Lo mejor de la década
Recorre las fotografías más impactantes de esta década publicadas en National Geographic.
Cuando se menciona «National Geographic», lo primero que viene a la cabeza es la fotografía.
Se nos conoce y se nos ha conocido durante los últimos 130 años por transportar al público en viajes visuales por todos los rincones de la Tierra, de las montañas más altas a los mares más profundos, de selvas a desiertos, de las metrópolis más grandes a las zonas rurales más remotas. Solo en la última década, nuestros fotógrafos han sacado 21 613 329 imágenes en su misión para documentar la vida en este planeta para nuestras plataformas impresas y digitales. ¡Más de 21,6 millones de fotos! Es una cifra impresionante y un poco sobrecogedora cuando intentas crear una lista de las mejores o las favoritas.
Pero eso es lo que hemos hecho para conmemorar el final de la década. Hemos elegido las 15 imágenes de 14 fotógrafos que más han repercutido en la última década. Un oso que se alimenta de un bisonte en un paisaje estadounidense emblemático. Un pangolín y su cría en peligro de extinción. El rostro de una mujer que falleció y que se trasplantaría a otra chica que buscaba una segunda oportunidad en la vida. Una niña novia en Yemen. La mirada segura y directa de una niña transgénero de nueve años de Kansas City, Misuri. Quizá tú, lector, tengas una lista distinta de las fotos de National Geographic con las que más te has identificado en los últimos 10 años. No hay respuestas «correctas», por supuesto, solo imágenes que te importan, que te llegan al corazón y que crean conciencia para hacer del mundo un lugar mejor.
Gracias por leer National Geographic.
En la fotografía de cabecera, figura una fotografía de Lynsey Addario. Entre los temas que han hechizado a la fotógrafa londinense figuran la mortalidad materna, que ha documentado en varios países, y las vidas difíciles de las mujeres en el Afganistán moderno. La escena dramática con la que se topó en una carretera afgana en diciembre de 2010 unía ambos temas. Sorprendida por la imagen insólita de mujeres no acompañadas en una zona rural, Addario y el médico con el que viajaba se enteraron de que una de las mujeres estaba embarazada y de parto. Su marido ya había perdido a una mujer durante el parto. Su coche se había averiado e intentaba encontrar otro, y Addario y su compañero llevaron a la familia a un hospital. Este episodio, narrado en la revista con una recopilación de las imágenes de Addario en Afganistán, acabó bien. Con la ayuda del personal de enfermería, la madre de 18 años dio a luz a una niña.
Los hombres que están tras estas niñas yemeníes no son sus padres. Para su proyecto de mundialmente aclamado «Too Young to Wed», la fotógrafa estadounidense Stephanie Sinclair pasó años explorando las sociedades del mundo que invocan el «honor» familiar o la tradición cultural para obligar a las niñas a casarse. Esta imagen de las jóvenes aldeanas yemeníes Ghada y Tahani y sus maridos forma parte de un artículo del número de junio de 2011 de National Geographic y ha aparecido en campañas contra el matrimonio infantil de Naciones Unidas. La ONU y Estados Unidos definen la protección de un matrimonio precoz forzado como un derecho humano básico.
A principios de 2013, el escritor de National Geographic Paul Salopek dio los primeros pasos —literalmente— de una caminata que duraría siete años: 33 800 kilómetros a través de cuatro continentes para seguir los pasos de las primeras grandes migraciones humanas del África oriental a las Américas. El fotógrafo John Stanmeyer, que se unió a él en Yibuti, por la orilla del mar Rojo, estaba paseando una noche cuando se topó con este cuadro a la luz de la luna. Estas personas buscaban cobertura en la vecina Somalia. «Me quedé perplejo», cuenta Stanmeyer. «El símbolo de la migración actual, en la que el único vínculo débil que tenemos con nuestros seres queridos durante el acto de la migración son los móviles ubicuos». ¿Qué ha sido de Salopek? Sigue caminando. Su última escala ha sido Birmania. Le quedan 20 900 kilómetros para terminar.
Su nombre era P22 y el fotógrafo Steve Winter ya había oído hablar de él. El personal del Servicio de Parques Nacionales sabía que un puma había atravesado de algún modo las dos autopistas más concurridas del país para establecerse en algún lugar del parque Griffith, en Los Ángeles. Para «Felinos fantasma», un reportaje del número de diciembre de 2013 de National Geographic acerca de los esquivos pumas urbanos, Winter recorrió el parque a pie y colocó cámaras sensibles al movimiento que podía ver de forma remota. Más de un año después, P22 activó una justo frente al famoso letrero de Hollywood. «Esto dio pie a un movimiento para proteger a los últimos pumas del sur de California y a otros animales salvajes», cuenta Winter. «Cada año, se celebra el Día de P22 en Los Ángeles».
Al fotógrafo británico Charlie Hamilton James, enviado en un encargo a Wyoming en 2014, le fascinó la fauna de la región y acabó trasladándose a Jackson Hole con toda su familia. En colaboración con el Servicio de Parques Nacionales, colocó una cámara trampa activada de forma remota con sensores del movimiento para documentar la acción en el vertedero de cadáveres del parque nacional de Grand Teton, un lugar donde tirar animales atropellados para que los animales carroñeros hagan su labor natural. La cámara captó a este grizzly macho adulto espantando a los cuervos de un cadáver de bisonte. «Esto es lo que más me gusta de las cámaras trampa», afirma Kathy Moran, vice editora de fotografía de National Geographic. «Preparas el escenario, pero nunca sabes quién aparecerá en la obra».
«Esta imagen me atormenta como pocas», cuenta el fotógrafo Pete Muller. En un encargo en el África occidental durante la epidemia de ébola de 2014 que se propagaba rápidamente, Muller se encontraba en un centro de tratamiento de Sierra Leona cuando un paciente infectado que deliraba salió corriendo de la zona en cuarentena e intentó escalar el muro para escapar. Este brote estaba devastando la región, por lo que una persona contagiosa e inconsciente representaba un peligro mortal. Hicieron falta un agente de policía armado y dos trabajadores médicos con trajes protectores para someter al hombre y devolverlo a la cama. Falleció 12 horas después.
Joel Sartore, que vive en Nebraska, ha pasado casi 15 años fotografiando animales en cautividad. Según dice, es un registro visual de la abundante fauna silvestre en peligro de extinción de nuestro planeta. Su Photo Ark, el nombre que le ha puesto a su proyecto, incluye imágenes de 10 000 animales, como esta cría de pangolín arborícola (Phataginus tricuspis) cuya madre la transportó frente al objetivo de Sartore en un centro de fauna de Florida un día de 2015. «Fue como si estuviera en otro planeta», afirma Sartore. «Son mamíferos, pero no se parecen a nada que haya visto antes». Los pangolines de Asia y África, a los que matan por su carne y las supuestas propiedades curativas de sus escamas, son unos de los mamíferos más traficados del planeta.
En enero de 2016, cuando los informes de investigación revelaron que el agua de Flint había contenido durante años niveles peligrosos de plomo y otros contaminantes, el fotógrafo Wayne Lawrence documentó las dificultades que atravesaban los residentes para encontrar agua potable y comprender la traición de las autoridades públicas. Lawrence conoció a los hermanos Abron —Antonio, de 13 años, y sus hermanas Julie e India, de 12— dentro de un parque de bomberos, cuando llevaban su asignación diaria de botellas ofrecidas de forma gratuita y temporal. Para esta familia que recibe educación en casa (su madre encontró los uniformes en tiendas de segunda mano) esta era la única fuente de agua potable segura para beber, cocinar y lavarse. Lawrence, recordando aquella desoladora visita a Flint, dice: «Fue desgarrador ir casa por casa y escuchar las mismas historias de terror».
El fotógrafo neozelandés Robin Hammond, que ha obtenido reconocimiento por sus imágenes de personas LGBTQ de todo el mundo, conoció a Avery Jackson durante un encargo para el número de enero de 2017 de National Geographic, «Género: La revolución». Hammond fotografió a niños y niñas de nueve años en ocho países. Esta niña de nueve años generó una impresión especial: Avery empezó a vivir como niña transgénero en 2012 con el apoyo de su familia en Kansas City, Misuri. Los editores eligieron su fotografía para la portada de dicha edición, una decisión que, según la editora jefa Susan Goldberg, «emocionó, horrorizó, preocupó y complació» a los lectores. Respecto a Hammond, lo que más eco hace es la gratitud actual: profesores y jóvenes le han agradecido que contribuyera a iniciar conversaciones importantes. «Transmitía seguridad y energía», dice sobre Avery. «Su foto dice: “Me siento orgullosa. Me siento feliz. Soy una niña normal”».
Una cortina puede hacer las veces de capa elegante y una caja de cartón, de corona real. Kirstina Khudi, de ocho años, se autodeclara «princesa de la tundra» mientras se divierte disfrazándose. Khudi, que pertenece a una familia de pastores de renos nenets en el lejano norte de Siberia, está pasando las vacaciones de verano en casa. El resto del año, asiste a un internado estatal. La fotógrafa Evgenia Arbugaeva, que se crió en el Ártico ruso, visitó a los pastores indígenas para un reportaje publicado en el número de octubre de 2017 de la revista. Su viaje anual secular, en el que llevan renos a lo largo de casi 1300 kilómetros por la península de Yamal, se ve amenazado por el calentamiento del clima y el desarrollo de campos de gas natural que invaden los terrenos de pastoreo de los nenets.
«¿Quieres que te hagamos un plato para colibríes?». Intrigado por el reto de capturar las lenguas de estas aves en acción para un reportaje de julio de 2017 sobre las novedades en la investigación de colibríes, Anand Varma, fotógrafo de California, encontró una empresa local de soplado de vidrio científico y les hizo una petición inusual. Quería un plato en miniatura transparente que pudiera colocar de forma que su cámara fotografiara a las aves (como un colibrí de Ana en esta imagen) mientras se alimentan por una apertura en uno de los lados. «La parte más difícil para conseguir esta foto fue convencer al ave para que introdujera el pico en ese anillo», explica Varma. Por supuesto, ningún colibrí resultó herido o mostró inquietud para conseguir esta imagen.
Durante una década, antes de que Alex Honnold escalara en solo integral El Capitán del parque nacional de Yosemite —escalando la pared de roca más famosa del planeta solo y sin cuerdas—, el fotógrafo Jimmy Chin escaló a menudo con él. En el equipo que documentaba la escalada de Honnold en junio de 2017 para el documental de National Geographic Free Solo, Chin se vio obligado a concentrarse mientras su amigo, a 762 metros sobre el suelo, gestionaba los últimos tramos. «En aquel momento había mucho en juego», cuenta Chin. «Representa el logro de lo imposible, lo sublime: la perfección».
Durante 15 años, la fotógrafa de National Geographic Lynn Johnson y el editor fotográfico Kurt Mutchler siguieron la historia de Susan Potter, una mujer que declaró que quería que la criogenizaran tras morir para que su cadáver seccionado se empleara para crear una base de datos de investigación. Potter tenía 72 años cuando se presentó voluntaria para el Visible Human Project de la Universidad de Colorado. Potter, activista por los derechos de los discapacitados que iba en silla de ruedas, pensó que su final estaba al llegar. Pero vivió hasta los 87 años y, junto a la escritora Cathy Newman, Johnson siguió a Potter tras su muerte y durante el meticuloso proceso de criogenización y división de su cuerpo en 27 000 secciones. Su reportaje sobre Potter y su personalidad compleja y difícil apareció en el número de enero de 2019 de la revista.
«Admiración», dice la fotógrafa Lynn Johnson mientras recuerda el momento en el que ella y el personal médico rodearon la cara humana colocada sobre la mesa del quirófano. Solo el rostro, algo vivo, extraído a una donante de órganos y que aún no se había trasplantado a su próxima receptora. «Hacía que una se cuestionase todo lo que sabemos y creemos sobre la identidad», afirma Johnson. Durante más de dos años, su amiga y fotógrafa Maggie Steber había documentado la historia de Katie Stubblefield, una joven paciente de la Clínica Cleveland cuya cara había quedado destruida tras intentar suicidarse de un disparo cuando tenía 18 años. La muerte de otra joven posibilitó el trasplante facial, un proceso íntimamente documentado por Steber, Johnson y la escritora Joanna Connors en el número de septiembre de 2018 de National Geographic. La operación duró 31 horas y fue un éxito. Katie ha seguido trabajando en el habla y los músculos faciales y recientemente ha dicho que quiere ir a la universidad.
«Tardé 10 años en sacar esta foto», cuenta Ami Vitale, una fotógrafa de Montana que conoció al rinoceronte blanco del norte Sudán en 2009. Sudán, uno de los únicos nueve machos vivos por aquel entonces, estaba en un zoo checo. En un esfuerzo desesperado para salvar a la especie, transportaron a Sudán y a otros tres rinocerontes a un área de conservación de Kenia. Los cuatro animales sobrevivieron al traslado, aunque cuando Vitale se enteró de que Sudán estaba muriéndose en 2018, a los 45 años, supo que era el último macho que quedaba. En el área de conservación de Ol Pejeta observó cómo Joseph Wachira, uno de los protectores de Sudán, se inclinaba para ofrecer a Sudán una última caricia detrás de la oreja. «Para mí, esto no es un reportaje más», afirma Vitale. «La caza furtiva no está ralentizándose. Somos testigos de una extinción, ahora mismo, ante nuestros ojos».
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.