Un estudio revela los mecanismos del camuflaje de las sepias
Para ser maestras del camuflaje, las sepias utilizan dos tipos de músculos y unas protuberancias denominadas papilas.
Estas sepias faraón del acuario de Copenhague Den Blå Planet son solo bebés, pero ya son maestras del mimetismo. Las sepias, como los calamares y los pulpos, pueden cambiar de apariencia. Esta especie cambia su cuerpo para parecerse a un cangrejo ermitaño, lo que las permite sorprender a sus presas, que no temen al crustáceo. Pero el mimetismo de las sepias va más allá. Extraen unos pequeños bultos que tienen en la piel, llamados papilas, que las ayudan a imitar la textura de su entorno.
Un nuevo estudio de Paloma Gonzalez-Bellido, de la Universidad de Cambridge, en colaboración con el Laboratorio de Biología Marina de la Universidad de Chicago, muestra cómo lo hacen.
Hay dos tipos de músculos implicados en el mimetismo. Unos, similares a los músculos esqueléticos del bíceps, ayudan a la sepia a sacar las protuberancias rápidamente. Otros, parecidos a los músculos blandos del intestino, les permiten mantener los bultos levantados hasta una hora sin gastar demasiada energía. Cuando se oculta en el lecho marino, la fatiga no hace que la sepia se delate.
Las sepias faraón de Japón
Puede que la imitación sea la forma más sincera de halago, pero estos investigadores japoneses no creen que las sepias que ellos estudiaron estuvieran intentando adular a los cangrejos ermitaños cuando imitan los movimientos de estos crustáceos.
En los vídeos de un estudio de la Universidad de Ryukyus publicado en la revista Journal of Ethology en mayo de 2017, vemos cómo las sepias faraón fingen mover las patas imitando los movimientos de un cangrejo, mientras cambian de tonalidad algunas partes de su piel. Kohei Okamoto y su equipo de investigación tenían la hipótesis de que las sepias podrían estar imitando a los cangrejos ermitaños para acercarse a sus presas sin llamar la atención o protegerse de los depredadores.
Los cangrejos ermitaños se alimentan por filtración y no suponen una amenaza para las presas de las sepias, entre las que se incluyen pequeños peces y moluscos. Según Okamoto, si las sepias fingen ser cangrejos, esto les permitiría acercarse a sus presas sin ser vistas. Imitando a los crustáceos también darían la impresión de tener una concha dura, lo que podría proteger a las sepias de otros animales marinos hambrientos.
Cuando las colocaron en situaciones de caza, las sepias que imitaron a los cangrejos ermitaños capturaron el doble de peces que las que no lo hicieron.
Las sepias del estudio se criaron en el laboratorio y nunca las expusieron a los cangrejos, según el investigador Ryuta Nakajima, quien ahora estudia los posibles desencadenantes medioambientales de este comportamiento.
«¿Aprenden a partir de la observación directa o está programado en sus genes? Plantea una pregunta interesante sobre su inteligencia y las conductas complejas», afirmó.
Una de las teorías sostiene que las sepias observaron a crustáceos y aprendieron este comportamiento durante la etapa embrionaria, según Nakajima.
Los investigadores observaron esta conducta por primera vez en 2011 mientras llevaban a cabo otros experimentos con sepias y señalaron que los cefalópodos mostraban dicho comportamiento mientras cazaban y después las reintrodujeron en un tanque más grande.
El camuflaje no es nada nuevo para las sepias ni para otros miembros de la familia de los cefalópodos. Las sepias, como los calamares y los pulpos, pueden cambiar la textura de la piel, los patrones y el color de sus cuerpos en cuestión de milisegundos, lo que las convierte en unas de las maestras del camuflaje del reino animal.