¿Quién cartografió el Gran Cañón? Esta alpinista olvidada
Barbara Washburn, que se autodescribió como «alpinista accidental», pasó 40 años cartografiando los rincones más remotos de Estados Unidos.
Este artículo forma parte de una serie semanal por el Mes de la Historia de la Mujer en la que contaremos las historias de las mujeres pioneras en National Geographic. Puedes leer más reportajes en el número de marzo de 2020 de la revista.
La vida de Barbara Washburn sobre los picos más elevados del mundo comenzó con un trabajo que le recomendó su cartero en 1939. El puesto que le recomendó (secretaria de Bradford Washburn, director del Museo de Historia Natural de Nueva Inglaterra) no le atrajo mucho. «No quería trabajar en aquel museo viejo y aburrido, y por supuesto no quería trabajar para un escalador loco», recuerda que pensó.
Un año después, la joven que nunca había ido de acampada llegó al pico del monte Bertha, de 3110 metros, en Alaska. Se había casado con aquel alpinista. Tras un mes viajando con equipos de perros y material de alpinismo en las mochilas, la partida se vio frenada por las tormentas y la ruta empinada que tomaron para evitar las avalanchas. En un comunicado para Associated Press, Bradford escribió que le «hacía más gracia» que Barbara fuera «la primera mujer en 30 años que escalaba un pico virgen de Alaska» que el éxito de su expedición.
Un año después, la pareja y su equipo se convirtieron en los primeros en encumbrar el monte Hayes, de 4216 metros. Llevaba ropa de abrigo de hombre porque por aquel entonces no se fabricaba para mujeres. En una cordillera particularmente peligrosa, Barbara tomó la delantera porque el equipo creyó que ella sería lo bastante ligera para alzarla si el suelo se derrumbara a sus pies. Había dejado a su hija recién nacida en casa para emprender este viaje. «Intenté aparentar tranquilidad y seguridad, pero estaba temblando de miedo mientras escalaba delante», contó más adelante. «Pero no resbalé y ninguna de las cornisas se cayó, y todos me siguieron y salieron sanos y salvos».
En 1947, Barbara y Bradford dejaron a sus tres hijos en casa para escalar el monte McKinley (ahora Denali). Más adelante escribiría que fue la decisión más difícil de su vida y que entrenó empujando un carrito de bebé. Tras casi dos meses de caminatas, cuando se acercaban a la cumbre, un miembro del equipo se dio la vuelta e instó a Barbara a que fuera la primera en alcanzar la cima. «Le dije: “¿A quién le importa? A mí no. Me contento con ser la número dos”», recordó más adelante. Finalmente, acordó encabezar la expedición y poco después alcanzó la cumbre, convirtiéndose en la primera mujer que contempló las vistas desde el punto más elevado de Norteamérica. Ninguna mujer seguiría sus pasos hasta 20 años después.
«Escalar el monte McKinley no fue la última gran aventura de mi vida. De hecho, mi vida ha estado llena de grandes aventuras por todo el mundo», escribió en sus memorias.
Bradford era un cartógrafo formado y ambos asumieron proyectos de cartografía ambiciosos. A partir de 1970, usaron fotografías aéreas, herramientas de medición láser y un cuentarrevoluciones montado en una rueda para cartografiar al completo el Gran Cañón para National Geographic. El proyecto les llevó siete años y casi 700 viajes en helicóptero. También cartografiaron las montañas Blancas de Nuevo Hampshire y el Denali. En 1984, cuando llegaron a Nepal para empezar a cartografiar el Everest, Barbara empezó a tener fiebre y tuvieron que evacuarla a Boston, donde la trataron por una enfermedad hematológica rara. Cuatro años después, completaron un mapa de 984 kilómetros cuadrados de la región y lo publicaron en National Geographic.
En 1988, la pareja figuraba entre los 15 exploradores (entre ellos Edmund Hillary, Jacques-Yves Cousteau, y Mary y Richard Leakey) que recibieron el Premio Centenario de National Geographic. En sus últimos años, los Washburn siguieron solicitando becas de National Geographic para proyectos como un estudio de la profundidad de la nieve del Everest. Cuando no hacía trabajo de campo, Barbara enseñaba a leer a alumnos con dificultades de aprendizaje en Cambridge, Massachusetts.
«No tenía una sensación real de ser una mujer pionera en una expedición seria a Alaska. Solo sabía que, como la única mujer, tenía que estar a la altura», dijo más adelante. Barbara falleció en 2014, siete años después que su marido y a solo dos meses de su 100º cumpleaños. Nunca entendió todo el revuelo respecto a su género y se autodescribió como «una alpinista accidental».
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.