasladaron en avión a centros de rescate. Decenas de habitantes de la localidad se quedaron pensando cómo afrontarían la ausencia de su principal fuente de ingresos.

«Hoy ofrecemos observación de aves», afirma Chávez, siete meses después de la redada. Intenta dirigir la silenciosa incursión de Puerto Alegría en las experiencias de turismo ético: museos culturales, paseos por la naturaleza, un taller de medicina tradicional. Tras estas iniciativas yace una esperanza cautelosa de que los turistas aún queden satisfechos viviendo una experiencia moderada —pero legal y auténtica— de la cultura local.

Una mina de oro letal

Puerto Alegría se encuentra en Tres Fronteras, una región del río Amazonas donde se encuentran Perú, Colombia y Brasil. Desde el lado colombiano, donde se aloja la mayoría de los turistas, puede accederse fácilmente en barco.

Recinto del manatí
Los turistas observan el recinto de un manatí en Puerto Alegría en agosto de 2017. El manatí era uno de los 22 animales rescatados por las autoridades medioambientales en diciembre. Actualmente, se recupera en un centro de rehabilitación.
Fotografía de Kirsten Luce, National Geographic

Durante casi diez años, la gente del pueblo satisfizo la demanda de los barcos llenos de turistas que llegaban por el río en viajes organizados por agencias de viajes y hoteles bajo la promesa de una experiencia única en la vida: sostener y acariciar animales salvajes. Eran la perfecta carne de selfi, un recuerdo digital ideal para conseguir me gusta en Instagram.

Sin embargo, esta iniciativa era ilegal. En Perú, la legislación sobre la captura de animales salvajes en la selva es algo turbia, pero ganar dinero a costa de un animal salvaje está estrictamente prohibido. Y los animales —salvajes, desorientados y alimentados con dietas inapropiadas— estaban muriéndose. En una investigación de 2017, National Geographic encontró un oso hormiguero sorbiendo un yogur rosa, un manatí demasiado delgado al que alimentaban con leche de soja por biberón y perezosos —que en la naturaleza duermen 22 horas— circulando entre los brazos de turistas emocionados.

En diciembre de 2018, las autoridades peruanas organizaron una redada en la localidad. Rescataron 22 animales y los trasladaron a centros de rehabilitación en Iquitos, río abajo. (Aunque algunos de los animales, entre ellos los perezosos, fallecieron tras el rescate, la mayoría se encuentra bien, como un margay y un manatí de los que cuidan en el Centro de Rescate Amazónico. Javier Velásquez Varela, director del centro, dice que cree que el manatí estará listo para ser liberado el año que viene.)

La policía advirtió a la gente del pueblo que, si capturaban más animales, impondrían multas.

En enero de 2019, aparecieron nuevas fotos en Instagram de grupos de turistas sosteniendo perezosos. Las autoridades medioambientales las vieron y transmitieron una advertencia final: detengan esto o empezaremos a encarcelar a la gente.

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    Tucán cautivo
    Tras un tucán cautivo, los visitantes compran aperitivos y pasean por el centro de Puerto Alegría en junio de 2017. Además de las aves exóticas, los visitantes podían sostener perezosos, tortugas, anacondas y un oso hormiguero, entre otros. Todos habían sido capturados en la selva.
    Fotografía de Kirsten Luce, National Geographic

    Y pararon. Pero perder esta empresa —y a los turistas que atraía— implicaba perder ingresos. El dinero del turismo en pequeñas localidades amazónicas puede suponer la diferencia entre tener los medios para seguir en las comunidades donde crecieron y verse obligado a marcharse. El turismo es un salvavidas que puede proteger a las comunidades frente al aumento de los costes de vida, el agotamiento de recursos y otros problemas que obligan a las personas a migrar a ciudades cercanas, como Iquitos, en Perú, o Leticia, en Colombia.

    «Podíamos mantenernos cuando trabajábamos [con los animales]», afirma Chávez.

    Una forma diferente

    La comunidad de 650 habitantes no se rinde al turismo, solo se está reinventando. En enero, Entropika, una organización de conservación sin ánimo de lucro con sede en Leticia que había colaborado con las autoridades peruanas para organizar la redada de diciembre, dio un paso adelante para ayudar a Puerto Alegría. El grupo ayudó a los miembros de la comunidad a fundar una nueva organización turística llamada Asociación de Turismo Comunitario Puerto Alegría. Chávez fue su primer presidente.

    Aunque la localidad ya no tiene animales salvajes, ofrece un sentido de pertenencia único. En Puerto Alegría, los visitantes que solo vayan a pasar brevemente por el país pueden degustar un trocito de Perú: atravesando el río desde Colombia puedes decir que has visitado Perú.

    Centrados en ayudar a la comunidad a recalcar la cultura peruana, el personal de Entropika llevó a Chávez a Iquitos para que visitara varios proyectos que ofrecen actividades de turismo sostenible, entre ellos un museo cultural. Chávez decidió que quería construir un museo cultural en Puerto Alegría para que los visitantes conocieran a los pueblos indígenas cocama, tikuna y yagua, de los que descienden muchos residentes. Entropika trajo al operador del museo de Iquitos, Kevin Huaymana, para que pasara dos semanas en Puerto Alegría y ayudara a la comunidad a fundar su propio museo. Recopilaron artefactos locales, crearon rótulos para la exposición y organizaron talleres sobre la horticultura local y las medicinas tradicionales.

    «Creo que han sido muy valientes», afirma Ángela Maldonado, conservacionista de Entropika, sobre Chávez y los otros miembros de la asociación de turismo. «Por decir “ya no tenemos animales” e intentar hacer algo productivo».

    «Nuestra idea de cómo debería ser el turismo ha cambiado», afirma Chávez. «Pero, al mismo tiempo, la situación financiera se ha vuelto más difícil».

    Pese al duro trabajo para preparar el museo y las ofrendas culturales, los visitantes no aparecen.

    Según Maldonado, muchas agencias de viajes colombianas ganaban dinero cobrando a los turistas por llevarlos a ver los animales salvajes de Puerto Alegría. (Los propios cuidadores de los animales recibían propinas.) Pero en cuanto los animales desaparecieron, «se olvidaron por completo de la comunidad», afirma. «Me parece vergonzoso».

    El turismo de animales salvajes: una atracción persistente

    Maldonado sostiene que muchas excursiones aún se centran en las experiencias ilícitas con animales. On Vacation Amazon, el complejo hotelero que solía enviar una media de 150 huéspedes al día para que se sacaran selfis con los animales de Puerto Alegría, no ha enviado ningún grupo al museo. Además, según Maldonado, algunos en Puerto Alegría, incluso aquellos leales a On Vacation Amazon, no apoyan el nuevo proyecto, lo que dificulta proporcionar una experiencia turística holística en la comunidad, con ofertas de restaurantes y alojamiento.

    On Vacation Amazon
    Los huéspedes nadan en On Vacation Amazon, un complejo hotelero colombiano en el lado contrario del río. Hasta diciembre de 2018, el complejo hotelero llevaba unos 150 turistas a Puerto Alegría cada día para que interactuaran con animales cautivos. Cuando la policía confiscó los animales, los barcos de excursiones de On Vacation dejaron de visitar Puerto Alegría.
    Fotografía de Kirsten Luce, National Geographic

    Los complejos hoteleros y los turoperadores han redirigido a los visitantes a otros lugares cercanos donde pueden interactuar con animales salvajes y que han dado un paso adelante para ocupar ese vacío. Por ejemplo, el turoperador Amazonas Extremo, de Leticia, ha llevado turistas a la comunidad de Aldea, cuyos habitantes ofrecen al grupo animales salvajes que pueden sostener, según confirmó una persona que participó en la excursión. Y On Vacation Amazon lleva a grupos de huéspedes del complejo hotelero a una comunidad llamada Zacambú para una experiencia de selfis con animales. Varios huéspedes, que confirmaron que On Vacation Amazon organizaba las excursiones, subieron selfis con animales a Instagram entre febrero y junio de 2019.

    Ni On Vacation Amazon ni Amazonas Extremo no habían respondido a la petición de declaraciones de National Geographic en el momento de publicación de este artículo.

    Alberto Yusen Caraza Atoche, fiscal medioambiental de Loreto, la provincia peruana donde se encuentra Puerto Alegría, dice que es consciente de que los problemas continúan. «Nos cuesta detectar cuántas compañías de turismo hay detrás de esta conducta ilegal», afirma. «Sabemos que On Vacation Amazon es una de las grandes empresas del lado colombiano que trabaja en este mercado ilegal».

    Vigilar la zona es difícil, «primero, por la distancia y segundo, por la logística», afirma Caraza Atoche. Y tercero: la enmarañada red de leyes y jurisdicciones a la hora de abordar un delito en un lugar donde se cruzan tres países. El departamento peruano de Caraza Atoche, por ejemplo, no puede hacer gran cosa respecto a los turoperadores colombianos que agravan este problema.

    Puente peatonal
    Un largo puente peatonal conecta Puerto Alegría al río Amazonas. Al otro lado del río está Colombia, donde se aloja la mayoría de los turistas. Muchos en Puerto Alegría esperan que se produzca un cambio hacia el turismo ético que atraiga visitantes. Hasta la fecha, han venido pocos.
    Fotografía de Kirsten Luce, National Geographic

    Maldonado espera que los turistas regresen a Puerto Alegría para que los miembros de la comunidad «vean la luz al final del túnel, porque están pasando un mal momento económico», afirma. Innative Amazon está aportando un rayo de esperanza: es un nuevo proyecto que colabora con Entropika para organizar excursiones turísticas de bajo impacto, ecológicas y respetuosas con los animales a la zona. El grupo trata de introducir excursiones de un día a la localidad.

    Entretanto, Chávez y otros miembros de la comunidad esperan que sus esfuerzos den sus frutos para poder empezar a ganarse la vida de nuevo y limpiar su nombre. «Necesitamos rehabilitar el nombre de Puerto Alegría», afirma. «Necesitamos recuperar nuestra buena reputación».

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.
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