¿Por qué los bebés de animales nos parecen tan lindos?

Los rasgos de monería en bebés y animales no son solo algo divertido, disparan potentes respuestas evolutivas que ayudan a nuestras especies a sobrevivir.

Por Olivia Campbell
Publicado 21 oct 2024, 11:09 CEST
Primer plano de la cara de Moo Deng.

Moo Deng, el bebé de hipopótamo pigmeo que se hizo viral, muestra todos los rasgos clásicos que asociamos con la monería; una cara redonda, un cuerpo de querubín y movimientos juguetones.

Fotografía de Athit Perawongmetha, Reuters, Redux

Desde Moo Deng, el hipopótamo pigmeo, y el pingüino Pesto, hasta Molé, el bebé perezoso, y Biscuits, la foca, a Internet le encanta convertir adorables animales bebés en sensaciones virales. Pero, ¿qué pasa en nuestro cerebro cuando vemos algo mono y por qué estamos tan interesados en compartir esas cosas con otros en las redes sociales?

"¡Buscamos la ternura porque se siente bien!", explica Joshua Paul Dale, profesor de la Universidad Chuo en Tokio (Japón) y autor deIrresistible: How Cuteness Wired Our Brains and Conquered the World [Irresistible: Cómo la ternura conectó nuestros cerebros y conquistó el mundo]. "La percepción de la ternura atrae nuestra atención muy rápidamente, en 1/7 de segundo, al desencadenar una respuesta en la corteza orbitofrontal, la red de placer y recompensa del cerebro. Esta rápida actividad neuronal parece ser seguida por procesos de evaluación más lentos que provocan el comportamiento de cuidado, disminuyen la agresión y activan redes involucradas en el juego, la empatía y la compasión".

Entonces, ¿cómo define nuestro cerebro lo lindo, mono o tierno y por qué reacciona de esta manera?

Dos cachorros de perro de Groenlandia juegan en Qaanaaq, Groenlandia. Al igual que los bebés humanos, los cachorros tienen rasgos que activan nuestros instintos de cuidado.

Fotografía de Kiliii Yüyan, Nat Geo Image Collection

¿Qué hace que algo sea mono?

La primera parada para cualquier persona interesada en el fenómeno de la ternura es el artículo de 1943 del etólogo austriaco Konrad Lorenz, que define una colección de atributos que denomina kindchenschema, o esquema del bebé. Entre las características que tienen la clave de la monería: una cabeza grande en relación con el tamaño del cuerpo; una frente prominente; grandes ojos colocados en la parte baja de la cabeza; nariz y boca pequeñas y juntas; mejillas y cuerpo redondos y regordetes; extremidades cortas y gruesas; y movimientos tambaleantes.

Lorenz postuló que la respuesta de nuestro cerebro a la ternura es una adaptación evolutiva: algo mono desencadena un comportamiento innato de cuidado, crianza y protección para mejorar la probabilidad de supervivencia de la especie. Creía que nuestra respuesta a la ternura era incontenible.

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    Un panda recién nacido duerme en un zoo mientras los visitantes se agolpan para verle. Hay más probabilidades de que invirtamos en conservar especies que nos parecen bonitas, como los pandas, que están casi extintos.

    Fotografía de Ami Vitale, Nat Geo Image Collection

    La investigación ha encontrado que los atributos del esquema del bebé se pueden ver en otras especies animales, particularmente en aquellas cuyas crías requieren cuidados. Esto puede ser parte de la razón por la que los humanos encuentran a algunos animales particularmente lindos.

    "Básicamente, la ternura funcionó tan bien en nuestra evolución que se dispara fácilmente y desencadena una respuesta de ternura con animales y objetos", dice Dale.

    Pero la teoría de Lorenz no cuenta toda la historia. Según Kamilla Knutsen Steinnes, estudiante de doctorado en análisis conductual en la Universidad Metropolitana de Oslo (Noruega), hay más en juego aquí que simplemente desencadenar los instintos de cuidado.

    "Si bien la investigación sustancial encuentra que nuestra respuesta a la ternura parece estar profundamente arraigada en el cuidado de los padres y la supervivencia de los mamíferos, un creciente cuerpo de investigación sugiere que va más allá del cuidado", explica Steinnes. Explica que cuando vemos algo lindo, evoca una amplia gama de emociones poderosas, predominantemente positivas. Nuestro cerebro tiene una respuesta única, rápida y específica, con activación en áreas relacionadas con la emoción, la recompensa, la motivación y el placer.

    Además, nuestra respuesta a la ternura fomenta el comportamiento prosocial, el compromiso social y la humanización.

    Una foca madre se relaja con su cría después de amamantarla. Los grandes y redondos ojos y las cabezas esféricas de las focas hacen que sean monas incluso cuando son adultas.

    Fotografía de Jennifer Haye, Nat Geo Image Collection

    Cuando lo lindo se vuelve 'kawaii'

    La incapacidad académica para definir la gama completa de sentimientos provocados por la percepción de la ternura puede deberse a las limitaciones del lenguaje, postula Steinnes. "La respuesta emocional evocada a la ternura ha sido poco estudiada, tal vez porque la emoción no tiene un nombre específico en inglés, noruego o alemán", escribe en un artículo de investigación de 2019.

    "La ternura puede evocar kama muta (la sensación de ser conmovido), la compasión, la ternura, la preocupación empática, el amor cariñoso, el kawaii o la agresión linda", nos dijo Steinnes. Kama muta es un término sánscrito. Puede desencadenarse mediante el intercambio comunal, explica Steinnes. "En términos coloquiales, el perceptor adora a los lindos gatitos y su corazón está con ellos".

    Kawaii es el concepto japonés muy popular que a menudo se traduce simplemente como "lindo" o "mono", pero que en realidad abarca ideas de simplicidad, inocencia juvenil, diminuto, entrañable, adorable y amoroso.

    Al igual que Steinnes, Dale está de acuerdo en que nuestra respuesta va más allá del cuidado, escribiendo en su libro que "el sentimiento de kawaii fomenta la afiliación, que es un vínculo social en un sentido más amplio que solo la crianza. Es por eso que sentir que algo es mono nos hace querer acercarnos a él, incluso si no tenemos ningún deseo particular de protegerlo o nutrirlo".

    La ternura es una estética escurridiza: difícil de definir con palabras, aunque lo sabes cuando lo ves. Pero lo kawaii puede estar en lo cierto al asociar la ternura con la pequeñez y la simplicidad. Cuando se trata de animales (ya sean reales o de dibujos animados), los elementos que generalmente se suman a "monos" incluyen, en general, un tamaño pequeño y una simplicidad visual que enfatiza demasiado los atributos del esquema del bebé (piense en Pikachu, Mickey Mouse).

    Una cría de elefante juega con un arbusto. No son solo los ragos físicos lo que hace que algo sea lindo, dicen los expertos. Los movimientos de curiosidad y juguetones también hacen que los animales parezcan monos.

    Fotografía de David Chancellor, Nat Geo Image Collection

    Más que una cara mona

    Las redes sociales están inundadas de fotos de gatos felices durmiendo y acompañadas de leyendas que describen lo duro que trabaja su humano para permitirle al gato una existencia sin preocupaciones. Esto no es casualidad. Gran parte de nuestro comportamiento moderno de buscar y compartir lo lindo está impulsado por el escapismo: la idealización de una vida sin problemas. Este punto se explora en el texto académico que Dale coeditó, The Aesthetics and Affects of Cuteness [La estética y efectos de la ternura].

    Para los animales, la domesticidad, ya sea en casa o en cautiverio, significa una vida de ocio a cualquier edad.

    En el caso de Moo Deng, cuyo nombre se traduce como "cerdo hinchable", Dale cree que el movimiento es clave para nuestra atracción: "Creo que son sus movimientos, más que su apariencia, lo que desencadena la respuesta de ternura de tantas personas. Juega felizmente cuando la rocían con una manguera, muerde juguetonamente a un cuidador del zoológico. Nos atraen los animales que aún están en su ventana de socialización y que exploran con entusiasmo y sin miedo un mundo en el que todo es nuevo".

    Puede ser más fácil idealizar a los animales lindos, ya que no pueden responder ni quejarse, además de que muchas especies permanecen pequeñas (en comparación con los humanos) toda su vida.

    Nuestro interés, por supuesto, va más allá de las redes sociales. Las oportunidades para la interacción cercana y personal con los animales ahora van mucho más allá del zoológico de mascotas tradicional: ya sean encuentros privados de alto precio en zoológicos y acuarios hasta cafés para gatos, yoga con cabras y spas de capibara, deseamos desesperadamente conectarnos con otras criaturas.

    Cinco polluelos de mochuelo de madriguera sentados en un arbusto. Los científicos dicen que la respuesta emocional al ver animales bonitos es sorprendentemente compleja y suscita una amplia gama de emociones positivas.

    Fotografía de Michael Forsberg, Nat Geo Image Collection

    Si bien las interacciones controladas con la vida silvestre pueden aumentar nuestro interés en la conservación, también pueden alimentar el deseo de poseer animales salvajes, transmitir la aceptabilidad de la explotación animal o estresar a los animales. En su libro, Dale describe su experiencia visitando una aldea de zorros en Japón a la que van muchos influencers: molestos por el comportamiento distante de los zorros, los visitantes ignoran regularmente las reglas publicadas para que los zorros se acerquen a ellos.

    "No es solo un placer egoísta. Sentir el deseo de proteger, cuidar y jugar con un bebé o animal mono, incluso si es solo una imagen en nuestras redes sociales, fomenta la empatía y la compasión", asegura Dale. Está incorporado en nosotros, es incontenible; parte de lo que nos hace ser quienes somos: "La ternura nos hace humanos".

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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